“Si estás lo suficientemente preocupado por un resultado, posiblemente hagas algo por solucionarlo”, William James.
Nos dicen los datos de SABA Consultores correspondientes al pasado lunes que las cosas siguen igual, con algún matiz que pasaremos a ver. Eso significa que según unos estarán muy bien, y según otros muy mal, o sea, lo propio del clima de polarización y crispación que lamentablemente vivimos. Ese clima responde, sí, a un guante lanzado por la 4T, en pro de sus supuestos intereses, pero atribuir la responsabilidad única de la situación a AMLO sería negar la realidad: enfrente hay un grupo ávido de recoger el guante, que colabora en este enfrentamiento estéril tanto o más que el más contumaz de los seguidores de Morena. Sin embargo, hay un México silencioso pero harto, quizá más numeroso de lo que parece, que lo que desea es un regreso a la racionalidad, venga esta de donde venga. Y lo que nos dicen los datos es que, de darse ese milagro, ha de venir de dentro de la propia 4T.
Veamos. La aprobación a AMLO presenta evolución ascendente, mientras que la desaprobación va en descenso. Su calificación registra advertencia positiva, debida a un renovado entusiasmo de sus seguidores, ya que el impulso lo da un aumento de las calificaciones altas, que rozan el aviso favorable. Los programas sociales, que en este caso se mencionan incluso en el “Top of mind”, son el motor que sostiene esos niveles de respaldo, como sabemos hace muchos meses y hemos repetido hasta la saciedad. Es un hecho que constatamos de nuevo si observamos que propiciando el aviso positivo de Morena en intención de voto están, una vez más, los perceptores de programas sociales. El problema para AMLO, y para cualquiera que pretenda gestionar México a partir de 2024, es que se está generando un gran gigante con pies de barro, como reiteradas veces sucedió con el PRI, en sus tiempos buenos y mozos. Es decir, el patrón es el mismo: reparto de apoyos a cambio de votos, el viejo pacto de dominación. El propio hecho de que a las alturas que estamos nadie proponga una política de redistribución de la riqueza que sea novedosa ya es preocupante.
Sí que es novedad que el Presidente, sin rubor, proclame que los pobres son apuesta segura, lo que parece implicar que también es necesario mantenerlos en la condición de dependencia. Y es que una cosa es un esquema redistributivo, justo y necesario en toda sociedad avanzada, y otra un sistema clientelar. Si en lugar de promover el sano desarrollo social, con políticas laborales y formativas que ensanchen la base fiscal, lo que se hace es repartir lo que aporta un individuo entre otros cuatro que no pueden aportar, quizá pierdas un voto, pero ganes cuatro. Ahora bien, generas pan para hoy y hambre para mañana, ese mecanismo es la esencia de las estafas piramidales, y como todas ellas, termina colapsando cuando se acaba la lana.
La petición de intercesión del Chapo está a un paso de la elevación de Andrés Manuel a los altares, pero ese no es el problema. AMLO se marchará. Quién vendrá detrás y cómo enfocará el desaguisado es lo importante. Eso es lo que se juega México en 2024, y si se decidiera a día de hoy los datos dejan claro que estará entre Claudia (increíblemente indemne de la crisis del metro, al extremo del aviso positivo) y Marcelo. Si alguno de los dos aspira a regresar a la racionalidad, bienvenido sea, y recíbasele con palmas y olivos, ahí es donde no debemos ser neutrales. Pero en cuanto a la polarización, les dejo el recuerdo de un antiguo cartón de Mingote. El nieto pregunta: “Abuelito, ¿qué es mejor, ser de izquierdas o de derechas”. Y el abuelo responde: “Antes de nada, no ser pendejo. Luego ya se irá viendo”.