“Dame pan y llámame tonto”, Dicho popular.
Pasada la tempestuosa etapa electoral, comprobamos, y no debería ser con sorpresa, que todo regresa a la normalidad. Si es que alguna vez las cosas salieron de ella. Un Presidente adicto a la propaganda y al protagonismo, a ratos insultón, a ratos fantasioso, siempre preocupantemente atrabiliario. Esto es una opinión, claro está, las hay de otro tono, y además son mayoría. A estas alturas no necesito confesar que no me encuentro en ese amplio porcentaje de quienes aprueban, contra viento y marea, a AMLO. Un porcentaje que, según los datos de SABA Consultores a día 14 de junio, se mantiene estable en torno a un 60 por ciento, aunque coyunturalmente de repente retroceda para luego regresar a su velocidad de crucero. Como ya hemos dejado, por ahora, la opinión para pasar a los datos, añadir al respecto que Andrés Manuel sigue considerado como el mejor político de México y las calificaciones altas a su labor tienden al alza. El “Top of mind” de acontecimientos sigue dominado por las elecciones, que, por cierto, también representan un triunfo claro de Morena, por más que la endeble oposición (así ganaba Pirro sus batallas) presente como un triunfo que la coalición encabezada por el partido de AMLO no haya alcanzado la mayoría calificada.
Así que el panorama sigue siendo, básicamente, el mismo. Hugo López Gatell se va, sin hacer más ruido del que puedan hacer los 230 mil muertos que quedan tras su gestión, e incidiendo en el “Top of mind” de un modo totalmente marginal: ya no dará más conferencias. Qué pena. Tanta paz lleve como descanso deja. Y andan los sabios del reino dando vueltas a cómo es posible que, después de los reiterados errores flagrantes de López Obrador, después del accidente de la línea 12, después de su descarada intromisión en la elección, después de sus ataques al INE, que por cierto no han cesado, después de su torpe política exterior bailando al son de sea cual sea el gringo que toque la música, después de lo que no cabría en mil biblias, mantenga el bueno de don Andrés su popularidad prácticamente intacta. Lo más notable de sus últimos shows de las mañanas ha sido, para mí, referirse a las clases medias como poco menos que monstruos que pretenden (¡nada menos!) que prosperar en esta triste vida. Esas clases medias sin escrúpulos morales, dice. Además, “aspiracionistas”, poco menos que decir unos “quiero y no puedo”. Sobre todo, supongo, porque representan lo diametralmente opuesto a una de las teorías más famosas del Presidente, que no debemos olvidar: la del par de guaraches, par único, con el que deben conformarse todos los mexicanos que amen a su país y a su líder.
Tengo para mí que las clases medias, las mujeres y los jóvenes son el punto débil de la 4T, los sectores que no domina, y como a todo megalómano, eso le molesta mucho a don Andrés. Por eso, para estos, reserva balazos (verbales) y no abrazos. ¿Quiénes se creen esos “aspiracionistas”? ¿Acaso quieren un par de zapatos extra para los domingos? En el mundo de la 4T eso no es posible. Hay que igualar, pero por abajo. Y a fe que se está consiguiendo. Basta con hacer un pequeño y sencillo ejercicio matemático, centrándonos esta vez en los promedios de la encuesta sobre grupos económicos. Partiendo de la base lógica de que debemos considerar clase media a los de ingresos medios nos encontramos con que solo un 14,8 % alcanza el privilegio de ingresar entre 8500 y 20000 pesos. Por debajo de ahí, tenemos casi al 80 % de los ciudadanos. Se dice pronto. Más específicamente, por debajo de los 5000 pesos, tenemos a más de la mitad. Pero al señor Presidente le molesta ese escuálido grupo de ingresos medios que se atreve a tener aspiraciones. No, y mil veces no: ya se dijo y se dirá otra vez, debemos tocar a un par de guaraches por cabeza, y allá está la felicidad. Eso sí, coqueteando mientras con el gran capital, porque esa lanita sí interesa. A esos, ni una palabra más alta que otra. De algún modo habrá que sostener, una vez que esa vil clase media carente de escrúpulos sea primero exprimida y luego liquidada, la economía subsidiada, que es el gran proyecto económico de la 4T y que sostiene ya a más de un 40 % de la población, y subiendo. Es más, un 46,2 afirma que apenas le alcanza, pero más o menos se conforma. Esto marcha. Ya veo venir a los que señalen esa circunstancia como la herencia del PRI. Lástima que tres cuartas partes de aquel PRI estén ahora en Morena. Y más aún, ¿alguien se acuerda de los procesos contra Videgaray, Peña y compañía? Atentos a los pactos, porque tengo curiosidad por ver si el PRI que quedó fuera de Morena estará en el gobierno o en la oposición, a Alito también le queda aún mucho espectáculo que ofrecernos.
Esa economía subsidiada poco tiene que ver con las clases medias. Quizá alguien se pregunte por el sentido de la cita que antecede este texto. O quien se de por aludido. No creo que nadie lo haga entre esas clases medias. Son los que pagan más impuestos, pero difícilmente defraudan. Los que sostienen a duras penas la muy débil economía formal, mientras son asaetados continuamente por el fuego cruzado de los chicos del SAT. Los que no tienen, naturalmente, acceso a los programas sociales, pero en el fondo los sostienen con su consumo y sus impuestos, directos e indirectos. Los que madrugan, trabajan, pagan y callan, pero son fustigados por Andrés Manuel por esa terrible mácula de tener aspiraciones. ¡Que los rapen, a esos “aspiracionistas”, y se les pasee por las calles para escarnio público!
Creo que el refrán que encabeza el texto aplica mucho mejor a los ofendidos habituales por mis humildes opiniones. Aplíquenselo y, por favor, cálmense las aguas. Recuerden que hay a quien le dicen tonto y ni siquiera le dan pan. Reserven sus desmayos para cuando hable Andrés Manuel.
La economía subsidiada de AMLO poco tiene que ver con las clases medias. Los que no tienen acceso a los programas sociales, pero en el fondo los sostienen con su consumo y sus impuestos, directos e indirectos.
16/06/2021