En una decisión cuestionada por miembros prominentes de su partido demócrata, el presidente Joseph Biden emitió el 1 de diciembre un perdón incondicional a su hijo Hunter, el cual incluye los delitos que haya cometido de 10 años anteriores a la fecha.
No obstante que en repetidas ocasiones el presidente Biden había expresado que no ejercería su facultad legal de otorgar perdón a un familiar, cometió una contradicción monumental al perdonar a su hijo.
Como observador mexicano, lo primero que me vino a la mente al escuchar la noticia fue recordar que, apenas en el año 2020, la aplanadora morenista en el Congreso de la Unión le otorgó al entonces presidente López Obrador, mediante la aprobación de una Ley de Amnistía, el poder absoluto de otorgar el perdón presidencial a discreción, incluso en el caso de delito grave.
Si Joseph Biden perdonó a su propio hijo, ¿perdonaría Claudia Sheinbaum a López Obrador –su padre político- si fuera señalado en México por algún delito o requerido mediante una orden de extradición de cualquier país?
La pregunta no es retórica.
El ciclo político de López Obrador no puede cerrarse hasta que rinda cuentas a la justicia por los errores cometidos durante su gestión.
AMLO debe enfrentar las consecuencias criminales del manejo de la pandemia de Covid 19, la mala utilización de recursos públicos en obras gigantescas no redituables para la República y, finalmente, por la presunta corrupción de su persona, familia y colaboradores cercanos.
Respecto a Biden, en un editorial del 4 de diciembre del periódico New York Times se expresa una opinión que yo comparto:
“Los presidentes tienen el derecho ilimitado de otorgar indultos por delitos que podrían ser imputados por fiscales generales. Pero cuando usan ese poder en favor de sus seres queridos, sus aliados políticos o sus patrocinadores financieros, erosionan la confianza en los ideales de que la justicia es ciega y de que todos son iguales ante la ley”.
De manera similar a los presidentes de Estados Unidos, en México “el derecho ilimitado de otorgar indultos” lo tiene en sus manos la presidenta Claudia Sheinbaum para aplicarlo a discreción.
En el artículo 9 de la Ley de Amnistía se dice lo siguiente:
“Por determinación exclusiva de la persona titular del Poder Ejecutivo Federal se podrá otorgar el beneficio de la amnistía de manera directa, sin sujetarse al procedimiento establecido en este ordenamiento”.
La Ley de Amnistía establece que el presidente formará una comisión revisora de solicitudes de amnistía, cuyas decisiones serían turnadas a un juez federal para ordene la liberación de las personas.
Las excepciones a la amnistía establecidas en el artículo 2 son las siguientes:
“No se concederá el beneficio de esta ley a quienes hayan cometido delitos contra la vida o la integridad corporal... a quienes hayan cometido el delito de secuestro, o cuando se hayan utilizado en la comisión del delito armas de fuego”.
¿En dónde está el truco legal para el Poder Ejecutivo mexicano? Se encuentra en el artículo 9: “En los casos a que se refiere esta disposición no será aplicable lo dispuesto en el artículo 2 de la presente Ley”.
Tal como se lee, el poder de indulto presidencial es ilimitado en México e incluye a “delitos contra la vida e integridad corporal”, es decir, homicidio o lesiones.
Claudia tiene este enorme poder de indulto en sus manos, ¿cómo lo va a usar?
El camino al “indulto informal” existe ya a disposición de los políticos mexicanos que, no importa de cuál partido vengan ni qué delitos hayan cometido, con el simple hecho de ingresar a las filas de MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional, el partido gobernante) quedan absueltos de toda responsabilidad legal.
Lo del perdón presidencial absoluto e incondicional que la Ley de Amnistía otorga a la Presidencia de la República es solamente la cereza en el pastel de la impunidad que caracteriza a Morena.
El presidente Biden expresó sus motivos últimos para perdonar a Hunter: el amor de padre y la angustia de ver a su hijo perseguido judicialmente por presiones republicanas por delitos menores.
En el fondo, la idea de un indulto presidencial es corregir fallas y excesos de los tribunales, procesos judiciales viciados o sentencias excesivas; yo estoy de acuerdo con eso.
En la práctica, sin embargo, la tentación de usar el recurso extraordinario del perdón presidencial para casos en donde hay conflicto de interés, como el de Biden con su hijo, es elevada incluso en un país en donde existe el estado de derecho.
En México, el indulto presidencial es una herramienta más en el arsenal de la “presidencia imperial” que construyó Morena en torno a la figura de López Obrador, de la cual dispone ahora Sheinbaum.
Por eso me pregunto: ¿Le dará buen uso Claudia Sheinbaum a la Ley de Amnistía?
Rogelio.rios60@gmail.com