Si las encuestas influyen o no es una de las preguntas más comunes que suelen hacerse en tiempos electorales.
Una respuesta rápida es sí influyen, por ejemplo, a los políticos, quienes toman decisiones y elaboran su discurso considerando resultados de encuestas; y también es evidente que influyen a los comentaristas políticos, quienes guían buena parte de sus análisis por lo que muestran los sondeos.
Pero qué tanto y cómo influyen a los electores es algo en lo que la ciencia de las encuestas ha arrojado resultados mixtos y poco concluyentes.
Desde hace décadas, a lo que más se recurre cuando se habla de la influencia de las encuestas es el binomio de los efectos bandwagon y underdog.
El primero significa subirse al carro ganador: algunos electores deciden apoyar a quien va adelante en los sondeos. Con base en esta creencia, no del todo comprobada, es que los políticos difunden encuestas propagandísticas a su favor, y algunos candidatos terminan creyéndose sus propios datos.
El otro efecto significa apoyar al candidato que va rezagado en los sondeos. Si el efecto bandwagon es difícil de probar, éste es mucho más, y tiene menos sentido en un ambiente de competencia electoral, pero ahí está como parte del imaginario demoscópico.
Casi ninguna teoría del voto les da peso a las encuestas en sus explicaciones de por qué y cómo vota la gente. La perspectiva de voto estratégico, o voto útil, como suele llamarse en nuestro país, es acaso la que más peso les reconoce, al proponer que algunos votantes, cuando perciben que su opción preferida no tiene muchas posibilidades de ganar, apoyan a una segunda opción con tal de que no gane la opción menos deseada.
Pero incluso bajo esa perspectiva, la influencia no la ejercen las encuestas de manera directa, sino los partidos y sus candidatos al coordinar o enviar señales a sus electorados para considerar ese comportamiento estratégico. Sin tales señales, las encuestas solas no hacen el truco.
La legislación de encuestas, en México y en otros países, se basa en el supuesto de que éstas sí pueden influir al electorado y por eso se prohíbe su publicación algunos días previos a una elección.
La influencia suele darse por sentado, pero rara vez se documenta. Y los famosos efectos bandwagon y underdog parecen hoy insuficientes en un mundo político en el que las encuestas han crecido en centralidad y visibilidad.
Por eso son bienvenidos los análisis frescos como el que publicó la serie Cambridge Elements en 2021, The Power of Polls, o El poder de las encuestas: un análisis experimental comparativo de los efectos de los sondeos electorales, de un grupo de dos investigadores canadienses y uno estadounidense, James Roy, Shane Singh y Patrick Fournier, cuyo análisis ofrece datos de varios países, además de los propios.
Roy y sus colegas se preguntan si las encuestas influyen a los electores a motivarse políticamente y a buscar más información en tiempos de campañas electorales, contribuyendo así a una ciudadanía más informada e, incluso, más participativa.
Esto último es muy útil, ya que una de las añejas preocupaciones es que las encuestas desfavorables para algún partido o candidato pueden llegar a desmovilizar a sus seguidores, provocando un efecto de abstencionismo entre ellos, otro aspecto no del todo comprobado.
Pero creo que el primer aspecto es más innovador: las encuestas suplen al electorado de una información muy valiosa e importante, y eso influye en que los electores busquen menos información de otro tipo sobre los candidatos y sus propuestas. Es un efecto un tanto inesperado.
También es uno de los posibles efectos más ignorados hasta ahora: la influencia en la motivación a informarse. Para algunos electores, tanto partidistas como apartidistas, las encuestas significan una fuente tan primordial de información, que seguirlas reduce la búsqueda de otros datos.
El papel informativo de las encuestas es de vital importancia en las elecciones democráticas. La noción de que entre sus posibles efectos está la decisión a no informarse nos ayuda a entender porqué los partidos y sus candidatos están convirtiendo las campañas en debates encuestocéntricos. Enfocarse en quién le va ganando a quién le quita atención a quién propone qué y por qué.
REMEMBRANZAS
Otra pregunta común en estos días es si la ventaja que hoy arrojan las encuestas a favor del partido gobernante es irreversible o no. Va un dato de nuestras encuestas de EF de hace seis años: AMLO aventajaba por 8 puntos en un careo hipotético en septiembre-octubre, todavía sin definición de candidaturas en el PAN y el PRI. Ganó por 30 puntos. La voluntad popular se mueve.