Escuché hace años una conferencia del Dr. Peter H. Smith (politólogo de la Universidad de California en San Diego, UCSD) a estudiantes en El Colegio de México en torno a un tema que le apasionaba: el reclutamiento de cuadros (es decir, gobernantes y funcionarios) para el sistema político dominado, en ese entonces, por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual resulta útil para entender el presente.
El sistema de reclutamiento implementado en la larga era priista funcionaba como un mecanismo de movilidad social para las clases media y baja. El requisito indispensable era contar con estudios universitarios en instituciones públicas (la UNAM de manera destacada) o privadas.
Además de tener un título universitario, cada quien se labraba su futuro pegándosele a un padrino o mentor en el gobierno. La mezcla entre talento y lealtad estaba más o menos equilibrada en partes proporcionales: tenían que ser lo suficientemente listos para dar resultados en la función pública encomendada, pero lo suficientemente leales al padrino para compartir su poder y prestigio, además de riqueza.
De esa manera, cada quien recibía beneficios: el PRI, que aceitaba su maquinaria imparable con los recién llegados; los políticos encumbrados, quienes tenían a su disposición la suficiente cantidad de “cuadros” para formar sus equipos de trabajo; y, por supuesto, los propios jóvenes profesionistas, para quienes se abrían oportunidades en la escalera del ascenso social.
El problema con la Cuarta Transformación es que copió mal el sistema de reclutamiento de cuadros y ascenso social del PRI. No me explicó por qué lo copiaron mal quienes, cuando eran priistas (López Obrador entre ellos), lo aprovecharon de maravilla, pero ahora lo han pervertido hasta dejarlo inutilizado.
La fórmula obradorista de “noventa por ciento de lealtad y diez por ciento de capacidad” trastocó profundamente el delicado equilibrio entre las proporciones de capacidad y lealtad del sistema priista. Por decirlo así: mataron a la gallina de los huevos de oro.
Al cerrar la Cuarta Transformación la escalera del ascenso social para la juventud universitaria, se interrumpió el manantial de talento nuevo de los “cuadros” recién llegados.
Por tanto, el gobierno morenista solamente recicla de un lado a otro al mismo conjunto de personas sumamente leales, es verdad, pero también sumamente incompetentes.
Si a ello sumamos otro grave error de la Cuarta Transformación, la cosa se pone color de hormiga: AMLO y los obradoristas rompieron la regla de oro de que, pase lo que pase, cada seis años se renovaba por completo el gobierno federal para dar paso a los que venían empujando desde abajo. Hoy, no quieren irse del poder ni dejarán llegar a nadie más.
Ése era un entendimiento fundamental: se hacía corte sexenal, se iban los que estaban y daban paso a los que llegaban. “El que alcanzó, alcanzó”, diría el ranchero en el baile; “yo a mis hijas me las llevo”.
El profesor Smith plasmó sus ideas en un libro de lectura necesaria para entender a la política en México, “Los laberintos del poder. El reclutamiento de las élites políticas en México, 1900-1971" (publicado en español por El Colegio de México, 1979), ideas que recogí a vuelapié en esta columna.
Al rememorar su obra sobre México, supongo que el profesor emérito de UCSD estaría preocupado por las consecuencias del rompimiento del sistema y las prácticas de reclutamiento de los “cuadros” para el gobierno morenista.
No hay propuesta alterna de los obradoristas para elegir atinadamente a sus cuadros, simplemente destruyeron lo que existía sin sustituirlo por algo mejor, práctica nefasta a la que nos tienen acostumbrados.
Perdido en “los laberintos del poder”, parece que al presidente López Obrador le ha llegado la hora de pagar la elevada factura por haberse rodeado de incompetentes.
La lealtad, incluso la de tipo incondicional y ciega, no lo salvará de entregar las malas cuentas de su gestión.