“Estamos perdiendo la sensibilidad ante la violencia”, Cristóbal Ascencio, obispo de Chilpancingo.
En la medición de SABA Consultores del pasado lunes, como en la de la semana pasada, y como prácticamente siempre, queda una vez más de relieve que la inseguridad es el problema capital para los mexicanos. Y en consecuencia, para México, y así debería ser para sus gobernantes y aspirantes a serlo. El “elefante en la habitación” es una expresión metafórica de origen anglosajón que alude a un hecho evidente y claro, que sin embargo es ignorado. Más bien un problema patente que es obviado, que nadie aborda. Significa que sería imposible pasar por alto la presencia de un paquidermo en una habitación, y que el fingimiento de no verlo equivale a la no asunción de un problema mayúsculo. Pero, al tiempo que se evita el problema, la presencia se vuelve cada vez más incómoda para los involucrados, en un claro círculo vicioso. Así está funcionando la clase política mexicana en los últimos años, en especial en los de la 4T, con la lacra de la violencia. Es un asunto perturbador, tocado tangencialmente, sin la profundidad que requiere la magnitud del reto, y en la mayoría de las veces trasladando la culpa a administraciones anteriores. Pero siempre sin ofrecer soluciones.
No sucede así con los ciudadanos de a pie, que vuelven a mencionar en el “Top of mind” al, para los políticos, innombrable elefante. Reproduzcamos, una vez más, la lista de los conceptos aludidos en dicho rubro: asesinatos, muertes, matanzas, inseguridad, secuestros, delincuencia, violencia, asaltos, robos, balaceras… A todo ello hay que añadir en esta ocasión los sucesos de Chilpancingo, los cuales, a falta de su esclarecimiento (si es que llega), vuelven a representar el hartazgo que lleva a la siempre vergonzante “justicia” por mano propia, imagen de la debilidad extrema de un Estado de Derecho en riesgo permanente. A la sazón, para más de la mitad de los ciudadanos la inseguridad es la principal inquietud, y en este monitoreo alcanza el rango de alerta negativa. Ni se comprendía ni entraba en cabeza humana que la seguridad pública no fuera el caballo de batalla, desde el primer momento, de ninguno de los aspirantes, ni del partido hegemónico ni de la oposición. De repente, Marcelo Ebrard ha visto al elefante, y ha presentado el Plan Ángel, con el ambicioso corolario de tener como objetivo el México más seguro de la historia. Confieso que desconozco los detalles, pero me place su motivación principal, que es precisamente el reconocimiento del problema, tal como lo hace la gran mayoría de la población. En esto, Marcelo se ha adelantado a todos.
La correlación de fuerzas, empero, no ha cambiado. En la interna de Morena el empate técnico entre Sheinbaum y Ebrard persiste, y muy cerrado. AMLO, viendo los toros desde la barrera, mantiene gran estabilidad en sus valores. En el lado contrario, de entre la panoplia de aspirantes (valga decir que casi tan amplia como el frente que desean liderar), toma ventaja Xóchitl, al abrigo de su mayor fuerza y presencia en medios. Sin embargo, a día de hoy, su desventaja en intención de voto es abismal, fiel reflejo de la que se da, en el mismo rubro, en cuanto a partidos. No en vano, Morena registra aviso positivo en identificación, impulsado por los de menos estudios, mayor edad, y perceptores de apoyos. Es decir, el amplio pero voluble respaldo de López Obrador. Ahora bien, esto es la fotografía de hoy, no la película completa y menos su final. ¿Que esto puede cambiar? Sin duda, pero yo no estoy en posesión de ese arcano. Pero, sin pretender sentar cátedra, pues la mayoría de las veces eso sólo lo hace el prejuicio, lo que sí me atrevo a pronosticar es que quien antes y mejor acometa la doma del elefante, adquirirá ventaja. Por ahora, ya saben quién fue el único que dio ese paso.