Una de las máximas de la praxis política, es cumplir las promesas de campaña. Se hace gala de haber realizado todo o casi todo de lo prometido.
Se atribuye a Pepe Mujica la frase: “Hechos, no palabras. Lo que se comprometió, se realizó”.
No está mal cumplir las promesas, pero aquí hay una trampa que ni mi admirado Pepe Mujica advirtió. Esta consiste en suponer dos cosas:
1. Que los votantes que favorecieron al candidato deseaban que cada promesa de campaña se realizara.
2. Que el enorme grupo de abstencionistas también deseaban ver cumplidas cada promesa. Este grupo debe tomarse en cuenta porque se gobierna para todos.
Por lo anterior es que antes de embarcarse en cumplir una promesa, se debe verificar vía encuesta, no con la mamada de una consulta, si la mayoría de los ciudadanos lo desea.
En caso de no ser así, pero que por razones técnicas sea importante realizar una promesa, explicar lo mejor que se pueda porqué se realiza y cumplir esa promesa.
Lo anterior privilegia la sintonía (coincidencia de ideas u opiniones-RAE) con las mayorias, por sobre la idea de cumplir lo prometido.
Buscar la sintonía con las mayorías se refleja en el indicador fundamental: la aprobación a la gestión. De ahí se deriva todo el futuro político de un gobernante. ¡Ojo al parche!