La fecha 19 de septiembre genera temores entre una buena parte de los capitalinos debido a los sismos de más de 7 grados que afectaron a la Ciudad de México en 1985 y en 2017. De acuerdo con una encuesta de El Financiero realizada entre habitantes de la ciudad a principios de este mes de septiembre, el 46 por ciento de los entrevistados afirmó que los sismos le producen mucho miedo y el 35 por ciento dijo que le dan algo de miedo. Por otra parte, el 17 por ciento dijo que siente poco miedo de los movimientos telúricos y sólo el 2 por ciento no siente nada de miedo.
Los miedos a los sismos no se distribuyen parejos, hay diferencias generacionales hasta cierto punto entendibles. Según el sondeo, el 56 por ciento de los mayores de 50 años dijo sentir mucho miedo de los sismos, frente a un 43 por ciento en el grupo de 30 a 49 años, y 39 por ciento entre los de 18 a 29 años. Parece que una experiencia sísmica acumulada ha dejado “fallas” emocionales más grandes entre las generaciones de mayor edad.
Al preguntar específicamente si la fecha del 19 de septiembre les da temor o no, el 23 por ciento admitió mucho temor, el 26 por ciento algo de temor, el 26 por ciento poco temor y el 25 por ciento nada de temor. Si bien los capitalinos están divididos a mitades en esto (49 por ciento siente mucho o algo de miedo, y 51 por ciento poco o nada de miedo), la fecha por sí sola no genera tanto miedo como los sismos en sí, que pueden ocurrir en cualquier momento, pero no deja de ser un temor bastante amplio.
Los sismos, y algunos dirían que incluso las alarmas sísmicas, pueden resultar traumatizantes. Es muy probable que hoy en día tengamos una cultura más adaptada a las emergencias sísmicas en la ciudad, gracias en parte a los simulacros y medidas que se han venido tomando con el tiempo. Sin embargo, la parte emocional sigue ahí y los capitalinos somos una población altamente sensible a la posibilidad de movimientos telúricos. La noción de “tierra firme” nos evade.
A todo esto hay que agregar otro tipo de movimientos, otros “sismos”, que no sólo abonan a los temores, sino también a la preocupación de una buena parte de los capitalinos. Me refiero a los movimientos de los edificios y construcciones provocados no por las placas tectónicas, sino por el tránsito pesado. Quizás usted ha sentido o siente que algún edificio o construcción se mueve cuando pasan vehículos pesados, como camiones, pipas, tráileres, doble remolques, o algo parecido. En ese momento, las vibraciones pueden llegar a dar la sensación de que está temblando, y al sentirlas la persona puede quedarse esperando unos segundos a ver si se trata de un sismo o simplemente de algún camión pesado. No son sismos, por supuesto, pero el sentido de temor por los movimientos está ahí, en muchos casos como un rasgo normalizado de la ciudad.
Para ponerle números a esa sensación, preguntamos en la encuesta a la gente si su casa o edificio se mueve cuando pasan vehículos pesados. El 36 por ciento dijo que sí y 64 por ciento dijo que no. Poco más de un tercio de los capitalinos experimenta regularmente esos otros “sismos”. Es muy probable que esos movimientos se sientan en edificios cercanos a avenidas principales o que sirven como vías de circulación a vehículos pesados. No sé cuál sea el límite de peso de los vehículos en la Ciudad de México, pero seguramente los movimientos se intensifican con los vehículos más pesados y durante las horas más recurridas o con mayor flujo de tránsito pesado.
Si cree que el 36 por ciento que siente movimientos en su edificio es alto, le comento que en septiembre de 2018 esa misma pregunta arrojó 45 por ciento. Apenas hace dos años, la sensación de esos otros “sismos” era casi 10 puntos más alta. Podría pensarse que el bajón se debe al menor tráfico durante la pandemia, pero cuando se hizo la encuesta nueva, el tránsito en la ciudad estaba al 80 por ciento. Quizás no debería haber tanta diferencia. El asunto es que los vehículos pesados sí provocan esos movimientos. Quizás no hay muchas quejas al respecto, pero quedan ahí los datos, y el asunto, para reflexionarse. Así vivimos los capitalinos.