El voto de las mujeres en los comicios del 6 de junio podría ser uno de los temas centrales y más interesantes de este año electoral. En dos años consecutivos, los movimientos de mujeres y grupos feministas han cimbrado a los distintos niveles de gobierno en torno al 8 de marzo. Sus preocupaciones, reclamos y expectativas van más allá de una expresión puramente electoral, y tienen que ver no sólo con cambios en acciones de gobierno, sino también con cambios profundos en la sociedad. El muro, tanto el literal como el simbólico, que el gobierno ha puesto ante esos reclamos, podría tener un costo electoral. De haberlo, ¿de qué tamaño podría ser ese costo?
Las mujeres en su conjunto representan más de la mitad de la lista nominal de electores: 52 por ciento. No obstante, el segmento de mujeres que se han mostrado más críticas al gobierno y menos afines al partido gobernante son las mujeres jóvenes con estudios de nivel medio o universitario, cuyo peso total del electorado representa entre 10 y 15 por ciento.
Ese segmento de mujeres jóvenes y escolarizadas puede ser minoritario en proporción, pero ha sido particularmente ávido a la movilización de la ola feminista y es quien, en buena medida, ha levantado la voz ante la violencia de género, los feminicidios, el acoso y el hostigamiento, entre otros. También es un segmento altamente sensible al manejo que el Presidente y su gobierno le dan a esos temas, como en el caso de la controvertida candidatura de Morena a gobernador de Guerrero.
Además de la violencia y los feminicidios, las voces de protesta también incluyen diversos aspectos de la equidad de género y de derechos de las mujeres, en especial el derecho al aborto. Las encuestas revelan que hay distintos niveles de apoyo a esas diversas causas del movimiento.
En el tema de la violencia contra las mujeres es en donde más apoyo social se observa. Los feminicidios, así como las protestas contra éstos, han concientizado a la sociedad. Eso ha sido un gran avance, pero no basta; la violencia desafortunadamente continúa. Las encuestas revelan que en México persisten actitudes y valores tradicionales que se erigen como el verdadero muro ante el empoderamiento femenino. Quizá para que eso cambie se requiere una transformación valorativa más profunda, lo cual lleva tiempo.
Las generaciones jóvenes aspiran a ello, pero la narrativa de la cuarta transformación ha sido, precisamente, retomar algunos de los valores del México tradicional. Un ejemplo es la idea de que los abuelos, no las estancias infantiles, sean quienes ayuden a cuidar a los y las hijas de las mamás que trabajan. Pareciera que las cosmovisiones de las mujeres jóvenes y del actual gobierno van en sentidos opuestos. Por eso no extrañan los encontronazos.
El asunto de la equidad de género, con sus múltiples ramificaciones, también cuenta con amplios niveles de apoyo social, aunque varía dependiendo de la temática específica. Las encuestas revelan fuertes asimetrías: entre las mujeres jóvenes y escolarizadas, los deseos de competir, de conquistar espacios y de romper techos de cristal fluyen con más naturalidad que entre las mujeres de mayor edad y con menores niveles de escolaridad. El México tradicional también tiene su lado femenino.
El tema de los derechos, en especial la legalización del aborto, es de los más divisivos, y algunas encuestas muestran un apoyo social minoritario. Electoralmente el aborto es un tema muy fuerte, y los dos lados del espectro político actual lucen divididos a su interior. En Morena hay corrientes encontradas, con un segmento progresista que lo defiende y otro que no parece interesado en promoverlo. En la alianza Va por México también hay división, los seguidores del PRD y del PRI están más a favor, mientras que los seguidores del PAN están más en contra. El derecho al aborto no es un pegamento político, es una cuña que divide. Pero es evidente que las mujeres jóvenes tienen altas expectativas en lo que respecta a sus derechos.
Habrá que estar al pendiente de cómo manifiestan esas expectativas en las urnas, pero también por medio de una continua movilización.