“Así como la constancia ayuda a que el hombre no se pervierta, la obstinación no permite que se corrija”, San Agustín.
Los datos de SABA Consultores, que hace pocos días revelaban el momento quizá más bajo de AMLO en aprobación, nos dicen ahora que el Presidente ha frenado momentáneamente ese desgaste.
Antes de que el lector tache de poco entusiasta mi postura ante esta recuperación del máximo mandatario, aclaremos que, a la hora de interpretar las mediciones de SABA, sólo podremos hablar de contextos casi indubitados cuando los valores gocen de estabilidad, al menos durante cuatro monitoreos consecutivos.
Andrés Manuel ha disfrutado de esa situación por mucho tiempo durante el pasado año, pero la tendencia a la baja de los últimos dos meses, junto con la alerta negativa de la pasada semana han trastocado esa solidez. En otras palabras, se ha frenado esa tendencia pero la situación continúa siendo inestable, y la conclusión estadística es que existe la posibilidad de que su porcentaje sea menos optimista al que muestra el promedio de la encuesta.
Por esos motivos no podemos decir aún que ha superado su mal momento, hasta que sus valores regresen a una evolución tranquila.
Por otra parte, en los datos de hoy sigue habiendo algunas noticias que no son buenas para el de Tabasco. Por ejemplo, su partido también muestra una leve recuperación, saliendo de los niveles de advertencia, pero completa una serie por debajo del promedio, lo que nos indica que la crisis pudiera estar en fase de finalizar, pero aún no lo ha hecho.
Además, nos señala que no sólo hace una semana, sino a lo largo de los dos últimos meses, la identificación con Regeneración Nacional se ha resentido, y esta situación ha sido propiciada, según los hipocentros, por quienes viven en Nuevo León y los que tienen más estudios. Este último segmento, además, es una presencia constante en la práctica totalidad de las variaciones contrarias a los intereses de AMLO desde hace mucho tiempo. Fue sin duda un sector que lo favoreció intelectualmente en la campaña, pero ha sido de los primeros en abandonarlo de forma decidida.
Además, López se recupera en el indicador de mejores políticos, pero no recibe advertencia negativa tan sólo porque se han recalculado a la baja los límites que marcan las advertencias. Dicho de otro modo, es la propia evolución desfavorable de sus guarismos en este rubro la que lo libra del aviso, pues se ha normalizado que su consideración como mejor político esté en niveles más bajos. Finalmente, tampoco se libra de la advertencia negativa, esta vez como peor político, también favorecida por los de más estudios, que además de haber abandonado su respaldo al Presidente parecen ser uno de los grupos que más desencanto muestra con él, como también nos indican las Cartas de Navegación Política, que veremos después.
Los indicadores de mejor y peor político son una muestra significativa del número de seguidores más fieles y de detractores más contumaces. Y la conclusión es que, además de haberse reducido los primeros, hecho que ya sabíamos desde hace una semana, encontramos hoy que también creció el número de los segundos. Si la causa de lo acusado de este primer desgaste fue el desencanto de sus fieles, parece ahora que esa situación ha generado una reactivación de la irritación de sus oponentes. Probablemente al hilo de esta circunstancia, se ha producido otro fenómeno interesante: se ha radicalizado la identificación con el PRI y el PAN. No ha crecido significativamente pero sus seguidores votarían a favor del tricolor y de los azules con más entusiasmo, sin importarles el candidato, hecho que hasta ahora sucedía casi exclusivamente con Morena.
Ahora bien, es claro que, como en todas las parejas, hubo un disgusto, pero por ahora ha sido pasajero y tan sólo queda un cierto resquemor camino de la reconciliación. Y hablo de pareja, porque así funciona la relación entre AMLO y sus seguidores (no en vano llamados “Amlovers”), y sobre todo porque así, y esto es importante, quiere el Presidente que sea. Con la particularidad, y esto sería un terreno ajeno en el que no profundizaré, que entra de lleno en el análisis psicológico, de que quien demanda continuamente las demostraciones de amor es Andrés Manuel. AMLO desea, ansía, necesita que su pueblo lo quiera, utilizando además ese verbo que guarda más relación con un soberano de tiempos pretéritos que con el titular del poder ejecutivo de una nación contemporánea. Quiero creer que es una estrategia política y no la mera manifestación de un narcisismo permanentemente insatisfecho. El problema es que pudiera ser lo primero como resultado de lo segundo, lo que dejaría en muy mala posición los contenidos de su labor de gobierno, que estaría únicamente encaminada a la consecución de ese cariño, cueste lo que cueste y dando igual, una vez obtenido, la verdadera misión de un gobernante, que se supone que es gobernar.
Véase para glosar lo anterior la actitud y aseveraciones, tanto de AMLO como de su equipo de gobierno, ante el problema mundial que es el coronavirus. En la “mañanera” de hoy, Andrés Manuel acusaba de nuevo al mensajero, tildando de desinformadores a quienes habían publicado como reciente una declaración suya de la semana pasada en la que afirmaba que “no pasa nada con el virus, hay que darse abrazos”, acompañándolo de un lenguaje gestual muy ilustrativo.
Vaya, resulta que manipularon porque lo dijo ¡la semana pasada! Como si fuera el año pasado, o el siglo pasado, como si hace siete días no fuera público y notorio el problema que aqueja a medio mundo, incluyendo al vecino más cercano de México, con el que se intercambian cientos de miles de visitas diarias. Nada menos que el titular de la Subsecretaría de Salud afirmó hace también pocas horas que la cuestión es que, a AMLO, el pueblo lo quiere, y que a él le gusta que le manifiesten ese cariño, y que por eso necesita abrazos, besos y lo que sea menester. Como decía la letra de la copla de Rafael de León, “son las cosas del querer, no tienen fin ni principio, ni tienen como ni por qué”. Y así se nos pasa el tiempo, quiéreme, quiéreme mucho.
Ese romance ha estado en trance de volverse de pronto amor apache, pero gracias a los besos y abrazos todo se olvida, menos el coronavirus, que ha copado el “Top of mind” del pensamiento de los mexicanos, antes siquiera de manifestarse como ya lo estamos sufriendo a este lado del Atlántico, donde los gobiernos decretan confinamientos, cierres aeroportuarios y estados de alarma. Desde el prisma de AMLO, deben ser actitudes muy hoscas y ríspidas, pudiéndose gozar de las bondades del querer.
Por ahora, las Cartas de Navegación, aunque todavía no se pueden establecer fortalezas y debilidades certeras, nos dicen que hay retrocesos para López Obrador en las zonas rurales, la región central del país, y Ciudad de México. Hay que insistir: nada es definitivo, pero sí sintomático. Los desempleados y los de más estudios se perfilan como debilidades, los primeros cosa natural, los segundos a la cabeza de los primeros signos de desengaño de un amor que ellos mismos trovaron con entusiasmo. Los de menos ingresos parecen manifestar más tendencia a una buena opinión. Lo que dejan claro las Cartas de Navegación es que su gran fortaleza sigue estando, cómo no, en sus seguidores, sus fieles, aquellos que, pese a los desencuentros, mantienen su cariño. Esa mitad de los mexicanos que manifiesta “querer” al Presidente, en justa correspondencia a la necesidad de amor que este reclama. Maravilloso panorama si no fuera porque la obstinación del Presidente sigue impidiéndole reconocer sus errores y, sobre todo, anticiparse a los problemas. Doble pecado si se tiene en cuenta que dispone de los datos. El próximo envite es el coronavirus, que desde luego no se combate con besos y abrazos, y a fe que no es ninguna broma. Atienda, por favor, señor Presidente, a la realidad, y otorgue respuesta al capital político que todavía disfruta. Decía Moliere, y estoy con él, que prefería vicio tolerante a virtud obstinada. No cabecee más para el lado del golpe, decepcionar mucho a quien te ama puede transformar en hiel la miel más dulce.