En un escenario cercano a una guerra mundial, ir a un país aliado a Putin acompañado del “Gabinete de Guerra” no deja de ser una mala señal.
Aunque la falta de protocolo caracteriza a López Obrador, no parece haber ninguna inocencia en visitar al dictador Díaz Canel acompañado de los jefes del Ejército y la Marina.
Más cuando se trata de un dictador al que saludó en México inclinando la cabeza y en plenas protestas contra la dictadura cubana le envió ayuda económica y logística.
Todo indica que el aspirante a líder de la izquierda continental ya perdió la brújula, no entiende lo políticamente correcto y quiere cabildear contra Washington.
López quien se ha negado a enviar ayuda a Ucrania y quien nunca ha calificado de invasión la escalada militar de Rusia, sí envío paquetes de ayuda a La Habana.
El gobierno de México envió en julio de 2021 medicamentos, alimento, tanques de oxígeno, cubrebocas, jeringas, comida y 100 mil barriles de diésel “para abastecer de energía a hospitales de la isla”
Tratándose de Rusia, Cuba, Venezuela, López sólo aplica la parte de política exterior, la del artículo 89, que habla de la no intervención, de la “autodeterminación de los pueblos”.
Pero de “la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza” y del “respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”, nada.
Pero se olvida de aplicar la solución pacífica de las controversias y la defensa a los derechos humanos que Vladimir Putin ha hecho pedazos en Ucrania con sus crímenes de guerra.
“Nosotros no podemos estar a favor de ninguna invasión, pero al mismo tiempo procuramos ayudar a que se dialogue y se busque la paz (…) en el conflicto Rusia-Ucrania faltó diálogo”, alega.
Con ese “faltó diálogo”, olvida los miles de civiles muertos, las amenazas rusas de atacar a Polonia, de usar armas nucleares, y se calla como momia.
La única critica a la invasión rusa que hace López, es por el incremento en la inflación, pero nunca habla de invasión rusa le dice: “Guerra de Rusia y Ucrania”.
Cada vez que la prensa lo obliga a hablar de la invasión, sale con sus exabruptos, de que si México ha padecido invasiones, pero no censura la “invasión rusa”.
Pese a que ha sido emplazado por Estados Unidos y los países de la OTAN a que tome partido, López Obrador se ha escondido y la pregunta es ¿Qué le debe a Putin, a La Habana, a Maduro?
El macuspano nunca ha negado la acusación que le hizo en CNN el periodista mexicano Max Aub, quien afirmó que Hugo Chávez y Nicolás Maduro le enviaban dinero.
Tampoco ha habido una negativa tajante de los señalamientos de la CIA de que Rusia lo apoyó durante la contienda presidencial de 2018, con manejo de redes.
Por eso nada bueno puede resultar de la visita a la Habana disfrazada con una gira apresurada por países de Centroamérica, la cual surge después de un ríspido ciber encuentro con Biden.
La agenda delineada por el macuspano suena bofa: “Vamos a dar a conocer nuestra política en materia de desarrollo regional, de cooperación y de amistad entre los pueblos”.
Tal intención pudo haber sido cierta hace 100 años, pero en esta sociedad del conocimiento, informar tales cuestiones no requiere de algo más que una teleconferencia.
¿Necesita al Canciller, al jefe del Ejército, al jefe de la Marina Armada, para informar su postura en materia de desarrollo regional, cooperación y de amistad?
La extraña visita suma a la defensa de López de que Cuba debe ir a la Cumbre de las Américas, de que, al hablar del bloqueo de Estados Unidos, se olvida de la mentada autodeterminación.
El aspirante a dictador parece olvidar que Washington sabe utilizar la política del garrote y que nunca han sido suavecitos contra líderes que se oponen a sus intereses.
Y el macuspano vaya que ha golpeado intereses de empresas estadounidenses y ahora parece empeñado en justificar una intervención. Lo malo es que México paga.