Las formas del Informe

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
El Presidente López Obrador habla casi exclusivamente de asuntos internos y no utiliza, fuera del tema de Estados Unidos, referencias a la situación internacional.
01/09/2019

Como asiduo observador de las conferencias de prensa matutinas (las “mañaneras”) del Presidente López Obrador, no esperaba cambio alguno en lo que dice -y cómo lo dice- ahora que rindió su Primer Informe de Gobierno.

Y así fue: nada nuevo bajo el sol de la 4T. Se resaltaron las cifras, datos y hechos positivos, se minimizaron y casi ignoraron las cifras, datos y hechos negativos.

Hubo las debidas referencias a Benito Juárez (“el triunfo de la reacción es moralmente imposible”), a don Porfirio Díaz y a los conservadores y liberales del siglo 19 que son el marco de referencia del Presidente López Obrador en el siglo 21. Gran omisión: no dijo nada de Lázaro Cárdenas.

Lo interesante fueron las formas. Primero que nada, destanteó a muchos que en el muro situado atrás de donde hablaba el Presidente dijera “Tercer Informe de Gobierno al Pueblo”. ¿Tercero? ¿Qué no es el Primero?

La contabilidad presidencial empezó en el “Informe” de los primeros 100 días de gobierno (en marzo), siguió con el Segundo Informe el día 1 de julio (a un año de su triunfo electoral) y desembocó en el Tercer Informe, el del 1 de septiembre, que en realidad es el Primer Informe.

Segundo, la pequeña audiencia cautiva de funcionarios, gobernadores, legisladores, empresarios e invitados especiales reunida en el Patio Mariano del Palacio de Gobierno (situado en la esquina más cercana a la Catedral Metropolitana y cuyo acceso es la Puerta Mariana), no logró llenar las sillas dispuestas.

Para tapar los evidentes huecos, se pidió a los presentes, minutos antes de que empezara a hablar el Presidente, que se recorrieran para las sillas delanteras, y atrás se acomodó a militares y marinos uniformados de gala para la ocasión. Aún así, quedaron algunas sillas vacías: cuando quiso felicitar en público al empresario regiomontano Carlos Bremer, resulta que no había sido invitado.

El Presidente López Obrador no portó la banda presidencial, solamente un pequeño ensarte o pin en la solapa de su saco con la bandera nacional. Tuvo algunas dificultades con el escrito que leyó, una síntesis del texto del Informe, y por momentos daba la impresión de que lo leía por primera vez, que escudriñaba los párrafos antes de empezar a leerlos, y se permitía hacer disgresiones o ampliar algunos de los temas. Muy raro.

Lo más importante de las formas, sin embargo, se dio en lo que llamaría la visión presidencial “desde su burbuja”, es decir, desde un México construido a la forma y medida de sus convicciones políticas e ideológicas, y al cual acomete con la fuerza de su voluntarismo.

Por el tiempo dedicado a temas de suma importancia, por lo menos como se perciben desde la opinión pública, parece que en la burbuja presidencial ese sentido de urgencia no existe.

Hasta los 45 minutos de iniciado su discurso hizo la primera referencia a la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, para decir que “aun con el costo (de la cancelación), estoy convencido de que fue la mejor decisión”.

Esa decisión se tomó, agregó el presidente, porque el terreno escogido iba a presentar hundimientos, para salvar a los patos y otras aves del Lago Nabor Carrillo y por la corrupción (así en general, sin detalles) que rodeó al proceso de construcción.

Nada nuevo a lo que ya dijo sobre este tema en las “mañaneras”, ni mencionó la cifra del costo de la cancelación de contratos y el pago de bonos por poner un alto al aeropuerto en Texcoco. Todo eso lo mencionó el Presidente en 2 minutos.

Hasta 1 hora y 45 minutos de iniciado su discurso, casi al final del evento, fue que López Obrador habló de la violencia e inseguridad en el país.

Durante apenas 3 minutos que le dedicó al tema dijo que “no hay buenos resultados” para contener la incidencia delictiva, pero que continuaba reuniéndose a las 6 de la mañana todos los días con su gabinete de seguridad e invocó la fuerza de sus palabras: “estoy seguro que vamos a serenar al país”, pero no dijo cómo piensa lograrlo, sólo dio a entender que al que madruga, Dios lo ayuda

Agregó que no se permitirá el contubernio entre gobernantes y delincuentes.

Reiteró que soldados, marinos y Guardia Nacional seguirán enfrentando a los delincuentes bajo las mismas condiciones: no reprimirán, respetarán los derechos humanos, etcétera, pues ellos son “pueblo uniformado”.

Se esperaba (como piensan muchos ex militares en retiro) un posible cambio de estrategia en este sentido en vista de las múltiples humillaciones públicas que han sufrido las fuerzas armadas, pero no hubo tal giro.

Fuera de la mención a los Estados Unidos (el acuerdo del 7 de junio en Washington que evitó la imposición de aranceles a México), y de que se intenta involucrar a ese país en el plan de impulso económico en América Central, no hubo más referencias al panorama internacional.

El Presidente solamente se refirió, sin mencionarlos por su nombre, al factor externo que China y Estados Unidos han creado con su guerra comercial que presionó a la pérdida de terreno del Peso frente al dólar.

Nada más agregó, como si el mundo externo no existiera o, si existe, no incidiera en México o simplemente no tuviera espacio en la agenda que se elabora en la burbuja presidencial.

Así, el aislamiento de México frente a los temas y problemas internacionales se dibuja con más claridad ahora como una postura deliberada del Presidente López Obrador, quien no viaja al extranjero y ha cancelado anteriormente su asistencia a foros internacionales de alto nivel.

En fin, la que vi desplegada en el Primer/ Tercer Informe presidencial fue la estrategia de comunicación empleada en las “mañaneras”: hablar de temas selectos, reiterar que los gobiernos anteriores dejaron un desastre de país y señalar que la corrupción es la causa principal de los problemas de México; si funciona todos los días en las “mañaneras”, ¿para qué cambiar el guión?

La cuestión es que el Presidente utiliza constantemente el mismo discurso, las mismas palabras, frases y giros de lenguaje, las referencias de siempre a Benito Juárez.

No hay señales de que incorpore el Presidente nuevos giros en su discurso, otros ángulos de opinión, un lenguaje distinto que permita vislumbrar que sí escucha las críticas, que sí las analiza y sí las usa en su toma de decisiones.

Por el contrario, cada día lo que veo en él es que endurece su “blindaje” político e ideológico contra las críticas, y no cambia sus posturas para nada.

Por eso, el Presidente habla casi exclusivamente de asuntos internos y no utiliza, fuera del tema de Estados Unidos, referencias a la situación internacional, a otros temas como el cambio climático, el desarme nuclear, el papel de la ONU, etcétera. Su visión internacional, una vez instalado en Palacio Nacional, no se ha ampliado; al contrario, parece estrecharse cada día más.

Solamente cambia de postura y de políticas el Presidente López Obrador cuando su voluntad se estrella contra alguna dura realidad, de manera que se ponga en riesgo su Gobierno o perciba una gran amenaza, como en el caso del Presidente Trump y sus aranceles.

En fin, los informes presidenciales siguen la misma tónica: el lucimiento presidencial, una audiencia cautiva, resaltar lo bueno, omitir o disminuir lo malo, los aplausos a sus frases (“¡primero los pobres!”). Éste apenas fue el Primero/Tercero, y como dicen los americanos: “business as usual”.

rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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