“Todos nos engañamos cuando conviene. Cuesta mucho aceptar las situaciones definitivas”, Jean Cocteau.
Tras los pequeños baches pasajeros de hace más o menos un mes, la aprobación y la calificación media de AMLO parece estabilizarse de nuevo en sus promedios. De hecho, la medición de SABA Consultores del pasado lunes nos muestra que la aceptación a la labor del Presidente está de nuevo justo ahí, en el punto medio de los límites de control. Lo único que evoluciona levemente por debajo de ellos es su calificación media, lo cual sugiere, a la vista del pequeño aumento de las notas bajas, que se ha intensificado el rechazo hacia su labor, pero en una medida casi inapreciable, dado el amplio respaldo del que goza. Reflejo de ello es un dato también muy sugerente, como es el triple empate entre Peña Nieto, Salinas y él, en el indicador de peores políticos. Esto puede ser relevante para quienes perciben al Presidente de un modo negativo, pero apenas lo es en términos aritméticos.
Digo y mantengo que aprobar el desempeño de Andrés Manuel en medio de la crisis de inseguridad que vive el país, de los malos resultados económicos, de los numerosos y tangibles errores en materia de salud o en el plano legislativo, o a la vista de las numerosas y a veces incomprensibles salidas de tono del mandatario, tiene un punto de complicidad. Pero esto admite un matiz muy importante: ¿disponen los ciudadanos, en términos prácticos, de una alternativa real con la qué encontrar salida a los desmadres de la 4T? Desde luego, fuera de Morena, todo parece indicar que en modo alguno. Dentro del partido de López Obrador, como ahora veremos, cabe pensar que sí, pero cuando la opción pasa a ser única, difícilmente puede recibir el nombre de alternativa, sino más bien el de jugada obligada.
Los datos sobre las preferencias para ser aspirantes a la Presidencia bajo las siglas de Morena nos hablan de una mejor evolución de Marcelo Ebrard, cuyos porcentajes caminan por encima de su media, mientras que los de Claudia Sheinbaum cayeron en esta ocasión por debajo de la suya. Además, en el “Top of mind” de candidatos, la mandataria de Ciudad de México completa una serie que empeora su promedio, mientras que el canciller recibe alerta positiva. Es natural que Marcelo se beneficie en este momento del protagonismo que la visita del Presidente a EEUU otorga a la política exterior, pero no debemos olvidar los grupos que favorecieron esta alerta favorable, que no lo hacen por primera vez: los de más estudios y quienes aprueban a AMLO. Esta combinación de respaldos señala a Marcelo como el mejor candidato posible para Morena, porque aglutina a sectores influyentes, probablemente ansiosos de algo de racionalidad, y al extenso estrato general de quienes favorecen a López.
En cuanto al otrora todopoderoso PRI, en plena vía hacia la extinción, quizá lo peor no sea el goteo de noticias sobre la corrupción de Alito y Peña. Lo definitivamente triste para el tricolor es que ni siquiera hay reacciones negativas entre la ciudadanía. Ni se les menciona en el “Top of mind” ni sus exiguos porcentajes partidistas se resienten. La hipotética integración en una coalición liderada por Colosio Jr. tampoco resolvería las cosas, como dejan claro los cruces electorales planteados por SABA. Como ha titulado la prensa internacional, el PRI cavó su tumba aceptando gustoso la pala que para ello le proporcionó AMLO. Solo es un lastre que vive entre ensoñaciones sobre la famosa “estructura”, fagocitada por Morena. Más vale que en la oposición acepten esta realidad cuanto antes, y construyan una alternativa viable para los mexicanos, porque de lo contrario asistiremos a una nueva hegemonía de partido único, un revival cuyas consecuencias es fácil intuir. La última duró ochenta años.
¿Disponen los ciudadanos, en términos prácticos, de una alternativa real con la qué encontrar salida a los desmadres de la 4T?
13/07/2022