Quizá sea la “inflación” el concepto de Economía más citado en los medios de comunicación. Se usa no solo en las secciones especializadas de Negocios, sino en todo tipo de nota política o social, dando por sentado que su sola mención basta para ser comprendido.
Craso error. Pocas palabras son tan elusivas para los no economistas como la inflación: el aumento de precios derivado de la mayor circulación de dinero en la economía provocado por un aumento de la demanda de bienes y servicios (“mucho dinero persiguiendo pocos bienes”). Al aumentar la demanda, los precios se elevan y surge la inflación. Así sería una definición rudimentaria del concepto.
Lo que me provoca pánico al escuchar que la inflación “está de regreso” en la economía (tanto la mexicana como la de Estados Unidos) es el recuerdo de la inflación desbocada de la crisis económica de 1982, cuando los mexicanos vivimos una situación inédita hasta entonces: precios elevadísimos, dinero que valía nada, sueldos que no mantenían a un hogar, incertidumbre general, el peso cayó de 26 a 150 por dólar y la inflación se disparó a 100%, según un cálculo del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (información de El País).
Así que cuando leo que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) tuvo una variación de 5.75% en la primera quincena de julio, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y recojo opiniones de analistas advirtiendo niveles inflacionarios no habituales, literalmente, el corazón me brinca.
No otra vez, me digo; no volvamos a 1982. La inflación se encuentra hoy por novena quincena consecutiva por arriba del rango objetivo fijado por el Banco de México (3%). El índice de precios subyacente (que no incluye los productos de alta volatilidad de precios) se ubicó en 4.64% a tasa anual; el índice de precios no subyacente (que incluye a combustibles, agricultura y productos de alta volatilidad) se ubicó en 9.24% a tasa anual (información de El Financiero).
Como el colesterol bueno y malo, cuando sube la inflación subyacente (la buena) a la vez que la no subyacente (la mala) , la cosa no pinta nada bien: así como una cantidad razonable de colesterol bueno ayuda a la salud del cuerpo, una cantidad mayor de colesterol malo (inflación no subyacente) nos pega directo en la salud y bienestar.
Espero que me haya dado a explicar, le pido de antemano una disculpa si no es así. Lo que quiero señalar es que la inflación, aun cuando obedezca a un ciclo de recuperación económica, tiende a salirse de control y a volverse tóxica. Así lo viví en 1982 y por eso al peso se le eliminaron tres ceros en 1993 porque la entrada al cine costaba 100,000 pesos de los viejos (100 nuevos pesos).
La Reserva Federal de Estados Unidos, por su parte, se ha fijado un objetivo inflacionario del 2%, pero la discusión entre analistas americanos es alimentada porque los precios al consumidor tuvieron su mayor aumento en 13 años, el tercer mes consecutivo con incremento. La inflación subyacente fue de 4.5% en junio, la mayor desde noviembre de 1991.
Tuvo que salir a atajar las especulaciones Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, diciendo que la inflación en Estados Unidos permanecerá alta en los próximos meses, pero luego cederá, aunque admitió que las alzas de precios han sido mayores y más persistentes de lo anticipado (con información de Los Ángeles Times).
Peor aún, se corre el riesgo de que México “importe” la inflación de Estados Unidos, escribe el analista de negocios José Avitia en expansión.Mx, “debido al encarecimiento de las importaciones de su principal socio comercial”.
En los próximos meses tendremos, según lo visto, inflación Hecha en México y, además, otra parte Made in USA. Bonita cosa. La pregunta no es entonces si regresará o no la inflación, sino cuánto va a afectar al ingreso de los mexicanos: yo no quiero otro 1982. Hoy, como en ese año negro, los gobernantes mexicanos lucen incapaces de lidiar con la inflación. Como dice el dicho: ¡Agárrate, Genoveva, que vamos a cabalgar!