No la están pasando bien la mayoría de las mujeres mexicanas en estos tiempos. Ni la llegada del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, va a cambiar mucho su pesadumbre.
Por cualquier indicador que uno seleccione, la agenda de la mujer mexicana se encuentra en crisis: hay feminicidios (un promedio de 10 al día), inequidad en los salarios, aumento explosivo de la violencia familiar, acoso sexual con señalamientos a políticos y diplomáticos, entre muchos otros factores.
En varios aspectos se nota la situación que padecen las mexicanas:
1) El confinamiento y encierro que se vive en muchos hogares, en medio de conflictos de violencia familiar y machismo, se tradujo en una situación en la que, literalmente, las mujeres conviven con el enemigo en casa (el abusador) casi todo el tiempo; eso, amigos, es un verdadero infierno.
2) Además, el desempleo derivado de cierres de negocios, empresas o despidos masivos, lo han sufrido las mujeres en mayor proporción que los hombres, esto en medio de una economía en la que la mitad de las cabezas de familia son mujeres, es decir, ellas son el proveedor y la fuente del sustento familiar.
3) En los casos en que las mujeres no han perdido su empleo e incluso si se les permite el “home office”, ha recaído en ellas la tarea de acompañar a los hijos en las clases por internet o televisión, atender el hogar y al esposo y cumplir con las tareas de su trabajo. Es una triple carga de la cual muchas mexicanas no encuentran la salida.
4) Por si lo anterior fuera poco, a las mujeres organizadas en grupos, colectivos, ONGs o que están en posición de ser líderes de opinión, su voz ha sido apagada en buena medida bajo el pretexto de la pandemia de coronavirus, que llegó con toda su fuerza a México en marzo del año pasado, a los pocos días de las marchas festivas y masivas del Día 8 de Marzo en muchas ciudades mexicanas.
No resulta extraño, entonces, que la agenda de la equidad de género, de los derechos reproductivos, de la lucha contra la discriminación laboral, de su defensa ante acosadores y feminicidas, fuera relegada convenientemente por políticos y partidos políticos que si en el discurso apoyan la causa de las mujeres, en la práctica la desdeñan, ignoran y bloquean.
No hay otra manera de interpretar la inexplicable actitud desdeñosa e injuriosa del Presidente López Obrador ante lo que él llama “simulación del feminismo”, una manera que tiene de dar a entender de que a las mujeres y sus causas las manipulan intereses políticos.
Ni encuentro argumentos suficientes de parte de los que defienden a Félix Salgado Macedonio, militante de Morena, personaje muy cercano a López Obrador (algunos afirman que son compadres), y aspirante a la Gubernatura de Guerrero, en el sur de México, cuando acumula demandas por violación y acoso sexual, acusaciones gravísimas que hubieran bastado para, por lo menos, suspender su postulación hasta que fueran debidamente desahogadas en tribunales.
Los días previos y posteriores al 8 de marzo son propicios para hablar y resaltar la postración de la mayoría de las mujeres mexicanas, pero en realidad es un tema que debe estar permanentemente bajo nuestra atención sin importar el día y el mes.
Las mujeres mexicanas no merecen ser recordadas un día al año cuando 10 de ellas en promedio mueren cada día a manos de un feminicida, o cuando son golpeadas y amenazadas en sus hogares o acosadas en el transporte público.
No gritemos con euforia “¡vivan las mujeres!” cada 8 de marzo, mejor hagamos todo lo posible, cambiemos todo lo que tenga que cambiar, para que de inmediato dejen de morir asesinadas un promedio de 10 mexicanas cada día, una cada 2.4 horas, ¿es éste el país que se merecen?
