Que un encuestador afirme su valor profesional en el hecho de ser acertado en sus predicciones, denota una sola cosa: ignorancia supina.
Que la clase política, la intelectualidad, los comunicadores y las autoridades electorales juzguen a un encuestador con base en lo acertado de sus predicciones, denota una sola cosa: ignorancia supina.
Una encuesta perfectamente realizada puede fallar, y una encuesta pésimamente realizada puede acertar.
¡Así de jodidos andamos!