Mucho amén, echa la misa a perder

La adulación constante no ayuda en nada a ningún ejercicio de gobierno, porque no es posible que este se desarrolle bajo el acierto permanente.
19/04/2020

De la última medición nacional de SABA Consultores vuelve a desprenderse que AMLO mantiene sus respaldos estables y que, por ende, no se ha desgastado. Permanecer en el engaño de un supuesto deterioro es, además de inútil y desorientador, manifestar la misma o más terquedad que en muchas ocasiones tiene el propio Presidente. Si esta, por supuesto, existe, también existe una especie de mantra colectivo de los malquerientes de López Obrador, que desacertadamente creen que eso cambiará algo, y malgastan unas fuerzas que ciertamente podrían emplear en la necesaria oposición constructiva y coherente.
 
Después hablaremos de ese hecho sustantivo que disgustará a muchos y alegrará a más. Primero conviene ver el contexto de la situación, que sigue dominada por la pandemia del Covid19, como atestigua el “Top of mind†de acontecimientos. Los mexicanos lo tuvieron, como es de esperar y seguirá siéndolo, como hecho más presente en su pensamiento. O bien, como sucede con cuatro de cada cinco, en términos generales, o bien concretándolo en la falta de médicos e insumos, la muerte de doctores, o la resistencia a hacer caso al confinamiento voluntario. Es claro que se sigue percibiendo laxitud en el cumplimiento de las medidas de distancia social, unas veces por obcecación del incumplidor y otras porque este siente, probablemente con razón, que mejor seguir saliendo a procurarse sustento que esperar a los apoyos prometidos por el gobierno. De hecho, por encima de la salud, el quebranto económico sigue siendo el mayor temor de los ciudadanos ante esta crisis sanitaria. No obstante, en cuanto al confinamiento, es esperanzador que cada vez sean menos los que consideran muy difícil quedarse en casa y más los que lo asumen. La medida es imprescindible.
 
Volvamos a esa realidad, incómoda para algunos, sobre AMLO. El hecho cierto es que mantiene estable su nivel de aprobación en torno a un 64,5 %, porcentaje bastante fiable porque es producto de cuatro puntos de medición consecutivos sin advertencias de ninguna índole. Es más, ha cedido el nivel de desaprobación a causa de dos avisos favorables consecutivos, lo que, al contrario que con el indicador de respaldos, significa que la media de la encuesta, que es del 22,4 %, es seguramente menos optimista que la realidad. Dicho de otro modo, el segundo dato importante es que también ha disminuido el desagrado hacia su gestión. Todo ello lo corrobora que su calificación media obtiene alerta positiva de nuevo, la tercera en los cuatro últimos puntos de medición, lo que evidencia una recuperación clara. Si hubo un mal momento hace unas semanas, está claro que ya pasó. El análisis de quienes propiciaron esta mejoría, que lo lleva a la misma cómoda situación previa, no puede sugerirnos más que lo que ya sabíamos, o al menos intuíamos. Lo favorecieron los de menos estudios, los que no tienen internet, y por supuesto los seguidores de Morena. Los menos proclives fueron los de formación más avanzada, los que sí manejan internet y, importante: la clase media.
 
¿Conclusiones? No insistiremos en el éxito que el mensaje machacón, en gran medida populista pero muy poco realista, del Presidente, tiene entre quienes lo respaldan. Solo hay que hacer una advertencia: el propósito aritmético de ese discurso, que es mantener el nivel de aprobación porque AMLO sabe perfectamente qué sectores lo sostienen, tendrá en principio recorrido y efectividad en tanto en cuanto permanezca la paciencia en la espera de sentir los beneficios prometidos. De momento, esa paciencia es mucha. Si la lluvia de maná para los más pobres que anunció el Presidente tarda en llegar, habrá que estar atentos a sus explicaciones. En lo que sí quisiera hacer hincapié es en las causas de los valores engañosos, voluntariamente o no, de las encuestas que se han publicado que daban por cierto un deterioro continuado y sostenido de Andrés Manuel. El factor de la disponibilidad de internet parece decisivo, no sólo por el acceso a determinadas noticias por parte de los usuarios, sino también en el mismo fundamento metodológico de los quizá afanosos pero equivocados sondeos que se publicaron. Dicho en términos sencillos, le están preguntando a un grupo donde abundan los detractores de AMLO, con lo que los resultados son inevitablemente sesgados y erróneos, y aún así, mantiene una notable aprobación. Eso, además de echar por tierra el cimiento inicial de todo método de medición: la aleatoriedad.
 

Ahora bien. Como ilustra el título de este artículo, la glorificación permanente es nociva para cualquier buen desempeño, y tanto más si de su éxito depende el de todos. Pero a quienes celebran cualquier mínimo indicio de desgaste, aun sin fundamento, de López Obrador, les tengo también una noticia: alegrarse de los errores es una insensatez, y el revanchismo no beneficia a nadie. Y menos si se plantea en términos de venganza contra los seguidores o votantes de Morena. La crisis económica y laboral que se avecina y la consiguiente pérdida de empleos de los más pobres no puede ser motivo de festejo. Y desde luego nunca se puede proponer como solución ni como escarmiento. Esa posición es absurda y solo hace el juego a la polarización que instiga el propio AMLO, en mi opinión, por cierto, uno de sus mayores defectos. Junto con la terquedad.

La adulación constante no ayuda en nada a ningún ejercicio de gobierno, porque no es posible que este se desarrolle bajo el acierto permanente. Sin embargo, sí que es probable que ante el continuo elogio se produzca un envanecimiento que impida reconducir los errores, o peor, que haga persistir en ellos Un ejemplo claro está en la política energética, que se ha visto tristemente reflejado en el reciente incidente en la OPEP. La obstinación en hacer del petróleo el motor de la economía mexicana no puede tener peor momento para su implementación, si es que ya no era claro que el contexto internacional previo sugería que el camino no era ese. El resultado será, por más que desde el Palacio Nacional se empeñen en negarlo, un aumento de las ya colosales pérdidas, que indefectiblemente serán socializadas. Lo que constituirá, como decía el famoso tema de Pink Floyd, otro ladrillo sobre el muro, en este caso el de la división y la pobreza. Y otra gota sobre el ya bastante lleno vaso de la polarización. La cuestión del fraude fiscal es algo con lo que de inicio nadie debería estar en desacuerdo. Pero el momento elegido quizá no sea el apropiado. Porque suena una vez más al habitual señalamiento del “adversarioâ€, y porque un endurecimiento de la ya de por sí extrema carga fiscal perjudicará poco a los grandes defraudadores, que simplemente buscarán otro modo de defraudar o harán huir su inversión. Mientras que la pequeña y mediana empresa terminará de ahogarse en el trance que se avecina. Los temores económicos sobre la pandemia no se ciñen exclusivamente a los más pobres, y aquí tienen otra explicación de por qué las clases medias están dando la espalda al Presidente: se empiezan a sentir descobijadas. La ausencia de un plan económico efectivo de protección de Pymes y empleos es lacerante. ¿Sabe AMLO lo que es el Producto Interno Bruto cuando mezcla en la misma frase la macroeconomía con los puestos de tacos? Para terminar esta nada exhaustiva relación, piensen en la muy reciente compra del estadio en Hermosillo, en plena necesidad perentoria de la adquisición de insumos. No se trata tanto de lo que equivale en material médico, como en seguida dijo algún senador oportunista, sino de aquel conocido dicho sobre la mujer del César y su honradez. Es la insensibilidad total que en sí demuestra la decisión.
 
Otra gran consecuencia de esta obcecación, tanto del Presidente en sus errores como de sus seguidores en celebrárselos, es la persecución hacia toda crítica, azuzada por el propio AMLO cuando identifica a “sus adversariosâ€. Confundir la aprobación de una decisión con su acierto es, cuando menos, una inconsciencia, y cuando más, un ejercicio de cinismo interesado. La crítica es, más que necesaria, imprescindible, y perseguirla o señalarla obsesivamente es propio de un pensamiento totalitario que es incompatible con la democracia. Hay un famoso artículo de uno de los padres del periodismo moderno, Mariano José de Larra, “La alabanza o que me prohíban esteâ€, que se publicó nada menos que en 1835 como reacción a las censuras previas, y de muy recomendable lectura. Es un maravilloso ejercicio de ironía que finaliza así: “Yo alabaré siempre; yo defenderé; reniego de la oposición. ¿Qué quiere decir la oposición? He aquí un artículo escrito para todos, menos para el censor. La ALABANZA, en una palabra: ¡QUE ME PROHÃBAN ÉSTE!â€. Pareciera que eso es lo único que complacería a AMLO.
 
Les puedo asegurar que me siento demasiado pequeño para que me censuren, pero también que no dedicaré estas reflexiones al elogio y a la ovación por sistema. Porque creo que lo bien hecho se aplaude solo. Y sobre todo porque no quiero colaborar en cómo, aun sin negarle las mejores intenciones, la tozudez de Andrés Manuel lo conduce directo al naufragio. Porque no solo lo acompañan en el barco a sus palmeros, sino todos los mexicanos. Conviene recordarlo.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÃLEZ reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de la metodología de Saba Consultores de medición de la opinión pública.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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