Como si esto fuera lo último que harán en su paso por la política, los legisladores morenistas y sus aliados están cambiando el mapa político del país, el régimen que conocimos hasta hace unos meses, ya no existe, de facto vivimos una revolución que se traduce en un país diferente al que nos tocó vivir durante los últimos 30 años.
Parece como si Morena, o su líder, hubiesen leído a Francis Fukuyama y decretado en México el fin de la historia. Después de la Cuarta Transformación no habrá ningún cambio, tal como lo señaló en diferentes ocasiones el expresidente López Obrador, quien quería meter todo en la Constitución para que estos cambios no pudieran revertirse dada la estructura del Congreso de la Unión y de la manera en que se forman las mayorías en las Cámaras.
En ese sentido se manifestó Adán Augusto López, líder de los senadores morenistas y representante de YSQ en ese cuerpo legislativo, quien dijo que para que perdieran la mayoría habrán de pasar por lo menos 50 años.
El problema con esa forma voluntarista de entender el devenir histórico consiste en que en realidad la historia no concluye, además de no tener una deontología sino consistir en una creación humana por lo cual puede avanzar o retroceder en cualquier sentido.
Carpe Diem, dicen los legisladores en cada una de las decisiones que toman, viven el momento sin pensar en el futuro, sin pensar que México no es una isla en el contexto internacional, que hoy nadie puede abstraerse de la economía interconectada en la que vivimos.
Pero un poder tan grande trae en su seno la semilla de su destrucción, principalmente porque todos quienes participan de él se sienten con el derecho a su usufructo, llevando a fricciones y fracturas que al final siempre cobran y en este caso parece que el quiebre se está presentando en las alturas.
El movimiento en apoyo al segundo piso de la 4T es un indicio por demás claro de esa escisión que puede llevar a una guerra de posiciones al interior de este movimiento, ya que su líder tiene un proyecto de muy largo plazo, dinástico, en tanto que otros grupos en su interior desean escribir su propia historia en el aquí y el ahora.
En el caso en que se presente la escisión, uno de los dos grupos prevalecerá y detentará el poder, pero no resulta claro que pueda mantenerlo durante mucho tiempo, ya que si bien por ahora la oposición no representa gran cosa en términos legislativos puede sumarse a la fracción derrotada y romper las mayorías legislativas de Morena, y posteriormente su cuantía electoral pudiera ser aprovechada por alguna de las fracciones morenistas para negociar un nuevo equilibrio de fuerzas.
En ese caso, habría que ver si, la fracción más radical de Morena no dice, como lo dijera en su momento AMLO con respecto a Pemex y el país, si se tiene que hundir México, ¡Que se hunda! Todo al grito del muy mexicano: ¡Ingue su...!
López Obrador tiene en la 4T un proyecto de muy largo plazo, dinástico, en tanto que otros grupos en su interior desean escribir su propia historia, se ve un inevitable quiebre en el movimiento.
11/12/2024