No concuerdo con la noción de que un debate entre candidatos a puestos de elección popular debe ser una pelea de perros, sin concesiones, que termine en la derrota y humillación de los contrincantes del candidato ganador.
Si quiero ver buenas peleas de box, acudo a YouTube a ver videos de Mohammed Alí o del mexicano Julio César Chávez. Si quiero ver buenos debates, vuelvo a ver el clásico debate entre John F. Kennedy y Richard Nixon de 1960.
Y si quiero ver un debate de altura el domingo 7 de abril entre Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez y Xóchitl Gálvez (en orden alfabético según sus nombres de pila), espero que haya discusiones intensas, pero orientadas a hechos y propuestas, no a las personas de cada uno de ellos.
¿Que se lance Xóchitl a la yugular de Claudia e ignore por completo a Jorge? ¿Que se limite Claudia a expresar sus lemas de campaña y a no morder el anzuelo de Xóchitl, también ignorando a Jorge? Y Jorge Álvarez, ¿se lanzará en contra de Xóchitl o aprovecharé el foro nacional para darse a conocer?
Si los candidatos se enfrascan en una batalla campal, el debate va a resultar completamente predecible, airado e inútil como herramienta de información para los electores.
Por supuesto, las personalidades de cada uno de los candidatos se mostrarán al público durante el debate: quién se crece al castigo, quien se empequeñece; cuál de ellos es mejor orador y expositor, quién registra mejor ante las cámaras de televisión, etcétera.
Un punto de la mayor importancia en el debate presidencial será ver a dos mujeres, de las cuales una será muy probablemente la próxima presidenta de México, dominar la escena de un debate presidencial –lo siento, Jorge- por primera vez en la historia mexicana.
Tanto Claudia como Xóchitl (en orden alfabético) harán historia en el momento en que inicie el debate. Serán ellas, durante la duración del evento, las que representen a las diversas y múltiples mujeres mexicanas, sus ideas y posturas, sus anhelos y carencias, tristezas y alegrías; ¿estarán las candidatas a la altura de esa responsabilidad?
Después del debate, ¿dejarán las candidatas en el electorado una impresión positiva respecto a que una mujer –cualquiera que sea la ganadora- es capaz de gobernar a un país de machos como presidenta de la república?
Finalmente, ¿demostrarán Claudia y Xóchitl con su personalidad, argumentos, control emocional y capacidad de discusión y debate, que sí se puede romper para bien el techo de cristal en nuestro país?
Lo mejor que puede hacer Jorge Álvarez Máynez en el debate presidencial es representar a la juventud diversa y policromática de México, darle frescura –por su edad- a la discusión y poner sobre la mesa los temas y problemas que le interesan a los mexicanos más jóvenes.
Por favor, señoras candidatas y candidato joven, piensen en los electores por sobre toda otra consideración en su preparación para el debate presidencial: no van a una lucha en el lodo, sino a mostrar a los ciudadanos que hay personalidad, sensatez y buen juicio para gobernar.
De gobernantes peleoneros y bravucones –como el inquilino del Palacio Nacional- ya estamos hasta el gorro, como se dice en Monterrey.
No más.