No somos como islas, a las que nadie llega. Al contrario, somos como puentes que comunican un lugar con otro.
Para comunicarnos normalmente usamos palabras, mensajes, emojis, acrónimos y a veces hasta un cuadro en blanco, o negro, que comunica algo.
Recientemente leí que una persona, que perdió un ser querido, como fue el caso del fallecimiento del nieto de Robert de Niro, que publicó en sus redes solo un “cuadro negro” para expresar algo. Su dolor quizás.
Publicar en las redes no requiere mucho contenido, pero si mucho ingenio. Puedes publicar lo que sea y no te verá nadie. Puede publicar algo ingenioso y llamaras la atención.
Ese es un mundo, el de las redes sociales, que se antoja muy complejo. Requiere, creo yo, estar viviendo en una cultura social distinta, una cultura previa en la que debiste haber nacido.
Una cultura en la que únicamente existe la TV plana, a veces curva, con control remoto. Una cultura donde tetris es solo una palabra que no significa nada.
Estamos como en el interludio de muchas culturas que conviven, culturas sociales que no terminan de desaparecer y culturas emergentes que nadie sabe hacia donde se dirigen.
Lo que no pasará, lo que no desparecerá, al menos eso creo, es la necesidad de escribir.
Podemos mandar “mensajes encriptados” que solo entenderán unos pocos, aquellos que pertenecen a esa subcultura.
O podemos escribir relatos, historias, ensayos, artículos, que podrán entender, y mostrar interés, grandes segmentos de personas.
Podemos escribir como terapia, para dejar salir las cosas que sentimos y que, al ponerlas por escrito, nos obligamos a reflexionar, a darle un orden, un contexto, una dimensión real. Y solo por haber seguido ese proceso, nuestro espíritu encuentra un poco de paz y un alivio.
O podemos escribir para decirle algo a la comunidad, por ejemplo, a la gente con la que compartimos, todos los días, el autobús que nos lleva de San Nicolás al centro de la ciudad de Monterrey. Personas que se levantan a las cinco de la mañana para llegar al trabajo antes de las ocho.
Decirles que tenemos derecho, por ejemplo, de un servicio con aire acondicionado en verano o de calefacción en invierno. Y tenemos derecho de más autobuses y mejores vialidades.
O podemos escribir para decirle a nuestros compañeros, de un gremio en particular, por ejemplo, los ingenieros. Para decirles que la ingeniería es una profesión honorable y que son portadores de conocimientos y habilidades que los hacen privilegiados. Conocimientos que crearon el siglo XXI y todas las maravillas innovadoras que ahora usamos como objetos comunes.
Hay muchas razones para escribir, la principal es que queremos comunicarnos con alguien para decirle algo. Desde un mensaje de amor incondicional de un padre a su hijo. Hasta un mensaje político para convencer a un grupo.
Uno podría preguntarse ¿qué se necesita para empezar a escribir?
Lo más importante es saber a quien le quieres escribir. Saber a quién le quieres dirigir tus palabras. Quién es tu público.
Y después, qué cosas les quieres decir. Para qué se las quieres decir. De qué les servirá leer lo que tu estas escribiendo. Como escritor tienes que saber, y estar seguro, de que lo que escribirás le será útil a tu lector.
Y esto ultimo tiene muchas dimensiones: lo entretiene, le informa, le impulsa a hacer algo, le hace reflexionar, le podría cambiar su manera de ver el mundo. A partir de lo que has escrito ¿verá de otra manera a las autoridades?
Son solo ejemplos que develan la intención de aquel que escribe.
En el internet hay muchas listas de tips y recomendaciones para aquellos que quieren escribir.
Sigo pensando que la principal es decirle algo importante a un grupo de personas que me interesan: mi público.
Por eso digo que no somos islas, sino que somos como puentes que relacionan, atan, unen, nos llevan de un lugar a otro. Comunicamos.
Nuestra primera mirada, al nacer, es como un anhelo de conocer y reconocer. El reconocer quien nos arropa, nos alimenta, nos proporciona seguridad y confort. Desde luego al nacer no hay conciencia ni de quién eres ni con quién estas. Solo eres.
Pero aun en ese instante, cuando más puro es el ser que habita el bebe, nuestro ser busca saber, comunicarse a través de las sensaciones que recibe su piel para reconocer una emoción de aceptación, de amor.
Desde ese primer momento nos estamos comunicando, aunque no tengamos conciencia de qué es lo que está pasando a nuestro alrededor.
Y quizá, lo primero que sentiremos después de abandonar este corpóreo envoltorio en el que vivimos, sea similar al primero. Al llegar a esa otra dimensión de la vida, tengamos de nuevo una mirada de anhelo de saber, de conocer, de comunicarnos con lo que nos rodee en ese nuevo momento de la vida.
No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.