Aprovechando que la dirigencia de Morena anduvo en Beijing en un intercambio con el Partido Comunista Chino, esta puede ser una buena oportunidad para hablar de los morenistas y su futuro como partido político.
Apenas con cinco años de edad este julio, Morena no solamente es hoy el partido gobernante, sino también la fuerza política dominante en el país. En poco tiempo registró un crecimiento meteórico, arrasó en las elecciones de 2018, y lo más probable es que se siga de frente en 2021 y 2024. Por supuesto, estos pronósticos son maleables a la nueva información y circunstancias.
Pero el éxito de Morena en 2018 se debe más la centralidad de López Obrador en el atractivo electoral que a otros factores organizacionales, ideológicos o partidistas. Quizás haya algunas excepciones, pero el apoyo a los candidatos de Morena a distintos cargos de elección refleja un efecto de arrastre de la candidatura presidencial. Y el desempeño de Morena en las siguientes elecciones federales podría estar íntimamente ligado a la suerte del Presidente.
Para entender el futuro de Morena como partido político habrá que ver los pasos que da o no hacia la institucionalización. Esta implica, en parte, la despersonalización de su naturaleza actual para armar una estructura organizacional e ideológica propia, duradera y no sujeta a un liderazgo político específico. Todo esto suponiendo que hay un objetivo de institucionalización.
Uno de los retos que enfrenta la institucionalización es el desarrollo de un sentido de identidad propia. Desde el proceso electoral 2018, el electorado mexicano ha experimentado un marcado aumento de morenistas, que se acentuó luego del triunfo en las urnas. De ser alrededor de 12 por ciento del electorado en enero de 2018, hoy en día los morenistas superan el 30 por ciento en las encuestas, nada mal para un partido nuevo ante un electorado que venía apartándose de las filas y filias partidarias en los últimos años.
En contraste, los panistas, priistas y perredistas sumaban, en su conjunto, casi el 30 por ciento en enero del año pasado, mientras que hoy apenas rebasan el 10 por ciento los tres. Aun y cuando pudieran ir recuperando seguidores en los próximos años, el balance partidario actual es completamente asimétrico, dejando a Morena la posibilidad de ganar elecciones sólo con sus partidarios.
Pero, ¿qué tan partidarios son los morenistas? Parece que no tanto. En una encuesta telefónica nacional realizada del 12 al 14 de abril, le formulamos la siguiente pregunta a los entrevistados que se autodescribieron como morenistas: “¿Qué se considera usted más: morenista o lopezobradorista?” El 39 por ciento dijo que morenista, mientras que el 59 por ciento respondió lopezobradorista. La mayoría de los morenistas se identifican más con López Obrador que con el partido. Esto significa que los morenistas suman entre 10 y 15 por ciento del electorado, mientras que los seguidores de López Obrador que se dicen morenistas representan la proporción más nutrida de la base electoral de ese partido.
Al momento no se ven diferencias de opinión entre esos dos grupos en asuntos como la aprobación presidencial y la intención de voto. Tanto morenistas como lopezobradoristas aprueban al Presidente y apoyan al partido de forma muy similar. En eso no hay fisuras. Sin embargo, en otros asuntos sí se observan diferencias con el potencial de volverse fracturas. Los lopezobradoristas se ubican más a la izquierda que los morenistas, pero también apoyan más la creación de la Guardia Nacional, respaldan el retiro de los recursos a estancias infantiles y ven bien el accionar en la relación con Donald Trump. Los morenistas lucen menos convencidos de la GN y son más críticos en los asuntos de las estancias infantiles y de la relación bilateral.
Con estos datos dejamos abierta la intención de ir entendiendo mejor al nuevo grupo político dominante en el país, los morenistas, o mejor dicho, a los dos grupos dominantes: los morenistas y los lopezobradoristas, acaso la nueva falla geológica del realineamiento partidario en el país.