Estamos tan acostumbrados los mexicanos a que nos den menos de un kilo, menos de un litro o menos de un metro, cuando compramos algo, que rara vez protestamos; pero, cuando lo hacemos, no paramos hasta obtener lo que queremos.
Muy grave asunto es que nos den menos de un Metro, y con ello me refiero al Sistema de Transporte Colectivo de la CDMX, al que todos conocemos simplemente como “Metro”. Lo del derrumbe de la línea 12 el pasado lunes 3 de mayo, con un saldo al momento de 24 personas fallecidas y más de 70 heridas, fue un caso de “menos de un Metro”.
Severos problemas de construcción y funcionamiento de la Línea 12 nos advertían, desde su inauguración en 2012, que no era una obra completamente confiable. Se requeriría posteriormente rectificar algunos tramos, lo cual implicó cierres parciales y totales de la línea, una de las que más pasajeros transporta en la capital de la República (aproximadamente, 220 mil al día).
Siendo Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, actualmente Secretario de Relaciones Exteriores y personaje muy cercano al Presidente López Obrador, la obra se concluyó con un sobreprecio del 70 por ciento de su monto original, pero eso no evitó que, por ejemplo, se descubriera, una vez puesto en funcionamiento, que las ruedas metálicas no eran del mismo tamaño que los rieles, es decir, no acoplaban bien.
Vinieron más jefes de gobierno (Miguel Angel Mancera y Claudia Sheinbaum, la actual gobernante), pero los problemas no disminuyeron. Por ejemplo, apenas el pasado 30 de abril se llenó la vacante del subdirector de Mantenimiento del Sistema de Transporte Colectivo, la cual estuvo un año sin un titular al frente.
Sí, tal como lo se lo digo: un año sin un encargado directo del mantenimiento del sistema de transporte más importante para la CDMX. La directora del Metro, Florencia Serranía, fue cuestionada en enero pasado sobre esta irregularidad, ante lo cual se limitó a contestar lo siguiente: “yo soy la subdirectora general de Mantenimiento. El Metro tiene tantos problemas que decidí durante este año tomar esta posición doble para poder instrumentar integralmente lo que requiere el Metro”.
Así lo hizo Serranía y ahora tendrá que responder por ello, tal como lo tendrán que hacer Sheinbaum y Ebrard en medio de la indignación colectiva de los capitalinos y de todo México, la cual se refleja intensamente en las redes sociales. Por lo pronto, Sheinbaum se atrevió a sugerir, aunque parezca increíble, que no descartaba la posibilidad de un atentado.
Por tanto, veremos tras este derrumbe en el Metro la reacción típica de los políticos mexicanos: se apresuran a rescatar lo posible, sí, pero no de las víctimas sino de sus propias reputaciones. Es un juego muy viejo en México, se llama “aventarse la pelotita”, y es una especialidad, además, de la Cuarta Transformación y de su líder, el Presidente López Obrador.
Cuando viví en la CDMX como estudiante, fui un usuario intenso del Metro y aproveché la magnífica red de líneas y estaciones que comunica a toda la zona metropolitana de la capital de la República. Amontonado en las horas pico, es verdad, iba a veces en los vagones, pero aún así nunca dejé de usarlo.
Me consta que los capitalinos usan el Metro, lo sienten muy suyo, a veces es como un tianguis, otras tantas más es lugar de romances y encuentros con amigos, y siempre es , cada viaje, toda una experiencia.
No puedo imaginarme a la Ciudad de México sin su Metro. Van unidos para siempre.
Por eso me duele descubrir que ahora los capitalinos viven una tragedia más en el Metro, y que probablemente nunca sabremos bien a bien qué pasó y quién fue responsable, pues en este caso todo apuntaría a uno u otro grupo de funcionarios de la Cuarta Transformación.
Los muertos no revivirán, los heridos serán prontamente olvidados. Como es costumbre con su propia gente, el Presidente López Obrador buscará responsables en otra parte, menos en su Morena. Al día siguiente del accidente, en la conferencia matutina del martes 4 de mayo, se dedicó durante la mayor parte a denostar, otra vez, a los medios de comunicación que cubrieron el derrumbe del Metro y dijo que la de México es “una prensa lamentable” que se dedica únicamente a “atacar a su gobierno”. Mostró poca empatía con las víctimas; pero odio, mucho odio, contra los medios de comunicación.
Un kilo que no es un kilo, un litro que no es un litro y ahora un Metro que no es un Metro, sino una montaña rusa de la muerte en el corazón de la Ciudad de México.
Descansen en paz los muertos del Metro.