Democracia con adjetivos

Adolfo González

NAVEGANDO A ESTIMA
El empeño de la 4T en ponerle adjetivos a la democracia, es decir, en desnaturalizarla con la muerte en vida, hace obligado un debate cívico que despierte a la ciudadanía de toda clase y condición.
18/09/2024

“No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”, Francisco Largo Caballero (Secretario General del PSOE, en Ginebra, 1934)

Hace tanto como cuarenta años, Enrique Krauze escribía un breve ensayo titulado “Por una democracia sin adjetivos”. En él solicitaba la democratización inaplazable del sistema político mexicano. Se salía de un gran dispendio: el desaprovechamiento clamoroso por parte de López Portillo de la riqueza petrolera, que abrió una crisis en la que el Estado asistencial priísta perdía por primera vez la capacidad de ejercer su característica principal, es decir, asistir. El bienintencionado Krauze depositaba, ahora sabemos que de forma vana, en De la Madrid, sus esperanzas de salir del atolladero. A Krauze, al que admiro muchas veces, en otras ocasiones la pasión y la buena intención le ciegan el conocimiento. Y parece que no aprende con los años, acuérdense de su teoría preelectoral del arroz sin cocer, cuyo fracaso empírico no da pie, por desgracia, a mayor comentario. 

No obstante, aunque a trompicones, de aquella crisis salió un avance, lento y dificultoso, hacia la apertura democrática. Sin adjetivos, decía don Enrique. Dicho de otro modo: democracia a secas, ni orgánica, ni popular, ni participativa ni ningún otro de los apellidos que cuantos han querido corromper el menos malo de los sistemas conocidos han pretendido ponerle. Por eso el líder socialista español de los años 30, Largo Caballero, afirmaba lo que antecede a este texto, que bien podría traducirse, en él y en cuantos invocan la democracia para interés propio, como lo siguiente: la democracia sólo es buena si gano yo. Si esto no les recuerda a AMLO, hagan memoria.

El rasgo común del momento político actual en México con aquél de 1984 es que ahora también salimos de un gran dispendio: la dilapidación del río de entusiasmo que supuso, en 2018, el depósito de confianza que recibió López Obrador. Que una gran mayoría no lo haya visto aún, o no quiera verlo, es harina de otro costal. Todo llegará. Por cierto, ver ahora los llamados del PAN, publicados a toda plana antes de la ínclita sesión de la cámara alta, a la heroicidad de los senadores, se hace sumamente patético. Y que nadie olvide que los azules no están exentos de responsabilidad en el, esperemos que temporal, fracaso de la transición democrática de México. En los años de la ilusión fallida de la alternancia, Acción Nacional mantuvo las estructuras hegemónicas casi intactas, y las aprovechó para su beneficio. No se acometieron las necesarias reformas, y de aquellos barros, y algunos más, vienen estos lodos.

El empeño de la 4T en ponerle adjetivos a la democracia, es decir, en desnaturalizarla con la muerte en vida, hace obligado un debate cívico que despierte a la ciudadanía de toda clase y condición. El papel de los intelectuales debería ser clave. Ayer mismo, en una excelente columna, Isidro H. Cisneros hacía un llamado a rechazar el dogmatismo de los intelectuales “orgánicos” y propagandistas, y a abrir un intercambio crítico de ideas que aporte soluciones al futuro, a corto y largo plazo. Es necesario, entre otras cosas, porque, en efecto, en las corrientes de opinión se observa gran desconcierto. Leo columnas que oscilan entre no quererse creer lo que está pasando o, peor, querer creerse que está siendo muy bueno.

Lorenzo Meyer, uno de los que aún no se desengañan, escribió hace pocos días que el juicio histórico a AMLO dependerá de muchos factores, pero que no cabe duda de que se reconocerá lo indeleble de su huella. Este “sesudo” análisis es una perogrullada, los gobernantes más incompetentes también dejan marcas difíciles de borrar. Al número de quienes, como Meyer, se niegan a dar su brazo a torcer, hay que añadir otro nutrido grupo. Aquellos que, como en la copla, andan “apoyaos en el quicio de la mancebía” a la espera del pago por sus servicios. La mayoría no llegan ni a orgánicos, no pasan de cobrar por horas en el gran motel de la 4T.

Están también, como he dicho, los que se niegan a creer lo que está sucediendo. El pasado día 6, antes de la sesión del Senado, Raymundo Riva Palacio titulaba su columna “La hora más gloriosa”. La hora que llegó, que fue la más infame, nos dice a las claras lo lejos que estaba don Raymundo de la realidad, y con él, otro numeroso grupo que todavía no es consciente de la gravedad de lo que se viene. En plenas fiestas patrias, el poder judicial, y también los otros poderes, gritan sin apenas esperanza por su independencia. Si esa va a ser la “huella indeleble” del lopezobradorismo, y todo parece indicar que sí, vamos de cráneo. 

En conclusión, arrastradas irremisiblemente las instituciones al gusto caprichoso del líder en turno, la función de lo que queda de la intelectualidad, me refiero a la que permanece libre, será primordial. Eso incluye a todos los ámbitos académicos y científicos. Por ejemplo, en cuanto a percepción de los ciudadanos, interesa más que nunca saber, en el más amplio sentido de la palabra. Y sabremos, en pocos días, gracias a un nuevo monitoreo de SABA Consultores. Sabremos cómo sale AMLO de su sexenio y cómo entra Claudia al suyo. También, por supuesto, cómo quedan los rubros partidistas después del chapulinazo vivido en el Senado. ¿Habrán surgido, tal vez personificados en los Yunes, nuevos villanos? Ya va haciendo falta renovar el panteón de felones ilustres, pero mucho me temo que, vistas las tragaderas de los seguidores de la 4T, el clan de los veracruzanos podría incluso incorporarse a su santoral.

SABA sigue, contra viento y marea, sobreviviendo a la degradación general del mundo de las encuestas. El resto de las “casas encuestadoras” viven entre el servilismo, la propaganda y la incompetencia, pero lo hacen cómodamente porque no les falta la paga. Se han hecho habituales de las mancebías del poder, algunas apoyadas en el quicio de las puertas, y otras instaladas definitivamente en sus tálamos. Pero con esas ausenciashay que contar, mejor solos que mal acompañados si queremos librar de adjetivos a la fragilísima democracia mexicana. Decía Mark Twain que es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados, peroesa es la difícil tarea que se viene. Incluso para Claudia Sheinbaum, si en algún momento recuerda que fue científica antes que política. Y si así no lo hiciere, que la Nación se lo demande.

adolcafe@yahoo.es



ADOLFO GONZÁLEZ reside en España, y es analista político especializado en la interpretación de la metodología de Saba Consultores de medición de la opinión pública. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de Mobilnews.mx.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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