Esta semana recordé, por razones un poco oníricas, el disco long play del grupo tecno pop español Mecano, Descanso Dominical.
Celebramos con una cena, el cumpleaños 34 de mi hijo y recordé, cuando él apenas tenía poco más de un año, que los domingos solía poner el disco de Mecano y bailábamos en el comedor, en el que no había mesa, solo el espacio, al ritmo del “blues del esclavo”.
Sin duda este disco, Descanso Dominical, es uno de los mejores que se editaron en su momento. Este fue su quinto y penúltimo álbum de estudio y salió al público el 24 de mayo de 1988, hace dos meses este long-play cumplió 35 años.
El disco tenía 14 melodías, pero vea esto, de las 14 melodías nueve de ellas fueron éxitos mundiales: Hermano sol, hermana luna; Mujer contra mujer; Los amantes; No hay marcha en Nueva York; El blues del esclavo; La fuerza del destino; Quédate en Madrid; Héroes de la Antártida y Eugenio Salvador Dalí.
Es algo fabuloso, este disco fue el más influyente y decisivo de Mecano.
Pero lo que mas me impacto esta semana fue la frase “la fuerza del destino”.
¿Existe tal cosa, existe un destino?
Si a esto le agregamos la manera como presentan la visión de Hopenheimer, en la película, mientras observa, con los ojos abiertos los cambios del universo, esto está para alucinar.
Primero tenemos que aceptar que el universo no está estático. No está terminado. Está en proceso de creación y sigue creándose minuto a minuto, segundo a segundo.
Incluimos, además, que el tiempo del universo no es el mismo que el nuestro. Si pudiéramos quedarnos estáticos, por ejemplo, podríamos ver como crecen y mueren las plantas, o los animales, o las grutas y montañas. Podríamos observar como se mueven los desiertos y las plataformas marinas y los continentes.
Pero hay algo más simple, si miramos en retrospectiva nuestra propia vida, podremos observar como hemos ido cambiando de un lugar a otro, de una relación con un grupo a otros muchos grupos.
Y si nos preguntamos ¿Por qué entre a estudiar contabilidad? O ¿quién me presentó a mi actual esposa y porque conocí a esa persona?
O, por ejemplo, mi propia vida, ¿por qué tenía que venir a vivir a Monterrey? ¿era necesario venir a Monterrey para conocer, 43 años después, a esa persona? ¿Por qué me involucre en la comunicación corporativa y el manejo de conflictos y crisis? ¿por qué acepte la invitación para escribir en El Financiero?
Al responder todos esos porque, no hay la menor duda en aceptar que hay como un movimiento de corrientes de vida, corrientes de energía, que nos llevan y nos traen de un lado para otro. Como ir navegando en un rio.
Yo creo que a eso se refería Nacho Cano al señalar que existe algo llamado “la fuerza del destino”
Entonces, es factible aceptar que influimos en la creación del universo, cuando lo observamos con detenimiento.
Es posible que si estamos en paz podemos sentir esas fuerzas de vida que nos empujan en una dirección y que, con nuestra observación, modificamos lo que nos rodea para incorporarnos a esas corrientes de energía, de vida, que nos llevan como de la mano.
Entonces también es posible que el más grande pecado sea justamente eso, errar en nuestra elección. Pecado proviene del latín “pecattum” que significa, en la forma como lo usaban los romanos, errar al blanco.
Entonces nos equivocarnos al elegir oponernos al sentido de la vida, que no se trata del destino, sino que se refiera a lo que la vida nos trae para cada uno de nosotros.
Cuando nos oponemos entonces sufrimos las consecuencias de nuestra elección.
Entonces parece que ahora tiene sentido que existan personas a las que todo les sale bien y existen otras a las que nada les da resultado.
Podría ser que nada les funciona porque ¿Se oponen sistemáticamente a lo que la vida les ofrece, se oponen a la fuerza del destino?
Yo creo que la fuerza del destino está ahí. Con nosotros o sin nosotros está actuando.
Podemos influir en ello, yo creo que sí.
Pero no basta con solo hablar, la palabra no cambia nada. Tampoco podemos influir en ella viviendo aceleradamente haciendo cosas. No es tampoco hacer cosas ni vivir en acción, el secreto no está en hacer.
Yo creo que para los humanos todo está en la intención. Todo.
Si no hay intención es inútil hablar o actuar, porque no significa nada.
Solo con la intención la idea, la palabra y la decisión, tienen sentido.
La vida nos trae una y otra vez cosas, personas, ideas, para que aprendamos, para que lo incorporemos a lo que somos.
Pero la única manera de incorporarlo a nuestro ser es poniendo ahí, no solo la atención, sino también la intención y la voluntad. Solo así podemos participar de la creación y la expansión del universo, a nuestro nivel terrenal, humano.
Continuaremos con este tema.
No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.