Durante muchos años, quizá desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tuvimos como sociedad la certeza de que el progreso era una línea recta que iría siempre hacia adelante, sin tropezones ni caídas, estábamos seguros de que los hijos vivirían siempre mejor que los padres y que el progreso sería para siempre.
Durante esa segunda parte del siglo XX y los primeros años del siglo XXI millones de seres humanos dejaron la pobreza extrema y mejoraron sus niveles de vida de forma extraordinaria, en el camino, como siempre, hubo quienes obtuvieron mayores ganancias que otros, pero de que el bienestar alcanzó a muchos, eso es innegable.
Tan dominaba el sentir de que la riqueza que se creaba era natural, que luego del crecimiento sostenido que se dio, se pensaba que, como lo dice Antonio Navalón, todo ser humano tenía derecho a una porción del pastel por el simple hecho de existir.
Pero no solo se piensa en una porción del pastel, sino que las porciones sean iguales, o lo más parecidas posibles, para todo mundo.
El por qué debería ser así es una forma de pensar derivada, creo, de las premisas de la Revolución Francesa, (Libertad, Igualdad y Fraternidad), un constructo derivado de la ilustración, de la confianza en la ciencia y la razón, por desgracia, al crear riqueza, generalmente quienes descubren primero dónde y cómo hacerlo, se llevan una gran porción de ella y el resto luego recibimos una parte de los beneficios.
Hoy, las cosas ya no parecen tan sencillas, desde hace años, a finales del siglo XX hubo quienes nos advirtieron que venía “el horror económico”, destacadamente Vivian Forrester, una sociedad en la cual amplios sectores de la sociedad no estarían integrados a la economía, ni siquiera para ser explotados, serían irrelevantes para todo fin práctico. Las migraciones que estamos viendo desde hace años, nos muestran parte de esa profecía cumplida.
También hubo quien nos dijo que parte de la población se transformaría en “nómadas”, Jacques Attali, de alguna manera ellos serían ciudadanos del mundo que llevarían consigo todos aquellas herramientas que les permitirían trabajar desde cualquier lugar, aprovechando toda la tecnología y haciéndose con una parte del pastel muy superior a quienes no entran en ese esquema. Algunos sectores de la CDMX pueden dar cuenta de lo que significa este fenómeno.
La globalización está mostrando signos de agotamiento, o de transformación, aún es pronto para estar seguros en qué acabará este momento histórico. Sin embargo, es claro que por ahora las nuevas generaciones difícilmente vivirán mejor que sus progenitores, salvo los ganadores en la economía tecnológica que nos espera o que, más bien, estamos viviendo ya.
Por eso el futuro ya no es lo que era.
Hay sin embargo, quienes son optimistas al respecto, ya que consideran que la propia tecnología traerá consigo un aumento en el nivel de vida de todos los seres humanos y los costos de esto tenderán a cero. Produciremos electricidad para nuestro propio consumo gracias a los paneles solares o generadores eólicos, los alimentos serán más baratos, dicen y habrá una especie de salario universal, solo por el hecho de existir.
Sinceramente, es un optimismo que no comparto, pero que espero encontrarme con que estaba equivocado, creo, sinceramente que por lo menos para las siguientes generaciones, el futuro ya no es lo que era.
Agradecimiento
Desde que MobilNews nació, salvo un muy breve periodo, he tenido la oportunidad de expresar mis opiniones sin cortapisa en sus espacios. Por motivos personales voy a tener que hacer un alto en el camino que, creo, será breve.
Agradezco a su director, mi amigo Edmundo Crespo, la oportunidad que me ha brindado y, como lo platiqué con él, espero sinceramente que sean solo unos meses, los menos posibles, los que estaré ausente de este espacio.
A quienes me han prestado su tiempo y atención leyendo mis opiniones les agradezco por ello y estoy seguro de que nos encontraremos nuevamente aquí.
Gracias.