Las creencias, prácticas e identidades religiosas siguen siendo un fuerte componente de la sociedad mexicana. Según la más reciente Encuesta Mundial de Valores, el 75 por ciento de los mexicanos considera que la religión es muy o algo importante en sus vidas; el 95 por ciento cree en Dios; el 90 por ciento afirma que hace rezos u oraciones en algún momento, mientras que el 62 por ciento lo hace de manera más o menos frecuente; además, el 60 por ciento de los mexicanos asiste a servicios religiosos por lo menos una vez al mes, mientras que el 43 por ciento asiste por lo menos una vez a la semana.
A su vez, y junto con el sentido religioso, en México también prevalece una fuerte creencia de que el Estado es y debe continuar siendo laico. Así, la gran mayoría de los mexicanos puede moverse entre la religión y la laicidad sin mayor problema. Se ve con naturalidad, e incluso con aprobación, a un futbolista en televisión persignarse con la señal de la cruz o elevar su mirada y brazos al cielo; también son naturales las reacciones de desaprobación si el que hace algún gesto o declaración religiosa es un político o un gobernante en un acto público. La separación Iglesia-Estado parece estar bien arraigada en la cultura política nacional.
Con la cuarta transformación hay la posibilidad de que se replanteen algunos temas religiosos. La alianza de Morena y el PT con Encuentro Social ya traía un componente religioso. Según la encuesta CNEP realizada después de las elecciones, el 17 por ciento de quienes votaron por el PES para diputados federales, dijo pertenecer a algún tipo de asociación religiosa, una proporción mucho más alta de lo obtenido por cualquier otro partido, incluido Morena. Con el PES fuera de combate, por lo menos como partido, toda vez que esta semana se hizo oficial la pérdida de su registro, la pregunta es si el impulso religioso continuará.
En principio podría esperarse que sí. En sus recientes memorias de la campaña presidencial, Tatiana Clouthier se pregunta: “¿Cómo digerí la alianza con ese partido?” Y ella misma responde: “En primer lugar, Andrés tiene creencias religiosas fuertes, y yo veía una asociación directa o natural de una parte de los cristianos; más allá de quién estuviera ahí metido, veía una oportunidad para que los sectores más tradicionales apoyaran a Andrés Manuel” (Juntos hicimos historia, p. 60).
Uno de los asuntos que se ha puesto en la agenda en días recientes es el de concesionar canales de televisión y radio a organizaciones religiosas. De acuerdo con una encuesta telefónica nacional de El Financiero realizada este mes de marzo, el 45 por ciento está de acuerdo con la concesión de canales de televisión y radio a iglesias evangélicas. En contraste, otro 45 por ciento dijo estar en desacuerdo con dicha concesión, y el 10 por ciento restante no dio una opinión al respecto.
En el tema de la concesión de medios a grupos religiosos, la opinión pública está agudamente dividida. En donde más se apoya la idea, con un acuerdo de 56 por ciento, es en la región sur del país, donde hay una proporción importante de la población que pertenece a iglesias cristianas evangélicas. Por el contrario, en el centro del país, incluida la Ciudad de México, se observa la mayor oposición, con 61 por ciento en desacuerdo con concesionar canales de TV y radio a iglesias evangélicas. Según la encuesta, el apoyo a tal concesión proviene de mexicanos con menores niveles de escolaridad, mientras que el mayor rechazo se observa entre quienes tienen estudios universitarios.
Cualesquiera que sean los pasos que dé el gobierno en este y otros asuntos de religión, será un gran reto para la democracia mexicana conciliar los distintos puntos de vista que imperan al respecto. Algunos aplaudieron la despedida al PES, pero basta ver las encuestas para darse cuenta que el impulso religioso de los mexicanos es mucho mayor que un partido que no alcanza el registro.