Además de candidatos morenistas suspirantes a la Presidencia de la República en la elección del 2024, ¿quiénes están proponiendo concretamente una visión y estrategia de lo que harían, en caso de ganar “la silla grande”, con Estados Unidos?
Mientras se desgrana la mazorca en Morena de parte del Presidente López Obrador y su nuevo formato del tradicional “destape” presidencial priísta, yo busco con interés propuestas explícitas, contenido sólido a las personalidades y perfiles de las personas.
Pocos aspirantes tienen propuestas sobre la relación con Estados Unidos, por lo menos hasta el momento (a 14 meses de la elección). Tanto desde la oposición como del oficialismo, los observadores reconocemos rostros y perfiles que van de lo lamentable o lo interesante, gente inteligente y con experiencia que podría hacer un buen papel en la administración pública y la política exterior independientemente del color partidista o filiación ideológica.
Empiezo con Marcelo Ebrard, de quien leí recientemente su libro “El Camino de México. Una experiencia de vida” (México: Aguilar, 2022) y en particular con el capítulo 18 titulado “Estados Unidos: una nueva relación”.
Primero, reconoce Ebrard la complejidad de la relación bilateral: hay 42 agencias que intervienen por parte de Estados Unidos en diferentes temas que deben coordinarse con 30 agencias en México que llevan temas similares”.
Por tanto, agrega, “es muy complicado controlar tantos flancos (migración, aduanas, comercio, tráfico, seguridad) entre dos países con asimetrías tan grandes como las nuestras, donde una economía es 20 veces más grande que la otra y el poder geopolítico respecto al otro aún más desproporcionado”.
No obstante la brutal asimetría, existe una economía integral entre ambas naciones y una comunidad mexicanoestadounidense cada vez más empoderada y con una vinculación cultural estrecha. México es cada vez más importante para Estados Unidos.
Se pregunta Marcelo ¿qué hacer con Estados Unidos? Y en su respuesta expone una visión con propuesta interesante: el camino (la estrategia) es “reducir nuestras debilidades”.
A otra pregunta eterna en la relación bilateral (¿Cómo aprovechar la vecindad con Estados Unidos sin perder soberanía, autonomía e identidad?) su respuesta es la siguiente: “Pienso que sí se puede, siempre y cuando maximicemos ventajas y reduzcamos debilidades. Es un dilema similar al de Francia y Alemania o Japón y Corea con China, sólo que con una asimetría incomparablemente mayor”.
Señala Ebrard tres debilidades sustantivas de México:
1) La distancia añeja entre gobierno y sociedad que se ha convertido en una grieta amplia y profunda.
2) La escasa cohesión social debido a la persistente desigualdad social imperante. A mayor cohesión interna tendremos más fuerza y, por ende, autonomía en nuestra relación bilateral.
3) La presunción de que estamos predestinados a ser un país con un rol secundario y con pobreza casi atávica. Una falta de confianza en nosotros mismos, una especie de derrotismo crónico.
Reitera Ebrard que “la mejor política exterior es la interior, pues ahí empieza y termina la fortaleza y eficacia”. Propone avanzar en la ruta de la mayor predictabilidad posible en la relación bilateral, consolidar espacios por cada tema para evitar que una dificultad ponga en crisis a las demás, avanzar lo más rápido posible en los objetivos que nos unen y cimentar la reciprocidad”.
Nos recuerda también Marcelo que “mi meta desde que llegué a la cancillería (la SRE) fue crear una arquitectura en la relación con Estados Unidos que permitiera reducir la incertidumbre y evitar las acciones unilaterales, hasta donde se pueda”.
En su opinión, “la relación con Estados Unidos en los próximos años va a ser crucial. Tanto desde el punto de vista político como comercial y la oportunidad que tiene México por el estrés geopolítico y la regionalización de las cadenas de valor. Algo así no había ocurrido en medio siglo”.
En una revisión extensa a lo largo de otros capítulos de su libro, Ebrard entra en áreas específicas y asuntos espinosos de la amplia agenda entre Washington y la CDMX, pero en la apretada síntesis que les presento me parece que se refleja su formación como internacionalista de El Colegio de México, y que su propuesta de “una nueva relación” con Estados Unidos es sólida y consistente:
“Mayor integración económica y mayor autonomía política. Esa es la nueva era”, perfila Ebrard su visión, siempre desde la plataforma de la Cuarta Transformación.
Marcelo da mucha tela para dialogar y discutir en torno a los Estados Unidos. Otros aspirantes de su partido no han dicho nada todavía en este tema. Concuerdo, de mi parte, en la urgencia de que los mexicanos nos sacudamos ese lamentable “derrotismo crónico” que padecemos frente al vecino del norte.