¿Llegaste a ser la persona que soñabas a los 7 años?

Por más que se evite, la atención se detiene en la sonrisa de los menores. Debe uno oír las preguntas y la voz de aquellos inocentes.
24/02/2020

La idea es sencilla: colocar una cámara de cine frente a niños de 7 años mientras juegan, van a la escuela o pasan el tiempo en casa. Un narrador fuera de cuadro los presenta y, por momentos, les pregunta acerca del futuro, sus deseos y sus miedos. Son catorce menores de diferente clase social, raza y género; todos viven en Gran Bretaña.

Siete años después, el equipo de producción vuelve a buscarlos y a plantearles las mismas preguntas. Y siete años después repite el proceso; y así otros siete y otros y otros hasta llegar a los 63. La primera grabación es de 1964; la última, de 2018. Unidas las nueve partes, el resultado suspende.

“El proyecto más noble en la historia de la cinematografía”, “profundamente conmovedor”, “la película británica más importante de nuestro tiempo”. Nadie queda indiferente después de ver “63 Up”, el documental Michael Apted (La hija del minero, Gorilas en la niebla). Cala como una melodía, como un buen libro o como una gran película, excepto que aquí no hay actores: son vidas reales.

La idea original se debió a Paul Almond, realizador canadiense, y la primera emisión se llamó “7 Up”. Almond estaba horrorizado de las desigualdades sociales de los británicos y pretendía ponerlo de relieve por medio de gente de carne y hueso. Después del capítulo inicial, los ocho siguientes los condujo Michael Apted; de hecho, también participó en el primero. El proyecto se basó en una supuesta premisa jesuita: “Entrégame un niño hasta los 7 años y te devolveré un hombre”.

Lo que se pensó hacer una vez y no más (“7 Up”) se convirtió en un experimento poético, profundo y hasta filosófico. Niños que sueñan con entrar a Oxford pero fallan mientras otros lo consiguen. Pequeños que, sonrientes, se ven casados en la edad adulta, pero después aparecen vagando en barrios miserables a los 28 años. La serie “Up” ha ganado premios y reconocimientos internacionales, como el Institutional Peabody, e inspirado a otros documentales en Estados Unidos, Sudáfrica, España y Japón. La temporada “28 Up”, en particular, ha entrado en la lista de las mejores películas de la historia. A nadie sorprende que Michael Apted quiera rodar el episodio “84 Up”, siempre y cuando sobreviva para entonces pues tendría 99 años.

Quizás el único defecto de esta elevada filmación sea la presencia de pocas mujeres: solo cuatro de catorce participantes. A sus autores no los había influido todavía el feminismo y casi nadie, por otro lado, hablaba de igualdad de sexos por aquel tiempo. Peor aún, desde el comienzo de la producción, sólo ha ocurrido una muerte y fue una mujer.

Por más que se evite, la atención se detiene en la sonrisa de los menores. Debe uno oír las preguntas y la voz de aquellos inocentes. ¿Qué te gustaría ser de grande? ¿Vas a casarte, a  tener hijos? ¿Vas a comprar una casa, muchos autos?

LA VIDA ES UN MISTERIO

Por fidelidad al concepto original, Michael Apted trató de exhibir las injusticias del sistema económico de Gran Bretaña que daba un mar de facilidades a los que tenían todo. También quería demostrar la inexistente movilidad social de la clase trabajadora, sin horizonte ni esperanzas: ahí donde naciste, ahí permanecerás el resto de tu vida. De hecho, lo consiguió. Sin embargo, las escenas mostraban algo más, detalles difíciles de explicar, planos sutiles y misteriosos, una figura borrosa que atravesaba todo como un fantasma.

El fuerte contraste entre el niño y el adulto, el arco del pasado y el futuro, los sueños infantiles, los sueños deshechos, pasaban frente a los ojos con la intensidad del fuego. Mientras uno contemplaba la película sentía cerrarse la garganta, agitarse el corazón, nublarse, un poco, la vista.

Porque si quedaban demostradas las causas materiales que condicionaban la pobreza, también había circunstancias fortuitas, accidentales, del azar, que empujaban a unos y a otros hacia el triunfo o el fracaso, como unas manos invisibles a las que es inútil resistirse.

Una película de formato tan simple casi rozaba los misterios de la existencia. Atónito por la revelación, el más escéptico comenzaba a preguntarse si algunas personas no se malogran o pierden por culpa del destino, la fortuna o la ira ciega el Creador. O bien, uno podía sentirse Dios y mirar desde las alturas las vidas humanas y los incidentes que las mueven y cambian, sin intervenir nunca. También, a ratos, era posible descargar la rabia, la maldición y la blasfemia, reacciones por demás humanas y comprensibles, como le sucedió a Job y a Ulises.

La influencia de 63 Up ha sido tan profunda que se han formado clubes de fans en Gran Bretaña. Debe ser inquietante ver pasar la vida de alguien, cómodamente sentado, como un mirón o voyerista. Pero lo más inquietante es imaginar que nuestra vida es otra película que puede arrancar a los 7 años y avanza en una línea, después se detiene, retrocede, da un giro y continua. Y podemos, en tanto, contemplar a la gente que nos ha apoyado, a la que nos saboteó, a la que abrazamos y a la que despreciamos. Aunque muchos rostros nos hayan acompañado, podríamos sentirnos bien de seguir en este viaje, todavía en movimiento, sin conservar los polvos del pasado.

TODOS SOMOS DIFERENTES Y TODOS SOMOS IGUALES

Un inglés, un japonés, un canadiense, un mexicano, todos quieren lo mismo: amor, reconocimiento, trascendencia. El cine documental tiene la virtud de conectar audiencias de distintas latitudes, razas y creencias. Muchas escenas no necesitan traducción: el gesto de tristeza, alegría o dolor es fácilmente captable, y las mismas causas pueden inferirse reconociendo las situaciones.

De este género recomiendo “Los niños de Leningradsky”, una obra maestra, de los polacos Hanna Polak, Andrzej Celiński.

Vernos reflejados en el otro, desde la estricta condición humana, sin reparar en la posición social, la edad o el género, quizás nos ayude a superar la peligrosa división en la que hemos caído por cuestiones políticas, por la rifa de un avión, o por decir a quién le corresponde la lucha feminista.

julian.javier.hernandez@gmail.com



JULIÁN J. HERNÁNDEZ ha sido editor y colaborador en periódicos de Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México. Actualmente es asesor en temas de comunicación y copywriting. https://medium.com/@j.j.hernandez

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

Más artículos del autor

Contenido reciente