La salida del gobierno de Waldo Fernández es interesante por los motivos que manifestó al hacerlo, por el “timing†en que lo hizo y por el espacio que deja por llenar dentro de la estructura del gobierno estatal.
En el comunicado que anunció su salida, afirmó que el Estado está sumido en una crisis polÃtica y dio a conocer su decisión ante la “situación de polarización que prevalece en la escena polÃtica estatalâ€. Adicionalmente afirmó que se dará tiempo para reflexionar frente al proceso electoral del 2021.
Lo que Waldo dice respecto al desorden y caos en el gobierno no es ninguna novedad, está a la vista de todos, entonces ¿para qué declarar algo que todos sabemos o en el peor de los casos suponemos? Para distanciarse, no para anunciarnos una novedad.
Anuncia su salida mandando señales de alerta como para evitar que el sexenio termine en un absoluto deterioro. Lo dijera o no en su renuncia, parece ser que eso sucederá independientemente de sus palabras de alerta.
¿El mensaje lo dirige a un gobernador que no quiere escuchar y a un Gabinete que mudo y complaciente camina de puntitas para que no se le voltee a ver?; quizá. Lo que no podemos negar es que este gobierno no ha podido articular una estrategia de comunicación que le permita hacer públicos sus logros y aciertos (en caso de que los haya).
El gobierno al que renunció Fernández parece que no le extrañará tampoco. Sin desdén, pero con poca atención, su ex jefe solo lo vio retirarse sin entrar en polémicas ni abundar en las declaraciones emitidas.
Waldo Fernández cuenta con poca experiencia en la vida pública y electoral. Es una figura más conocida en las cúpulas que en las bases y desde esa pequeña pero importante plataforma entendió que, lo que no se podrÃa corregir en este gobierno le harÃa daño, ya sea a su reputación profesional o a sus planes para el futuro, si es que los tiene para continuar en el sector público.
En el gobierno estatal, Waldo ve polarización, se queja de que no le hacÃan caso, que no le daban información para promover una buena y clara comunicación. Es decir, no podÃa hacer su trabajo. En ese escenario es congruente retirarse si sus acciones llegaron a ser irrelevantes.
El pendiente ahora es saber quién será nombrado para sustituirlo. Si no se le sustituye pronto entonces sabremos que no era tan importante para el gobernador o que de plano no tiene con quién hacerlo. Ambos escenarios apuntalan y dan razón a los motivos de su retiro.
A varios dÃas de la ausencia de Waldo ¿qué tenemos? Nada, no ha pasado nada. Ni nombramientos de su sustituto, ni avances en la calidad de comunicación del gobierno y ni idea de que está pasando, salvo que no pasa nada.
Todo al estilo de la casa, en la que se postergan las decisiones y se hace como que no pasa nada.
Mientras los pendientes por resolver se siguen acumulando, los dÃas pasan. Quienes se quedan trabajando en el gabinete seguirán despachando en sus oficinas y obedeciendo a su jefe, continuarán viendo cómo pasan los dÃas y se extingue la oportunidad de haber hecho un gobierno diferente, de haber sido relevantes para la historia de Nuevo León o al menos por haber cumplido sus promesas de campaña.
Lo innegable es que Waldo ya no está y parece que nadie lo extraña. Waldo pide con su retiro un golpe de timón y el gobernador opta por continuar, sin hacer acuse de recibo. ¡Que lástima por nuestro querido estado y por el tiempo que perdió Waldo!