En Mexico no hay tregua ni el Día de Muertos.
Cuando leo noticias sobre la guerra amorfa que nos ha destruido como plaga desde hace casi veinte años, pienso: ¿Por qué nada ni nadie logra parar esta violencia infernal?
Entonces busco en mi repertorio otras guerras eternas y me encuentro con la más antigua de la época contemporánea, el mal llamado conflicto Israelí-Palestino que comenzó en 1948.
Y me doy cuenta de que ese conflicto marcó un parteaguas en el diseño e implementación del modelo occidental de la guerra infinita contra el llamado terrorismo y sus variantes: extremismo religioso, narco-terrorismo, narco-insurgencia, guerra contra las drogas.
A pueblos enteros se les mete en una dinámica, llámese ocupación o epicentro de economía ilegal y se les impone una guerra de la que no se pueden librar hagan lo que hagan.
Porque el negocio es que se mueran y que las armas que los acaban sean reemplazadas por equipos más letales.
De eso se trata la guerra contemporánea, lucrar con el asesinato masivo de civiles.