“No tiene ninguna importancia lo que usted haga en este mundo. La cuestión es lo que puede hacer creer a los demás que ha realizado”, Arthur Conan Doyle.
Andrés Manuel López Obrador ha convencido a millones de mexicanos de que está realizando una labor titánica en la transformación del país, de que sus logros no han sido mayores porque, en lo económico, se atravesó la pandemia del Covid-19, en lo social, los conservadores no lo han permitido para continuar con sus privilegios, en la educación, porque le dejaron una escuela con criterios neoliberales, en Salud porque recibió un tiradero y una serie de corruptelas, en Seguridad porque llegó a la presidencia en un país que se desangraba en medio de una espiral de violencia, cinco años no han sido suficientes para limpiar el desastre que recibió. Mucho menos para revertirlo y llevar al país al lugar luminoso que le corresponde.
La conclusión debería ser lógica en esta narrativa: se requiere más tiempo, más de un sexenio para reconstruir el país… y más poder para hacerlo, que nada, ni nadie, estorbe en el proceso de la 4T, ni un legislativo dividido, mucho menos un Poder Judicial que se apegue a lo que dice la Constitución, independientemente de si el líder dice otra cosa.
Algo así como lo que hizo en su momento Hugo Chávez, y ahora hace Nayib Bukele, establecer las condiciones para que se pueda plasmar la visión del líder, una visión que para desgracia de los mismos seguidores no se traduce en verdadera mejora, pero sí en dádivas que palian en el corto plazo sus necesidades, lo cual por cierto, no es poca cosa, solo que resulta insostenible en el mediano y largo plazo. Pero como dijera el clásico, lo que importa es ¡Hoy!, ¡Hoy!, ¡Hoy!
Como, parece ser que, Andrés Manuel no busca la reelección, propone una fórmula para que su pensamiento se traduzca en instituciones y leyes que conviertan en realidad su visión del futuro, cualquiera que esta sea.
De ahí que la andanada de iniciativas constitucionales en la recta final de su mandato, tiene una doble intención, por una parte, acorralar a la oposición que no apoyará varias de ellas por su obvia intención de concentrar el poder en el presidente y con ello dar un nuevo sustento a la narrativa que priva entre sus seguidores y buscar que salgan sí o sí a votar en junio próximo.
Hay, creo, una segunda intención: prefigurar un “amlismo” sin AMLO, una Cuarta Transformación Institucionalizada como, mutatis mutandis, diría Plutarco Elías Calles. Que sus puntos de vista tengan que ser considerados ley o, en el peor de los casos, permitir una vuelta a la presidencia en un futuro mediato, como lo hicieran Putin, Evo, Bukele y varios autócratas más.
AMLO nos ha contado su historia durante los últimos 20 años, una historia en la que él es un esforzado héroe que intenta rescatar al país de una mafia que se ha enquistado en el poder y ha transformado el cuerno de la abundancia en un páramo, millones de mexicanos compraron la historia, la hicieron propia y constituyen un núcleo duro de su voto, son por lo menos 15 millones de mexicanos que votarán sí o sí por él.
Si llegan a pasar algunas de las iniciativas, ya sea en el próximo periodo legislativo o en el siguiente en caso de que se cumpla con el plan C, lo más seguro es que a la próxima presidenta le estallará el país en las manos porque no hay economía en el mundo que resista y entonces sucederá el “necesariato”.
Porque en el imaginario colectivo, AMLO será como lo que es hoy Chávez en Venezuela, quien supo hacer las cosas, pero se equivocó en su sucesión, como lo señaló Jacques Rogozinski en El Financiero. https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/jacques-rogozinski/2023/09/11/e…
Se hará “necesario” un gran líder que sí sepa qué hacer para sacar al país del hoyo en que habrá caído y, no se requiere ser mago o adivino para prever quién sería ese único hombre capaz de realizar la hazaña. O de aparentarlo.
Así pues, resulta por demás necesario que en el legislativo Morena no tenga una mayoría tal que le permita cambiar a su antojo la Constitución.
