Cuesta mucho trabajo mantener la cabeza frÃa para el análisis periodÃstico cuando las vÃctimas son niños. El corazón da un vuelco, las manos se crispan, la boca queda seca por el coraje y la frustraciòn.
Pero hay que intentarlo. Rhonita Lebaron viajaba el 4 de noviembre en una camioneta con sus cuatro hijos (un niño de 11 años, una niña de 9 y dos gemelitas de menos de un año), iba en caravana con otros dos vehÃculos conducidos por dos madres y repletas de niños y adolescentes.
Ella iba de Bavispe, Sonora, a Phoenix, Arizona, a reencontrarse con su esposo que venÃa de trabajar en Dakota del Norte y con el cual celebrarÃan su aniversario de bodas. Su camioneta se descompuso, por lo cual se detuvo a la orilla del camino.
Eso fue aprovechado por delincuentes armados que pasaron por ahà y la atacaron, según cuenta la crónica publicada por The New York Times. Los sicarios abrieron fuego contra ella e incendiaron la camioneta con los niños adentro, quienes no pudieron escapar al no poder zafarse de sus cinturones de seguridad.
Las mamàs de las otras dos camionetas intentaron escapar y arrancaron, pero fueron alcanzadas algunos kilòmetros más adelante, fueron atacadas y las dos madres asesinadas, además de un niño de 4 años (al que dispararon por la espalda mientras escapaba corriendo) y una niña de 6 años.
Apenas 7 niños que pudieron esconderse y pedir ayuda sobrevivieron. A una de las madres la mataron a pesar de que se habÃa bajado de su camioneta con las manos en alto.
“Los miembros de la familia acudieron a las redes sociales para implorar a los gobiernos de México y Estados Unidos que hagan algo sobre la creciente intensidad de la violencia en México, en particular en las áreas aledañas a la frontera norte, en donde mormones y menonitas han vivido durante décadas a pesar de la amenaza del desenfrenado crimen organizadoâ€, agrega la nota del NYT.
Todo esto en el norte de México, cerca de la frontera con Estados Unidos. No hubo protección ni garantÃa, vaya, ni siquiera una pizca de compasiòn de parte de los sicarios para con las mujeres y niños mormones.
Rhonita y sus hijos, sus mellizas chiquitas, murieron abatidas en el mismo suelo en donde trabajaban y prosperaban junto con su extensa familia. Era su patria también, eran mexicanos y americanos. Queda el luto, el dolor, la rabia, en lugar del festejo su aniversario de bodas con su esposo.
Eso es México hoy, una tierra de incertidumbre, un escenario de horrores y escenas de violencia completamente irracional. Una nación que ve morir a sus hijos sin ser capaz de protegerlos.
Veo las imágenes del video de la camioneta quemada en donde murieron Rhonita y sus hijos y pienso: ¿habrà justicia en la tierra para ellos? Sus vidas segadas por la maldad extrema, ¿encontrarà n consuelo en el Todopoderoso?
Ese México negro que devorò a Rhonita, a sus hijos y a sus gemelas, se impone cada dÃa más al México Luminoso que todos los mexicanos anhelamos, pero que se nos escapa de las manos dÃa a dÃa, como agua entre los dedos, como un suspiro entre los labios.
Hay cuatro flores menos en nuestro jardÃn, cuatro niños mormones que partieron junto con su madre, ¿còmo llenaremos su espacio vaciò? ¿De què manera podremos honrar su memoria, decirles que su sacrificio no será en vano?
Cuesta trabajo, sà mucho trabajo mantener la cabeza frÃa, buscar la información, observar las imágenes de Rhonita y sus niños con una actitud profesional, razonablemente distante, para no perder el sentido periodÃstico.
Hay golpes que duelen en lo más profundo. Los mormones lloran hoy a sus muertos, acompañémoslos en sus oraciones y pidamos también que México no sea barrido por la tormenta que se nos viene encima.