“Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad”, George Orwell (1984).
Cuando acabe de elaborar estas líneas, Trump estará tomando oficialmente posesión de lo que ya poseía in pectore, viendo de lo sucedido en los últimos meses. Pero la política internacional va más allá de los Estados Unidos, por más que la relación con el norte pueda ser el termómetro no sólo de la diplomacia mexicana, sino quizá de todo un período de gobierno. SABA Consultores nos aporta datos acerca de la opinión ciudadana sobre las relaciones internacionales en general, y lo mismo que pasa con los que veíamos la pasada semana en cuanto al vecino del norte, los porcentajes se antojan pobres. Sobre todo teniendo en cuenta la intensa campaña nacionalista del aparato propagandístico de la 4T. De hecho son cifras muy similares, algo superiores al 50 por ciento en ambos casos. Claudia Sheinbaum, que le lleva a Trump algo más de cien días en ejercicio oficial del poder, se enfrenta en este terreno a una situación geopolítica más que delicada en el entorno latinoamericano, en especial en cuanto a un ruidoso actor, como es el sátrapa Nicolás Maduro.
La mandataria mexicana pidió, incluso antes de asumir su cargo, y al igual que numerosos actores internacionales, que las autoridades venezolanas mostraran las actas de la elección del pasado julio. Esto ya parecía una adhesión a la postura opositora en el país sudamericano, pero ahora, a la vista del evidente fraude electoral, lo lógico sería alinearse en contra del chavista. En tiempos de la Guerra Fría, México navegó hábilmente entre dos aguas, obteniendo ciertos beneficios de Estados Unidos simplemente por no escorarse al bloque contrario. Han cambiado los tiempos, y ahora la disyuntiva parece estar entre la legitimación de un régimen, el venezolano, a todas luces totalitario, o posicionarse en contra, cosa esta última que se podría evitar con la aplicación estricta de la doctrina Estrada. El problema del decaimiento de esa política exterior tradicional es que a la hora de alinearse la diplomacia mexicana se está basando cada vez más en razones ideológicas y no en principios democráticos. ¿Hacia dónde se orientan, pues, las relaciones internacionales? Lo estamos viendo: hacia Petro, hacia Díaz-Canel, y hacia Maduro, a cuya toma de posesión se enviará un representante. Pregúntense qué une a esos tres personajes, amén de la ideología, con México, y encontrarán la respuesta a muchas cosas.
Por este tipo de cosas, a pesar de la amplia popularidad de Claudia, el pueblo en el fondo anda confuso, por más que cada mañana se le haya ahora adjudicado una conferencia. A los mexicanos les pasa lo mismo si se les pregunta por la gestión de la transparencia y el combate a la corrupción, que no olvidemos fueron banderas muy principales de la llegada al poder de AMLO, de Morena, de la 4T, y por ende de la herencia (en capital político) recibida por Sheinbaum. Apenas un 53,8 % reconoce acierto en la lucha contra la corrupción, y sólo un 43 ve transparencia en la gestión gubernamental. Hay, por tanto, un moderado número de seguidores del actual gobierno que no lo ve todo de color de rosa, pero aún así respalda a la mujer que lo dirige. La clave, como ya sabemos, son los programas sociales, pero hay algo más: un intenso aparato propagandístico que se esfuerza a diario por arrinconar la verdad y vestir la mentira permanente con luminosos trajes de fiesta. Hace mucho que en México hay anomalías que se aceptan como normalidad, ese es el origen de las paradojas que presiden la vida política mexicana.
Pongamos dos ejemplos. Dice Claudia, en su plan para combatir al crimen organizado, que uno de los ejes será la atención a las causas estructurales. Dicho así suena bonito, pero no es más que la vieja falacia de relacionar la pobreza con la delincuencia. Aún admitiéndolo, sería el gobierno el primer responsable no de atender, sino de reparar con urgencia ese error estructural de décadas. Pero a la hora de lo práctico, lo que encontramos son casos como el de la colonia rimbombantemente renombrada como Cuarta Transformación, donde los vecinos, que viven entre aguas negras, arrancaron los letreros de las nuevas calles porque lo consideraron una burla. Díganme si esto no es un ejemplo de las muchas réplicas exactas que la 4T hace del antiguo poder hegemónico, y de la existencia de una herencia autoritaria en esta especie de micrototalitarismos bañados de culto a la personalidad.
La clave de toda dictadura moderna, como ya profetizó Revel en “El conocimiento inútil”, es la mentira. Una de las maneras más recurrentes es envolverla en palabras huecas y grandilocuentes: “Cuarta Transformación”, “Conferencia del Pueblo”, “Austeridad Republicana”, “Humanismo Mexicano”… O en combinaciones de palabras permutables: “Una comunicación resiliente para una gestión sostenible” vale igual que “Una resiliencia comunicativa para una sostenibilidad gestora”. Intercambien como quieran, y seguirá significando lo mismo, o sea, nada. Son enemigos de la verdad porque no les conviene, y se toman mucho trabajo en vestirla de fiesta o directamente en silenciarla. Uno de los ejemplos más descorazonadores es el arrinconamiento de la metodología de SABA Consultores, porque la verdad al alcance de los ciudadanos puede ser hasta peligrosa. Y porque, evidentemente, a las formaciones políticas, y quizá incluso a la IP, les interesa mucho más la propaganda.
Saben, porque SABA nos informa de ello, que el desapego a los partidos políticos creció tanto que más de la mitad de la población afirma no identificarse con ninguno. Morena atesora fieles hasta un 35,5 %, buena cifra pero muy por debajo de la popularidad de Claudia o AMLO. Dijo hace pocos días Ernesto Zedillo que “México ha perdido la categoría de país democrático”. No sólo pasa en México, pero el mal de muchos es el consuelo de los pendejos. En cuanto a la oposición, ni está ni se la espera, a juzgar tanto por su nula operatividad como por las cifras de identificación: PRI y PAN apenas se mueven en torno a un 3 %, y MC está en cifras totalmente marginales. Seis años estuvo AMLO sin oposición, cien días lleva Sheinbaum sin ella, y los que nos quedan. En tiempos de populismo y autoritarismo, gobernar sin contrapesos es una tentación que me temo la 4T tiene como objetivo. Hacen falta valientes que deseen conocer la opinión pública, pero si llegáramos a carecer de datos verdaderos, será imperativo buscar la verdad con la pluma frente a la espada de la mentira. El día que nos amordacen, ya no tendremos nada.
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