¿Por qué no asistirá la presidente Claudia Sheinbaum a la inauguración de la Copa Mundial de la FIFA 2026, el 11 de junio de 2026 en el Estadio Azteca?
¿Qué mueve a Claudia a romper la tradición de la presencia de los jefes de estado en la inauguración de una Copa del Mundo en el país anfitrión?
La respuesta en lenguaje popular es insuperable: ¡zacatito pa’l conejo!
En un país en el que el fútbol y la política se mezclan como la trenza que amasa el panadero, no me extrañó del todo que la presidente de México decidiera no asistir al Estadio Azteca, la Basílica del Fútbol en México, en abierta descortesía con la FIFA y la afición mexicana.
A mí me tocó vivir de joven la penosa experiencia que sufrió el entonces presidente Miguel de la Madrid en un evento similar en el Estadio Azteca.
No me refiero a la ceremonia del Mundial 1986, sino a la de dos años antes, en la inauguración de la Copa Mundial de Fútbol Sub 20, el 2 de junio de 1984.
En esa ocasión, yo vivía muy cerca de Coapa, en la CDMX.
Con mi primo Eric, fuimos temprano al Azteca para buscar un buen lugar. Nos sentamos justo arriba del palco presidencial.
Era la época anterior al temblor de 1985, en el cual la escasa popularidad de De la Madrid quedó sepultada en los escombros, pero el aún reciente presidente no había podido enderezar la nave del desastre de país que dejó López Portillo.
Recordemos que en 1982 el país sufrió la peor inflación de la que tengo memoria, una devaluación del peso, la fuga de capitales, la moratoria de pagos, la quiebra de negocios familiares, elevación de las tasas de interés, y se había pedido a los mexicanos “apretarse el cinturón”.
En ese ambiente, la gente en la CDMX abominaba de los políticos tanto locales (en ese entonces estaba el regente Carlos Hank González) como nacionales (López Portillo), y los capitalinos se lanzaban en el vuelo “el tecolote” (de Mexicana de Aviación) a medianoche a Los Ángeles, California, a buscar su suerte porque México no ofrecía nada más que penurias.
Para 1984, la situación no había mejorado y los llamados a “apretarse el cinturón”, que me hacían enojar por su cinismo, eran la única respuesta del gobierno al padecimiento de los mexicanos.
¿Cómo pensó De la Madrid que lo iba a recibir el respetable público?
Las selecciones nacionales de México y Australia saltaron a la cancha. La emoción en las tribunas estaba desbordada y en la noche de junio el cielo estaba despejado, ideal para jugar al fútbol.
Un maestro de ceremonias empezó a hablar y en menos de un minuto le cedió la palabra al presidente De la Madrid.
Ahí empezó el Mundial del pueblo bueno y sabio. Gritos, chiflidos y hasta vasos con cerveza le lanzaron al presidente.
Sus palabras debían ser breves: “Declaro inaugurada la Copa Mundial de Fútbol Sub 20”, y sanseacabó, a tocar el Himno Nacional y que arrancara el juego.
Pero no fue así. La chifladera y el griterío se convirtieron en un estruendo que obligó a De la Madrid a hacer una pausa, tal vez creyendo que los gritos se apagarían y podría concluir su discurso.
Grave error. Ante el enmudecimiento presidencial a medio discurso, la rechifla se organizó en mentadas de madre sucesivas, una especie de “ola” que corría a lo largo de las gradas en los tres niveles del Estadio Azteca.
Yo no podía ver directamente el rostro del presidente, mi ubicación me lo impedía. Lo que observé fue a ayudantes y guardias, sumamente nerviosos, preparar apresuradamente una vía de salida para el presidente, pues el enojo iba en aumento.
Confieso que mi primo Eric y yo, jóvenes veinteañeros, universitarios, de natural tranquilo y mesurado, acabamos sumándonos sin reservas a la catarsis de la gente en el estadio que le gritaba no al presidente, sino a la corrupción e ineficiencia del gobierno, a la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, al cinismo de la clase gobernante.
¡Tome su “apretarse el cinturón”, presidente! ¡Tome su inflación y carestía que aniquila nuestros salarios! ¡Tome su “renovación moral de la sociedad”!
Al final, el juego terminó en empate a un gol entre las selecciones de México y Australia, y a nuestro país no le fue bien en el Mundial, pues quedó eliminado en la primera fase. La Copa la ganó el seleccionado de Brasil.
Esa noche, mi primo y yo, junto con cientos de miles de aficionados, salimos del estadio contentos por el buen esfuerzo de los jugadores mexicanos, pero, sobre todo, transfigurados por participar en la crítica abierta, sin tapujos, vulgar y ofensiva si se quiere, pero crítica, al fin y al cabo, de la multitud.
A De la Madrid le tocó otra noche de gritos y chiflidos en la inauguración de la Copa del Mundo 1986, en el mismo Estadio Azteca.
Así que, sobre la decisión de Claudia, es, simple y llanamente, miedo al pueblo bueno y sabio del Estadio Azteca.
¡Zacatito pa’l conejo!