Ha sido muy alentador ver a la comunidad del CIDE organizarse y actuar ante la situación por la que está pasando. En Los orÃgenes del orden polÃtico, Francis Fukuyama argumenta muy persuasivamente que el desarrollo polÃtico es, por lo general, el resultado de las tensiones entre el Estado, que busca centralizar el poder, y la sociedad, que suele resistirse a ello. Un Estado fuerte y una sociedad fuerte son indispensables para el desarrollo democrático.
Las encuestas que publicó EL FINANCIERO en esta semana sobre la ciencia y las universidades nos mostraron que los principios que defiende la comunidad del CIDE cuentan con un amplio respaldo popular. La gran mayorÃa de los ciudadanos mexicanos está de acuerdo con la autonomÃa universitaria, con garantizar la libertad de cátedra y con impulsar el conocimiento cientÃfico en el paÃs. Además, las encuestas indican que, contrariamente a la narrativa del gobierno, a las universidades sà las ve la mayorÃa de la gente como benéficas para el pueblo y la mayorÃa de los ciudadanos rechaza que éstas sean mecanismos de generación de privilegios.
El sentir ciudadano es mayoritariamente favorable a las universidades y centros de investigación. Basta ver que las encuestas realizadas en la Ciudad de México arrojaron una imagen muy positiva tanto de la UNAM como del CIDE. Con 86 y 66 por ciento de opinión favorable, respectivamente, esas dos organizaciones educativas cuentan con un apoyo popular que podrÃa resultar envidiable para cualquier dependencia de gobierno o partido polÃtico. El 71 por ciento de las personas entrevistadas dijo que confÃa mucho o algo en las universidades, lo cual las ubica en la parte alta de la tabla de la confianza en las instituciones en nuestro paÃs.
A pesar de los vientos de opinión favorables para las universidades, las encuestas detectan ciertos nichos que hay que tomar en consideración. El 43 por ciento está de acuerdo en que la ciencia puede ser dañina para la sociedad y por ello es mejor promover buenos valores, una ruta que ha defendido el Presidente de la República en diversas ocasiones. El 39 por ciento cree que las universidades sà generan privilegios y desigualdades. Y el 22 por ciento está en desacuerdo con la autonomÃa universitaria. No son minorÃas desdeñables numéricamente, y tampoco son creencias que debamos tomar a la ligera. De hecho, todas estas preguntas denotan dimensiones polÃticas subyacentes muy interesantes.
La idea de que la ciencia puede ser dañina para la sociedad y por ello es mejor promover buenos valores tiene un apoyo mayoritario entre los seguidores de la 4T. Y no es que quienes apoyan al Presidente, a su partido o a su proyecto sean anticiencia; no lo son, según las encuestas. Pero la premisa de los buenos valores sà la apoyan más, lo cual refleja cómo ha impactado la narrativa presidencial entre esos segmentos afines al lopezobradorismo. Hace unos dÃas me referà aquà a la articulación del credo de la cuarta transformación, y creo que éste es un buen ejemplo.
Los ataques del Presidente a la UNAM, y ahora la situación en el CIDE, sugieren que podrÃa estarse formando una lÃnea de conflicto en torno a la autonomÃa universitaria y otros temas relacionados. La encuesta de EL FINANCIERO revela que la mayorÃa de los entrevistados anti-AMLO cree que el gobierno está tratando de controlar las universidades; mientras que los pro-AMLO lucen más divididos en sus opiniones aunque, en balance, rechazan esa idea. Los ataques a la UNAM y la situación del CIDE podrÃan ser alarmas de una falla tectónica polÃtica más profunda y acentuada. Ya veremos.
Por lo pronto, cierro con una nota más personal. Mi primer encuentro con el CIDE fue por allá de 1981 o 1982, cuando mi hermana mayor estudiaba una maestrÃa ahÃ. Yo tenÃa unos 13 o 14 años, pero las veces que la acompañé me imprimieron un sentido de familiaridad. Durante mi vida académica, esa familiaridad con el CIDE se consolidó participando en reuniones, conferencias, presentaciones de libros, comités de evaluación académica, comités de tesis y otros eventos que me han permitido interactuar con directivos, investigadores, profesores y estudiantes, varios de ellos entrañables amigos. De alguna manera, el CIDE ha sido como una segunda casa académica. Por eso, por su enorme y valiosa producción cientÃfica, por su compromiso en formar a nuevas generaciones, y por lo que están haciendo hoy, espero ver un CIDE fortalecido en todos los sentidos.