En los últimos días he leído y oído muchas críticas a algunos miembros de la 4T, principalmente a las “destapadas corcholatas” que se esmeran por ser seleccionadas para sustituir en la presidencia de la República al líder de ese movimiento y actual presidente Andrés Manuel López Obrador. La principal de las críticas consiste en señalar que algunos de ellos carecen de dignidad.
Siempre he pensado que cuando se hace algún tipo de evaluación, de crítica, se debe tener claro el contexto en que se desarrolla el personaje criticado o evaluado y no meterlo en un marco de referencia aportado por el evaluador.
Es cierto que no siempre se logra hacer eso, pero por lo menos deberíamos intentarlo.
Tal es el caso a la hora de evaluar a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López en su calidad de “corcholatas”, aclarando que el término no tiene intención de descalificarlos, sino que así se ha referido a ellos el propio López Obrador, aunque de manera velada en el caso del hoy secretario de Gobernación.
Quienes han tomado la decisión de vivir para y de, la política, tienen solo un objetivo: escalar hacia el puesto más alto que puedan alcanzar, utilizando para ello todas las herramientas, estrategias y pagando el costo que sea necesario.
En momentos en que avanzar depende principalmente de una persona, como parece ser en el caso de la candidatura presidencial por Morena, si son congruentes, los políticos que quieran dicha candidatura deberán aceptar lo que esa persona diga, ya que esa es la única forma de lograr su objetivo.
Pongamos por caso alguien que no está dentro de ese grupo de “corcholatas” como lo es Ricardo Monreal, él tiene que utilizar otras estrategias que quienes sí se encuentran en ese entorno cercano al presidente, pero de cualquier forma, tiene que “tragar sapos” en caso de que sea necesario. Ello pese a que su lugar como líder de los senadores morenistas le permite un cierto grado de autonomía. Lo cual no es el caso de los que sí están en ese grupo.
Monreal ha insistido en que no se va a pelear con el presidente, y ese es el “sapo” que debe tragar, ya que el presidente ni lo hace en el mundo y le genera vacíos a su alrededor que de alguna u otra forma debe llenar el senador zacatecano. Ni te topo, parece que es el mensaje que recibe.
A diferencia del líder de los senadores morenistas, los otros tres aspirantes a la candidatura presidencial no tienen ese grado de independencia y, como seguramente el presidente tendrá la última palabra en el tema que les interesa, deberán plegarse a lo que este diga.
Así, se dice que a Marcelo se le desprecia un día sí y otro también, que se le humilla para impulsar a Claudia y que Marcelo, dicen los analistas, debería renunciar por dignidad. La pregunta es ¿al renunciar cumpliría con ello su objetivo, esto es ser el candidato presidencial?
Pues no necesariamente y es probable que si lo hiciera no solo no lograría su objetivo, sino que además, quizá enfrentaría consecuencias desastrosas para su futuro. Se puede argumentar que Felipe Calderón siguió ese camino, sin embargo, nuevamente habría que considerar las condiciones, que no son para nada iguales, es más, ni siquiera son semejantes.
Calderón no debió enfrentar a un presidente con el talante de López Obrador, de hecho, enfrentó a un Vicente Fox que no tenía ni por mucho, la fuerza que hoy tiene AMLO y, además, Fox no era visto dentro del PAN como uno de los suyos, sino como un externo que se les impuso. Hoy Morena no ve a Andrés Manuel como suyo, sino que este ve a Morena como de su propiedad y ejerce sobre este partido un control férreo.
Así es que no, la jugada inteligente, dentro del contexto hoy, es la que está realizando Marcelo al aferrarse a la posibilidad de ser el elegido y juega con las reglas que hay, si mañana se presenta la oportunidad de romperlas con éxito, ya veremos si hace la jugada inteligente. Aunque creo, que como Camacho en 1993, Ebrard perdió su oportunidad en 2011.
Por lo que respecta a Claudia Sheinbaum, a quien se le acusa de no tener ideas propias, de haberse convertido en un Mini Me de Andrés Manuel, la realidad es que sus opciones no son muchas en el actual contexto. De hecho, habría que preguntarse por qué no se ha radicalizado aún más.
Es claro que ese papel de Mini Me no le queda a Claudia debido a que carece del carisma de AMLO, pero tampoco puede ahora ponerse a inventar una personalidad propia, ya que en caso de hacerlo dejaría de lado sus posibilidades de alcanzar el objetivo que se ha trazado, ser la primera presidenta de México.
Y qué decir de Adán Augusto, que hasta ha presumido que viola la ley pese al “riesgo” de ser sancionado, sanción que aceptaría con gusto porque “es un honor estar con Obrador”. Cada uno juega las cartas que tiene a la mano y con las cuales puede jugar.
El caso es que para ganar el juego lo primero es sobrevivir, políticamente hablando, y después acercarse al ideal que tiene en su mente quien tomará la decisión, lo demás… es lo de menos.
Es cierto que esta es una visión un tanto cínica de la política, es como la visión que se tiene de la vida desde el punto de vista de la evolución: lo importante es lograr el objetivo, la opinión de los demás, es lo de menos.
También es cierto que la política no es para todos, por eso no todos nos dedicamos a la política, pero cada uno en el ámbito en que se desempeña, mal o bien, acepta en ocasiones situaciones o condiciones laborales que no le son tan gratas. O paga el costo de no aceptarlas.
La diferencia en este caso es que “las corcholatas” son políticos y para ellos ese tipo de condiciones poco gratas se concretan en lo que se llama “tragar sapos”. “Sapitos chiquitos para los políticos chiquitos, y sapos grandotes para los políticos grandotes”, tal como lo decían antes los priistas.
Al final de cuentas o se acepta que la hora es la que dice el presidente, que los cocodrilos vuelan, aunque sea bajito, o hasta ahí se llega en el actual contexto.