“Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”, Aristóteles
La medición que SABA Consultores* nos ofrece sobre la opinión pública, correspondientes al sábado 28 de marzo, arrojan un primer dato sobre el que hay que enfatizar, y que, a día de hoy, es concluyente: AMLO aún no se desgasta. Al menos no de forma significativa, en los términos que expresaban en los últimos días varias encuestas. Especialmente llamativa resultó la de Gabinete de Comunicación Estratégica, que situaba su aprobación en un 37 % y además exhibía un grosero error conceptual: confundir a los que califican alto con los que lo aprueban, como si una calificación media fuera incompatible con la aprobación. De donde se desprende que, para Liébano Sáenz, los alumnos solo aprueban con sobresaliente, o resultan suspensos sin misericordia alguna. En el mundo real, no en el de Liébano, las cosas son de otro modo. La prueba de GCE, y de unos cuantos más, sobre el virus del desgaste en AMLO dio un falso positivo. No hay tal deterioro. El mencionado error en la exposición de los datos de GCE es ejemplo de la conducta errática que hace tiempo vienen mostrando las encuestas tradicionales y las empresas dizque estadísticas que las trabajan. Ocurre además que suscita una duda, bastante razonable, de hasta qué punto los errores están relacionados con la incapacidad metodológica o profesional, o por el contrario tienen orígenes más oscuros. Ese 37 % podría querer ocultar la ausencia de desgaste del Presidente. Pero también podría intentar poner en evidencia a aquellos que, sin advertir la tosca inexactitud, empezaran a pregonar la caída de AMLO. O acusarlos de utilizar a propósito el fallo, o incluso de haberlo colocado ahí voluntariamente para intentar engañar a los ciudadanos y generar un falso estado de opinión. Todo eso, digo, es posible, pero no puedo afirmarlo. Lo que sí puedo afirmar a boca llena es que esto es lo menos que puede suceder cuando se camina entre la ineptitud y la falta de ética. Que nadie se moleste. Hace tanto tiempo que se fabrican encuestas a modo o se retocan resultados al gusto, de las formas más variopintas y con los más diversos intereses, que ya se puede pensar cualquier cosa. Ojalá algún día pueda extenderme más en cuanto a la falta de rigor de la inmensa mayoría de los llamados encuestólogos, pero la actualidad manda.
Decíamos que AMLO, hoy, no confirmó los indicios de desgaste previos, y aguanta sin deteriorarse. Y lo decimos igual que cuando sí se deterioró, y lo mismo que lo diremos si vuelve a hacerlo o por el contrario mejora. El instrumento que nos ofrece SABA Consultores no está diseñado para deformar la realidad, sino para perfilarla y sacar conclusiones de ella. Lo digo porque lo que no podemos pretender es que la realidad se acomode a nuestros deseos. Independientemente de estos, lo que está sucediendo es que el Presidente se sostiene en valores cercanos a su media. Hay, es cierto, un leve desgaste, pero este tuvo un origen previo, y la única conclusión a la que nos pueden llevar los datos es que Andrés Manuel, por ahora, resiste. Ciertamente se debe tener en cuenta que los avisos negativos previos sugieren que seguramente su nivel de aprobación es algo menos optimista que el promedio de la encuesta: esto es, cuando hay variaciones e inestabilidad son más fiables, en cuanto a tendencia, los datos más recientes, que son los del Monitoreo del día. Pero las advertencias negativas anteriores deben hacernos concluir que su nivel de aprobación, aun siendo probablemente menos benévolo que el aproximado 63 % de hoy, no debe estar por debajo del 56,2 % de la media que da la encuesta. Desde luego, en ningún caso por debajo del punto crítico del 50 % como se ha manejado en los últimos días, y mucho menos en ese 37 que no sabemos si quisiera o no GCE, pero que es una completa fantasía doblemente errónea. Falla en método y falla en conclusiones. Sencillamente la realidad es otra.
Es claro que el Presidente afronta una crisis sin precedentes a causa del coronavirus. Desde aquí hemos criticado reiteradamente la pasividad gubernamental y la ausencia de medidas efectivas, y por supuesto, y tal vez sobre todo, la actitud de AMLO ignorando el problema, e incluso aconsejando en contra del sentido común que no se detuviera el contacto social. Hablaremos después de las medidas que, al fin con claridad, anunció de forma vehemente la misma noche de ayer el Subsecretario de Salud. No pierdan de vista que la conferencia de prensa se produjo después del levantamiento del Monitoreo, con lo que está por ver cómo afectan las medidas adoptadas. No se puede anticipar exactamente cómo, pero se puede hacer un ejercicio si contamos con los datos previos de la actitud y opiniones de la población ante lo que se avecina: en ellos se revela la gran dificultad que representa para al menos la mitad de los ciudadanos la implementación efectiva de las medidas de aislamiento, sin duda para los de menos posibilidades económicas. Esto tiene cumplido reflejo en que la preocupación capital de los ciudadanos ante la afectación del coronavirus pone a la economía por delante de la salud. Así piensa un 53 %. Es difícil hacer pensar en la salud a aquél que no sabe qué van a cenar sus hijos a la noche. Pero el SAT avisa, como Salinas Pliego, de que quiere cobrar, sin que por ahora se haya anunciado medida económica paliativa alguna.
Por eso lo de ayer había que haberlo hecho antes. De lo que dijo el propio Subsecretario se desprende que ya disponían de la información precisa que lo anticipaba, como además dicta la lógica. Ayer no surgió de repente la pandemia. Pero hemos asistido a la ceremonia del disparate y la confusión, que por cierto no ha terminado. Horas antes del informe de ayer de López-Gatell, AMLO animaba a lo contrario. Esta aparente descoordinación es lo más preocupante, todo parece arbitrario y a veces demencial. Ayer, López-Gatell, por fin, al fin, habló con claridad del confinamiento e insistió reiteradamente (hasta quince veces) en el lema “quédate en casa”. Si Gatell hubiera sido así de vehemente y contundente hace dos semanas tendría mi respeto. Ahora tiene todo lo contrario, porque desmiente lo dicho hasta ahora. Esto se demuestra con su alusión a los modelos matemáticos que evidencian la realidad y obligan a tomar estas medidas. Si ya disponían de ellos, como debiera ser con los ejemplos europeos y asiáticos a la vista, mintió con irresponsabilidad criminal. Si no los tenía, la ineptitud es de proporciones catastróficas. La “intro” previa al informe me dejó especialmente perplejo. La innecesaria presencia de un nutrido grupo de autoridades científicas y militares fue glosada con la afirmación de que entre todos tenían nada menos que 350 años de estudios. Se vio casi cómico, pero fue un ejercicio de arrogancia absolutamente fuera de lugar. Está claro que los responsables de la salud pública, en este y en todos los momentos, deben ser aquellos con más capacidades y preparación. Faltaría más. De modo que como todos tienen un gran currículum se les han de consentir, en el mejor de los casos, su falta de previsión y consecuente ineptitud, y en el peor, sus reiteradas mentiras. De manera que aunque los responsables hagan reverendas estupideces los simples mortales no los pueden cuestionar, planteamiento especialmente lacerante si se considera que se está ante la prensa. Pues si se le pide al ciudadano que cumpla con su responsabilidad, cuánto más habrá que hacerlo con las autoridades, que obligadamente han de someterse a escrutinio porque cobran de los recursos públicos. Pretender afirmar que se dijo ayer lo que el Presidente dijo “desde un principio” raya en lo indecente. ¿Contradice Gatell a AMLO o es el propio AMLO quien se contradice a través de las palabras de Gatell? Celebro la reacción, aunque tardía, del gobierno, pero encomiendo a todos ustedes no solo a la sana distancia, sino a que ejerciten su sano juicio. Ese que alguno parece haber perdido. El mejor escenario sería que López-Gatell no distingue entre la lealtad y la mera sumisión. El peor, que es más amigo de Platón que de la verdad. Y eso no lo exime de su responsabilidad ni aunque tenga mil años de estudios. La ventana de oportunidad de ayer no es tal: es simplemente la última oportunidad de agarrar un tren ya en marcha. Lo último: Fayad dio positivo, pero AMLO no se someterá a prueba ni cuarentena alguna. Si están en su sano juicio, cuídense en lo que puedan, ya ven el Platón y el Aristóteles que gobiernan México.
* Este texto es la valoración política del reporte nacional de SABA CONSULTORES, que puede consultarse en: https://youtu.be/srjj1n16D-k