Mientras escribo al calor de las últimas noticias procedentes de Nueva York sobre la acusación del gran jurado de la Corte de Manhattan en contra de Donald Trump por su relación con “Stormy Daniels” (nombre artístico de una actriz de cine para adultos), no dejo de pensar en algo que traía en la cabeza desde hace meses.
Respecto a la decena de investigaciones judiciales abiertas contra Trump, su familia y empresas, ¿no estaremos viendo el panorama legal similar que enfrentará Andrés Manuel López Obrador (junto con familiares y aliados políticos) a partir del día siguiente del término de su gobierno (el 30 de septiembre del 2024) en que padecerá una batería de acusaciones judiciales?
Desde hace tiempo, percibo a AMLO siguiendo un camino que le conducirá al destino de pesadilla que hoy enfrenta el ex presidente Donald Trump: su posible culpabilidad en asuntos legales que lo podrían llevar a la cárcel, un lugar en donde ningún expresidente norteamericano contemporáneo ha estado, vaya, ni siquiera Richard Nixon.
El jueves 30 de marzo quedará como un día para la historia de Estados Unidos: por primera vez un ex presidente de ese país ha sido acusado por un gran jurado y deberá enfrentar juicio como cualquier otro ciudadano. Michael Cohen, el abogado de Trump, realizó supuestamente un pago de 130 mil dólares en 2016 a “Stormy Daniels” para que firmara un acuerdo de confidencialidad y no revelara una relación sexual con Trump, quien ya estaba casado con Melania Trump. Todo ello en víspera de la campaña presidencial de Trump y con dinero proveniente de los fondos de campaña, no de su bolsillo.
No es sólo un asunto de faldas, sino de uso ilegal de recursos. Al agravio cometido por supuestamente ser infiel a su esposa (cosa que Trump niega) se sumaría el cuestionable acuerdo de confidencialidad y el ilegal uso de recursos de los fondos de campaña.
El hilo del dinero sobre el que candidatos como Trump montaron sus campañas, su origen y utilización en asuntos oscuros e ilegales (“hush money”) es el hilo conductor hasta Andrés Manuel López Obrador, Morena y la opacidad que rodea a sus fuentes de financiamiento oscuro para campañas y actos de gobierno (“sobres amarillos”) desde hace años.
¿Se ha mirado ya AMLO en el espejo de Donald Trump? ¿Es posible que no vea en las hondas dificultades legales de su amigo gringo el futuro que a él le espera en México?
En su búsqueda por enjuiciar a los ex presidentes mexicanos por él más aborrecidos, ¿no habrá sentado López Obrador las bases para que sea él, posiblemente, quien enfrente múltiples batallas judiciales una vez que haya entregado el poder? Nadie sabe para quién trabaja, decimos en México.
Decisiones malas y costosas como la cancelación del aeropuerto en Texcoco, la construcción de una refinería en Tabasco, la disrupción de la cadena de distribución de medicinas, el deterioro del sistema de salud pública, el manejo de la pandemia de Covid-19 y la muerte (posiblemente evitable) de cientos de miles de mexicanos, el financiamiento ilícito exhibido en videos, las decisiones contrarias al TMEC, son apenas algunas causas posibles de acusaciones judiciales que asediarán al ex mandatario López Obrador y a los funcionarios que cumplieron incondicionalmente sus órdenes.
Parece imposible en la actualidad que AMLO, el poderoso presidente, vaya a revivir la pesadilla judicial por la que Trump atraviesa. No olvidemos, sin embargo, que hace pocos años parecía imposible que al poderoso presidente Trump lo pudieran tocar con el pétalo de una acusación en firme, como la que hoy enfrenta en Manhattan.
Nada es imposible en la política. Nadie es poderoso por siempre: el día del juicio llega inexorablemente. En el presente somos testigos del arresto de Trump; en el futuro ¿lo seremos del arresto de AMLO en México o Estados Unidos?