Durante los años en que la hegemonía del PRI estaba siendo cuestionada, Enrique Krauze escribió un texto que muchos hemos leído: “Por una democracia sin adjetivos”. En dicho escrito, Krauze señalaba que lo más importante era alcanzar la democracia sin adjetivos, es decir, hacer valer el voto de cada ciudadano.
Esta postura se daba ya que el PRI impulsaba una “democracia social”, cualquier cosa que eso fuera, y con ello intentaba deslegitimar las protestas que se presentaban casi en cada proceso electoral.
En ese contexto aseguró que una vez conseguida la democracia “lo demás vendrá por añadidura”, (al menos así recuerdo la frase y ante la pérdida del libro que no he repuesto, me arriesgo a que mis recuerdos no sean tan fiables, pero…) tal como la recuerdo resulta una frase con una clara connotación bíblica.
Al volver la vista atrás, y dada la actual situación, nos damos cuenta de que el análisis de Krauze no era tan acertado, ya que si bien gracias al Instituto Nacional Electoral, y al IFE anteriormente, ya se respeta la democracia en el sentido de que cada voto cuente, pero “lo demás” no vino por añadidura. En palabras de Aguilar Camín, la democracia resuelve solo lo que respecta al cambio pacífico en el poder, pero no genera riqueza, abundancia, movilidad o equidad social.
No es una crítica a la postura de Krauze, estoy convencido que en la política no hay verdades eternas y todos los análisis, o casi todos, son de coyuntura y seguramente en la época en que él escribió lo que escribió, se consideraba que la democracia como sistema haría que las sociedades funcionaran de la mejor manera en todos los sentidos.
Hoy, tenemos la impresión, no sé si equivocada o no, de que la democracia que permitió a López Obrador llegar a la presidencia, puede mostrarnos una cara obscura, una cara según la cual este sistema crio en su seno el germen de la llamada “democracia iliberal”.
Hoy, Morena como antes el PRI, nos quiere vender la idea de que la democracia o es participativa o no es democracia, pero en realidad no se ve el tipo de participación que se dice existe hoy.
A los dictados del presidente no se les puede mover ni una coma, so riesgo de ser expulsado del paraíso.
Más aún, pueden seguirse al pie de la letra las instrucciones presidenciales y aún así no entrar en el reino de los cielos debido a algún “pecado original”, como puede ser el haber tenido una carrera política propia o pensar de forma independiente.
En fin, que hoy hay que defender la democracia no porque gracias a ella vayamos a tener un mejor futuro, sino simplemente para continuar con la posibilidad de hacer valer nuestra opinión en las urnas.
Si gracias a los procesos democráticos se logra crecimiento económico, igualdad, desarrollo, es ya tema de otra discusión.
Por lo pronto, lo importante consiste en no perder la posibilidad de, por lo menos, poder expresar nuestras opiniones y emitir nuestro voto.
Primero eso y como dice el clásico: “ya después virigüas”.