“¿No es vergonzoso que los fanáticos muestren mucho interés y los sensatos ninguno?”, Voltaire.
Allá por 1981 se otorgó el premio Pulitzer a la novela póstuma de John Kennedy Toole cuyo título coincide con el de la presente reflexión. Cada vez que dirijo una mirada a la realidad política, sea de quien detenta el gobierno o de quien pretende ser oposición, no puedo evitar pensar que los ciudadanos somos víctimas de una conspiración encabezada y promovida por quienes llevan la necedad por bandera. Y, como en esa novela, lo que en principio puede parecer una comedia, se torna en un drama triste y trágico que parece incontrolable. Les animo a echar un vistazo a los acontecimientos de las últimas semanas y, si no se dejan llevar por el fanatismo de ningún signo, de inmediato tomarán conciencia de la situación.
Los datos de SABA Consultores recabados el pasado lunes nos hablan de un deterioro de la imagen de AMLO, especialmente notorio en la calificación media, que como sabemos es un indicador más duro que la mera aprobación, donde también se registra un descenso, pero más moderado. Favoreciendo el desgaste, los de más estudios; frenándolo en mayor medida, quienes perciben apoyos sociales y los de ingresos entre 2400 y 5000 pesos, grupos que coinciden entre sí en un alto porcentaje. El Presidente asciende tanto en la consideración como mejor político como en la del peor, lo que nos habla de un nuevo aumento de la polarización, el medio en el que le gusta moverse a don Andrés. Si este gusto no fuera tal, seguramente en las últimas mañaneras hubiera insistido más en los buenos datos económicos (el récord del peso frente al dólar, los muy buenos datos de empleo formal, la pequeña reducción de la inflación) que en su habitual y vacía retórica.
El “desgaste de marzo” es algo que se repite cada año, en íntima relación con el pésimo manejo que el Presidente evidencia de las marchas feministas. Es probable, por tanto, que sea pasajero, pero también lo es que en una de estas el tropiezo puede ser más grave. La situación, y el propio pensamiento de los ciudadanos, debería motivarlo. Dos tercios de los mexicanos sienten la inseguridad y el crimen como su primera inquietud, y así lo reflejan en el “Top of mind”, pero el Presidente prefiere echarle la culpa a los gringos. Sus intentos por ampliar sus ya de por sí extensas facultades, por controlar el sistema electoral, el poder judicial, y aún el legislativo, han generado críticas, y no solo desde sectores conservadores. Y eso que, por razones históricas, se mantiene un respeto reverencial, casi atávico, por el cargo que ostenta.
La conspiración de los pendejos campa a sus anchas porque los polarizados, de forma natural, hacen más ruido que los moderados, encubriendo realidades lacerantes, y es ahí donde López se siente cómodo. Los grupos opositores oscilan entre el narcisismo y el fatalismo, según amanezca el día. Esa corriente pesimista, según la cual es muy difícil ser oposición “en estos tiempos”, nos retrotrae a las épocas más oscuras del antiguo PRI de los “tapados”, disfrazado hoy de carrera de corcholatas. Pero hay algo peor en ese derrotismo. Y es que asume, es de suponer que sin quererlo, una suerte de incapacidad y una aceptación determinista de las cosas. Y así genera el círculo vicioso de toda profecía autocumplida, que desemboca invariablemente en que suceda aquello que más se teme, precisamente por tanto temerlo. Yo creo, casi proclamo, que México se puede sacudir la herencia del autoritarismo. Pero el camino no es ni cultivar la autocomplacencia, tal como se hace cada mañana desde Palacio Nacional, ni excusarse en lo difícil de la tarea. Eso es hacerle el juego a los necios de todas las tendencias, y por supuesto, al necio mayor de todos.
La conspiración de los pendejos campa a sus anchas porque los polarizados, de forma natural, hacen más ruido que los moderados, encubriendo realidades lacerantes, y es ahí donde López se siente cómodo.
15/03/2023
