Estadísticas y estadistas

Adolfo González

EL SEXTANTE
“El simple político piensa en la próxima elección, y el estadista, en la próxima generación”. Juzguen ustedes mismos en qué piensa Andrés Manuel, cuando lo próximo que hará será irse de gira este mismo lunes.
01/06/2020

“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”, Platón.
 
La Democracia es un concepto que se remonta a la Grecia clásica. El origen etimológico de la palabra es doble: demos, que se puede traducir como pueblo, y kratos, que viene a significar fuerza, dominio, o poder. El poder del pueblo. Pasados veinticinco siglos, seguimos debatiéndonos en el intento de conseguir tal proeza. El aumento de la población y territorio de las naciones hace inevitable delegar ese poder ejecutivo, en teoría en manos del pueblo, en un líder que debe rendir cuentas del mismo, considerándose siempre la posibilidad de deponerlo en caso de incompetencia.
 
Ahora bien, esa posibilidad tiene obligadamente que contar con el sentido crítico y analítico por parte del pueblo que ha delegado su autoridad. Si esa capacidad desaparece en favor de una obnubilación generalizada es desgraciadamente frecuente que haya líderes que se transformen en tiranuelos y únicos depositarios de la voluntad popular, convirtiéndola en una sinécdoque que transforma una simple parte en el todo. Para cuando se quiere reaccionar, ya es tarde. Platón, y después especialmente Aristóteles, advirtieron sobre el problema. Las estrategias para alcanzar el poder político consistentes en la apelación a emociones, miedos, o esperanzas, muchas veces mediante el uso de retórica hueca, desinformación y propaganda, conducen a la demagogia, que Aristóteles define como la “forma corrupta o degenerada de la Democracia”. Esta lleva indefectiblemente a un gobierno tiránico, a menudo de unos pocos o uno solo que gobiernan en nombre del pueblo, mediante el engaño y la manipulación sistemática de este.
 
Si aún no han reconocido en la descripción anterior a Andrés Manuel López Obrador abundaremos un poco más en detalles, ayudados por los datos de SABA Consultores del pasado día 27. El leve atisbo de desgaste de la anterior medición desaparece, al extremo de que hoy apunta a lo contrario: el Presidente mantiene una sólida estabilidad en aprobación. En lo referente a las inquietudes de los mexicanos, seguimos en la línea de la medición previa: economía, Covid19 e inseguridad comparten el primer puesto en el promedio de la encuesta, tres problemas que, en mi opinión, llegará un punto en el que serán muy difíciles de separar entre sí. En menor intensidad, la renuencia a quedarse en casa o el desempleo, dos conceptos cuya clara vinculación con la vida económica es muy indicativa de hacia dónde se decantará en un futuro próximo el principal problema. Detengámonos también en el “Top of mind”, donde la atención sigue centrada, con mucha diferencia, en el Covid19. Muy por detrás, pero con una sugestiva presencia dada la prevalencia total del pensamiento en la pandemia, están, una vez más, la economía y los apoyos del Gobierno. En este último caso, SABA nos aporta otro dato importante: el número de familias que recibieron apoyos de AMLO se redujo en seis puntos porcentuales desde primeros de abril a hoy. Es decir, justo cuando más falta hace y desgraciadamente más falta va a hacer, el desempeño Federal no está siendo, cuando menos, fluido, en cuanto a programas sociales.
 
Tenemos, pues, los tres vectores sobre los que gira el pensamiento y la preocupación de los mexicanos: el Covid19, la economía y la inseguridad. Dice el Evangelio que “por sus frutos los conoceréis” y el desempeño gubernamental deja mucho que desear en los tres casos. En cuanto al coronavirus, recordemos que Hugo López-Gatell afirmó que el pico de contagios y muertes se alcanzaría alrededor del 8 de mayo, fecha en la que vertió sus sospechas sobre una confabulación de medios internacionales para desmentir sus estadísticas. Pero la verdad es que desde esa fecha ambas cosas no han hecho más que crecer, superándose una decena de veces el récord de muertes diarias. De aquel pico nada más se supo. Se aconsejaron medidas de distancia social con bastante antelación, pero gran parte de la ciudadanía las tomó con laxitud, en la medida en que Gatell indicaba una cosa y el Presidente decía y hacía otra. Pero toda esperanza cesa cuando asoma el Gatell con aspiraciones políticas, que le hace ojitos con arrobo a AMLO en las conferencias de prensa. Lo digo y lo mantengo: la credibilidad científica de López-Gatell desapareció el día en que empezó a utilizar sus intervenciones para transmitir consignas políticas. La última, sospechosamente interesada, es señalar precisamente a Jalisco y Nuevo León como los estados donde más se prolongará la presencia del virus, justo aquellos que con más claridad y anticipación se salieron de las líneas marcadas por el Gobierno Federal. Para ellos, seguramente los dos mayores motores de la economía mexicana, semáforo rojo para largo. Prohibido el paso a los gobernadores díscolos. Son ya demasiadas las contradicciones e inconsistencias del Subsecretario, y eso lo desacredita.
 
¿Qué decir de la previsión económica? Acabamos de asistir a una caída histórica de las exportaciones de un 37.63%; el Banco de México acaba de pronosticar una caída del PIB del 8.8%, aunque eso ahora no le importe a López Obrador; la estimación del propio AMLO es de la pérdida de un millón de empleos a corto plazo, bien podemos esperar el triple; el daño se prevé en un sinfín de parcelas, pero cabe destacar la inmobiliaria, tanto en cuanto a ventas como a la propia construcción; y por supuesto el turismo, un sector estratégico que, junto con la restauración, sufrirá un golpe durísimo si, como se está viendo, los cálculos fallaron, y será la temporada de verano la de mayor afección en México por la pandemia. No hay, no existe, no se espera, no se plantea ningún plan de choque para reactivar la economía. Antes bien, la política energética es errática, no se tienden puentes a nivel internacional, y los apoyos sociales, aunque se presuman ridículos créditos, decrecen en el peor momento. Si nos detenemos en la inseguridad, no sólo no llegaron los abrazos a sustituir a los balazos, sino que estos aumentaron. Tan sólo se redujeron los homicidios dolosos cuando se redujo la movilidad de las personas, como SABA Consultores ha mostrado también en otro estudio. Pues bien, a pesar de todo ello, que no es poco, AMLO mantiene unos muy sólidos valores de aprobación en torno al 60%. Hay un incremento de las calificaciones bajas, indicio de que sus detractores se movilizan, pero esto no afecta en absoluto a sus seguidores, que siguen alimentando la paradoja que acompaña a Andrés Manuel desde la elección: gran parte de su base se resiste a abandonar la esperanza a pesar del desacuerdo con su labor, o incluso resultando perjudicado por ella, como cabría esperar de la reducción de los apoyos a los de menos ingresos.
 
Hasta aquí, las estadísticas. Pasemos ahora a los estadistas. Hace pocos días, el Dr. Salvador Borrego, compartía unas reflexiones que llamaba “las confusiones amorosas de Jorge Zepeda Patterson”, sobre un artículo de este. La más llamativa, a mi juicio, es aquella en la que Zepeda afirmaba que AMLO debía sacar el estadista que lleva dentro. El Dr. Borrego, con el que coincido, le recordaba al analista (al que todavía da tribuna El País, ese periódico conspirador), que tal estadista solo existe en su imaginación, sensibilizada hasta el extremo por el amor a López. Díganme si esta legión de seguidores, que incluso cuando quieren hacer una crítica lo hacen con la benevolencia del enamoramiento que prefiere la ceguera al despecho, no habrían hecho las delicias de Platón al describir la demagogia más pura. La más exacta en su definición: la degeneración de la democracia cuando una gran masa se desentiende de la verdadera política y deja el poder en manos de un tirano que dice gobernar en su nombre mediante el engaño y la manipulación. Polibio desarrolló, ya en la era cristiana, un poco más allá el concepto, que fue citado al final del medievo por Maquiavelo: la degeneración máxima de la democracia, a través de la demagogia, se llama oclocracia. Ya en el pensamiento político moderno, Rousseau la describió como la desnaturalización del poder de la mayoría. Llevan veinticinco siglos avisándonos y todavía no nos queremos enterar.
 
Por si Zepeda quería darse, aun tímidamente, por enterado, parece que ya le tiraron de las orejas. En un nuevo artículo, fecha del día 27, avisa a los detractores de AMLO de que tengan cuidado con lo que desean y que moderen la crítica, no sea que tras el de Tabasco venga algo peor. Y resuelve el problema de la manipulación negando la mayor. Pues si les queda alguna duda sobre el carácter “goebbelsiano” de la 4T, no tienen más que ver cualquier fragmento de la superproducción de Epigmenio Ibarra en torno a la figura de AMLO, si pueden superar las náuseas. Sobre todo si se paran a pensar que con el dinero del Estado, que es el de todos los mexicanos, se paga propaganda de un proyecto político que confunde al erario público con su presupuesto publicitario. Yo creo que lo que ya hay es lo suficientemente malo como para no esperar a lo que vaya a venir, y que la pasividad y la aquiescencia es lo que menos necesita México en este momento. Lo que parece que Zepeda mantiene es su concepción de AMLO como estadista. Decía Otto Von Bismarck que “el simple político piensa en la próxima elección, y el estadista, en la próxima generación”. Juzguen ustedes mismos en qué piensa Andrés Manuel, cuando lo próximo que hará será irse de gira este mismo lunes.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÁLEZ reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de la metodología de Saba Consultores de medición de la opinión pública. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

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