El dato es escalofriante.
La economÃa mexicana sufrió en el segundo trimestre de 2020 su desplome mayor en la historia.
Cayó, según ayer informó el INEGI, 18.9% respecto al mismo trimestre de 2019.
No hay precedentes.
Ni en 2009, en la crisis de influenza por el H1N1 durante la administración de Felipe Calderón cuando en el segundo trimestre de ese año la actividad productiva bajó 7.7%. Hoy 2.4 veces más.
Ni en la crisis de 1995, cuando la sacudida, vista trimestralmente, fue de 8.6%, en tiempos de Ernesto Zedillo. Ahora fue 2.2 veces más.
Más aún, superior a la del Gran Depresión de 1932, en tiempos de Lázaro Cárdenas, cuando los registros históricos, marcan un declive brutal, de alrededor de 14.2% del PIB.
Ahora en este fatÃdico 2020, la baja fue 4.7 puntos mayor.
Las consecuencias sociales ya están a la vista: mayor desempleo, incremento en la pobreza, exacerbación de la inseguridad y riesgos de inestabilidad social.
Conocemos la razón:
La crisis económica mundial que detonó el COVID, y derribó como un castillo de naipes los sistemas productivos de las naciones a lo largo y ancho del planeta.
Mucha tinta se derramará sobre el carácter draconiano de la caÃda.
Empero, la pregunta central es la siguiente:
SÃ, es cierta la inevitabilidad de la caÃda, pero, ¿qué tanto de esa debacle económica, obedeció a la crisis mundial y en qué grado a las polÃticas de la actual administración?
Tan importante es la magnitud del descalabro, como su causalidad.
Una vista detallada del planteamiento permite inferir que por lo menos la tercera parte de esa caÃda obedece a factores de casa, derivados de la cuarta transformación, y el resto es de naturaleza importada, concerniente a la crisis mundial.
Ningún indicador es más contundente para probar esta hipótesis que la comparación de las caÃdas en el mismo perÃodo de tiempo -el segundo trimestre- entre las economÃas de México y los Estados Unidos.
Ambos paÃses dieron a conocer ayer sus datos del PIB.
Desde los 90’s, cuando se detonó el acuerdo de libre comercio ambas naciones tuvieron comportamientos similares en su ciclo económico, con patrones de altas y bajas parecidos.
No hay hilo negro: la razón es la interdependencia económica creciente -a niveles récord en la historia de los dos paÃses- producto del alza notable del comercio exterior y las inversiones.
Al momento de la irrupción de la crisis del COVID, más del 80% del comercio exterior, y más de la tercera parte de la inversión extranjera provenÃa de los Estados Unidos.
De modo que esto se reflejó en una dinámica de crecimiento muy cercana entre los dos paÃses.
Esto fue cierto…hasta que llegó AMLO al poder.
AhÃ, se despegó el ciclo.
Como puede verse en la gráfica, la economÃa mexicana en el segundo trimestre del 2020 se desplomó casi el doble -sobre las mismas bases de comparación- que la de los Estados Unidos.
El INEGI reportó ayer que la baja del PIB en México fue de 17.3% del segundo trimestre del 2020 respecto al primer trimestre.
En contraste, en los Estados Unidos, en el mismo perÃodo la caÃda fue de 9.5%
Casi dos veces más.
Nunca en los últimos 20 años se distanció tanto el comportamiento de las economÃas de los dos paÃses.
Ambas naciones padecieron el mismo problema: la contingencia sanitaria, del COVID.
Los dos paÃses sufrieron los impactos del Gran Confinamiento, como llamó el FMI a la paralización de actividades económicas derivada del COVID, que dislocó la actividad productiva.
¿Porqué -entonces- uno de los socios comerciales -México- se hundió casi el doble?
A la misma conclusión se llega si se compara la tasa anualizada de comportamiento del PIB, es decir la estimación si la caÃda del segundo trimestre se mantuviera durante cuatro trimestres.
En Estados Unidos este desplome anualizado fue de 32.9%.
Y en México, esta baja anualizada alcanzó una caÃda mayúscula de 53.1%.
Otra vez, ¿a qué se debió esta disparidad en la crisis si ambas naciones?
La explicación radica en las polÃticas económicas que tomó la administración del gobierno de López Obrador.
Hay tres razones principales.
Primero, el desaliento a la inversión nacional y extranjera.
El sexenio es antiempresarial. Ejemplos sobran: el más reciente, la embestida contra las energÃas limpias.
Segundo, la inacción fiscal, la negativa a apoyar a empresas y trabajadores, durante la tempestad económica que llegó de fuera.
Y, tercero, malas decisiones económicas. Proyectos improductivos, como la RefinerÃa de Dos Bocas, o el Tren Maya, o una polÃtica de protección a ultranza en Pemex, que pierde dinero a borbotones y consume recursos vitales para la nación.
Las consecuencias están a la vista.
Del pozo al que cayó México, en la conjunción del estallido de una severa crisis mundial mal tratada, se tardará mucho en salir.
Ya lo anticipó esta semana Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México: ante la magnitud de la caÃda – la economÃa puede bajar hasta 10.5% en 2020- se retrasará la recuperación.
El número de empleos formales perdidos, que rebasa el millón de marzo de junio, escalará a 1.8 o 2 millones, inevitablemente.
La masa laboral se empobrecerá, engrosando las filas de la economÃa informal.
Diez millones de mexicanos se sumarán a las filas de la pobreza.
A cuatro años de que finalice la administración, en materia de crecimiento, parafraseando a GarcÃa Márquez, es una Crónica de una Muerte Anunciada:
Será un sexenio perdido.
Es inevitable: la retórica oficial se estrellará contra la realidad, en una trama que se tejió afuera y se entendió mal, adentro.
PUBLICADA EN SDP NOTICIAS