“La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros”, Eric Frattini.
Los granjeros estadounidenses hacen uso de un método folclórico que se hizo muy conocido gracias a un filme de los años 90 titulado precisamente “Groundhog day” (El día de la marmota). Sin entrar en detalles, el protagonista de aquella película vivía una y otra vez el mismo día. Así parece suceder en México con la popularidad de AMLO, que repetidamente se recupera tras sus cíclicos baches. Si la tradición gringa supone una predicción del fin del invierno, la marmota de la política mexicana nos avisa que el estío no tiene visos de acabarse. Y eso que, lejos de haber empezado con la 4T, se prolonga desde tiempo inmemorial, bajo la premisa de un partido hegemónico (antes el PRI, ahora Morena), un Estado dizque asistencial, y un ejecutivo de poder casi omnímodo. A todo ello se añade ahora una característica perdida en las últimas décadas: un líder que se vende como carismático. Sin embargo, todo se sostiene gracias a un recurso tan viejo como prosaico: la lana.
Los datos de SABA Consultores nos muestran que la aprobación y la calificación de AMLO regresan a los niveles de advertencia positiva, y que ese avance se ve propiciado fundamentalmente por los de menos estudios, y por dos sectores más: los de ingresos entre 2400 y 5000 pesos, y quienes perciben apoyos sociales, que en gran medida se integran por los mismos. Las Cartas de Navegación Política nos confirman la persistencia de esos dos estratos respaldando a AMLO, amén de ciertos avances significativos, por ejemplo, entre la población rural y quienes no usan internet. En cambio, la población urbana, y sobre todo los sectores de ingresos medios y los de más estudios, agudizaron su rechazo. Desgraciadamente para México, esos grupos son numéricamente inferiores a los anteriores, y no porque no alcancen para contrarrestar la mayoría presidencial, sino porque el país necesita hace décadas que crezca la clase media. Justo la que critica e insulta habitualmente don Andrés, el gran defensor, en tanto que encargado del engranaje, de que permanezca el statu quo de la falta de permeabilidad social. El día de la marmota nos lanza, una vez más, la misma conclusión: hay una correlación clara entre los avances de AMLO y los apoyos sociales, pues quienes lo perciben son su fortaleza más sólida y además registran, en esta medición, una advertencia positiva.
El concepto hobbesiano de Estado (Leviatán) se deformó hasta el extremo de que no se miden sus resultados por el bien común, sino en función de lo que consigue para sí mismo. Por eso la perpetuación de la élite en el poder, esto es, ganar la sucesión, se hace esencial para mantener sus mecanismos, por más que se pregone la no reelección. Leviatán, o su representante de turno, se encargará de seguir engrasando la máquina asistencial. A quienes aceptan el parco beneficio poco les importa cómo se llame el protagonista: amará en la medida que le paguen, es la transacción más antigua del mundo. Cuando esa ecuación maldita, grabada a fuego en México durante un siglo, identifica y confunde entre sí Estado y gobierno, se impone un modelo de organización social en base a las emociones políticas. La falta de pudor de la 4T para manipular retóricamente la pobreza es evidente. Pero jugar con las emociones populares tiene sus riesgos. La aquiescencia y el alborozo popular son volubles, máxime si son comprados. Cuando, en la Restauración de 1875, Alfonso XII regresó a Madrid fue tal el paroxismo ciudadano, que el propio rey recién proclamado solicitó calma a las gentes desde su caballo. Se dice que una mujer le reconvino: “No te preocupes y disfruta ahora que puedes. Más gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre”. El chiste se cuenta solo.
Hay una correlación clara entre los avances de AMLO y los apoyos sociales, pues quienes lo perciben son su fortaleza más sólida.
30/03/2023