Una encuesta realizada recientemente en Australia indica que las personas más religiosas en ese país expresan una mayor resistencia a ponerse la vacuna contra Covid-19, una vez que esté lista (The Guardian, 19 nov.) Ese hallazgo nos invita a revisar la relación entre los asuntos de la fe y las actitudes hacia la pandemia en México. El tema tiene especial relevancia ante una de las celebraciones religiosas más importantes de los mexicanos en puerta, el día de la Virgen de Guadalupe, este 12 de diciembre. La Basílica cerrará sus puertas como parte de las medidas de distanciamiento social, por lo habrá que ver cómo se ajustan las manifestaciones de la fe en estas inusuales circunstancias.
Por lo pronto, las encuestas nacionales que hemos hecho en EL FINANCIERO indican que la religiosidad en México no es un freno ante las medidas sanitarias ni tampoco un factor de resistencia a la eventual vacuna; por el contrario, la fe de los mexicanos se vincula positivamente con las medidas sugeridas para prevenir los contagios, incluidas las restricciones y el aislamiento social. Veamos algunos resultados.
Un primer aspecto es que la religiosidad, entendida en este caso como la frecuencia con la que los entrevistados dicen asistir a servicios religiosos, se asocia positivamente con la preocupación por el coronavirus. En la encuesta nacional realizada el 14 de noviembre, el 55 por ciento de los entrevistados dijo estar muy preocupado por el coronavirus. Entre los que asisten a servicios religiosos con cierta regularidad (una vez al mes, una vez por semana o varias veces por semana) el porcentaje de “mucha” preocupación aumenta a 60 por ciento, mientras que entre los entrevistados que van poco o no van a servicios religiosos disminuye a 47 por ciento. Esta brecha de 13 puntos no parece ser muy grande, pero es suficiente para decir que a los mexicanos más religiosos les preocupa más la pandemia. Por si le dio curiosidad, el grupo más religioso representa el 56 por ciento de los entrevistados, mientras que el grupo menos religioso es el 44 por ciento.
Un segundo aspecto es que la preocupación por el Covid-19 genera una mayor conciencia ante los posibles contagios. Según la encuesta, el segmento más religioso cree que aún estamos en una etapa activa de contagios, mientras que los menos religiosos, si bien comparten esa creencia, son más propensos a pensar que ya estamos de salida. Por supuesto, eso tiene que ver un poco con que la religiosidad se asocia con la edad: los menos religiosos son más jóvenes. Pero eso no le quita peso a la religiosidad.
Un tercer aspecto es que los entrevistados más religiosos están más a favor de las medidas de aislamiento y distanciamiento social (66 por ciento) que los menos religiosos (56 por ciento), aunque en ambos grupos la mayoría está de acuerdo con ellas.
Como cuarto punto, el grupo más religioso expresa un mayor optimismo ante las perspectivas de vacuna que los menos religiosos. El 41 por ciento de los primeros cree que la vacuna pronto estará lista, mientras que también lo cree así el 28 por ciento del grupo menos religioso. Por otro lado, el grupo más religioso se muestra más abierto a aceptar una vacuna con 90 por ciento de efectividad. El optimismo hacia la vacuna se extiende a las perspectivas de regreso a la normalidad: el grupo más religioso cree en un 55 por ciento que la vacuna ayudará mucho a regresar a la normalidad, frente al 46 por ciento del grupo menos religioso que lo cree así.
En la encuesta de noviembre no se preguntó la disposición a ponerse una vacuna de inmediato, pero esa pregunta sí se incluyó en la encuesta de octubre, que hicimos en la Ciudad de México. Los resultados son que, a diferencia de los australianos, en la capital del país el grupo más religioso está más dispuesto a ponerse la vacuna de inmediato, mientras que el grupo menos religioso prefiere esperarse a ver cómo funciona o, incluso, cree que es mejor no ponérsela. Los menos religiosos expresan una mayor actitud antivacuna en nuestro país.
Al parecer, la fe de los mexicanos está funcionando como un factor de mayor concientización y de mayor cuidado ante la pandemia, así como de mayor optimismo ante las perspectivas de la vacuna y el regreso a una nueva normalidad. A diferencia de lo reportado en Australia, la fe, en nuestro caso, ayuda.