En un día como hoy, pero en el año de 1772 nace en Londres, Inglaterra, David Ricardo, autor del libro "El alto costo de la moneda". Sus ideas monetarias son de una influencia decisiva en la economía mundial.
Algunos lo señalan como el padre de la economía.
Esta es una idea que, absolutamente, no sirve para nada. Igual que la economía.
Todos estamos preocupados por la economía, por el precio del dólar y por cuanto suben los precios en el mercado. Son cosas externas a nosotros y no podemos hacer nada al respecto, pero nos preocupan.
Entonces, de alguna manera, debemos dejar de lado las cosas externas a nosotros, las cosas por las que no podemos hacer nada y empezar a ocuparnos de nosotros mismos.
Establecer, por ejemplo, una guía que nos permita sentir si estamos caminando en la dirección correcta y que tan lejos estamos de nuestro objetivo.
La semana pasada hablamos de la voz interior que surge cuando le ponemos atención y dejamos de lado la cháchara mental que nos mantiene ocupados todo el día.
Esta guía, basada más en las emociones que en la lógica, necesita una estructura que cada quien tiene que adquirir o habilitar. Son los valores o creencias.
Seguimos trabajando, por ejemplo, porque tenemos una creencia acerca de nosotros que nos dice “el trabajo es bueno”.
Las personas que sufren de ludopatía, por ejemplo, cargan con una creencia que les dice “esta vez si ganarás”. Eso creen las personas que van al casino, mientras que la mayoría, que no van a los casinos, saben que no es así. No ganarán.
Pero ¿Cómo vencer esa poderosa fuerza que nos impulsa a seguir insistiendo?
De la misma forma en que podemos vencer la tristeza o la soledad. Haciendo “como si”.
Esto quiere decir que, en esos momentos, en que nos gana la sensación de la soledad, debemos hacer algunos cambios pequeños, que parecen intrascendentes, pero que son muy poderosos. Debemos sonreír.
Cualquiera se preguntaría ¿de qué y por qué, me tendría que sonreír? Pues por nada. Recuerde que esto no tiene nada que ver con la lógica, sino con las emociones.
El cuerpo sabe cosas. Las primeras veces cuando sentimos alegría el cuerpo aprendió, desde que éramos niños, una postura y un gesto para esa emoción en particular.
Así que ahora basta con reproducir la postura y el gesto para incorporar al cuerpo esa emoción que la creó.
¿Recuerda la postura que adoptan los bebes, cuando están llorando, y de pronto aparece frente a él su madre? ¿Recuerda que, inmediatamente, el bebé deja de llorar?
El cuerpo sabe.
Entonces basta poner una sonrisa en el rostro y sostenerla por unos segundos para que el cuerpo e licite la emoción.
Así mismo, cuando la persona entra en un estado, o siente un estado, y sabe que no es buena, digamos la ira, el enojo, o la tristeza, basta con adoptar la postura de la alegría, para llevar a la persona a un estado emocional más saludable.
Entonces, cuando queremos construir una estructura mental, que nos impulse a vivir la vida de manera sublime, extraordinaria. Lo que tendríamos que hacer es vivirla “como si” nuestra vida fuera extraordinaria y sublime.
Parece un asunto de locura, pero es real, porque todas las vidas de todos son extraordinarias y sublimes, es solo que no lo creemos.
Es solo que no nos damos la oportunidad de darnos cuenta de ello.
No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.