Comenté en mi artículo de la semana anterior, que cada partido ve las elecciones del próximo año de forma distinta, Morena como una oportunidad para consolidarse como partido y dejar de ser ese movimiento que depende de un líder carismático, en este caso el presidente López Obrador, porque de otra forma pudiera ocurrirle lo mismo que le sucedió al PRD en cuanto sus líderes históricos, me refiero a Cárdenas y AMLO, lo dejaron al garete.
Pero para el PRI, el PAN y el propio PRD, las próximas elecciones vienen a ser la diferencia de tener una viabilidad a largo plazo o dejar de tenerla y convertirse lo que hoy son partidos como el Verde o el PT.
El PRI, como organización política la más antigua de los 3 aunque haya cambiado de nombre, ha sido resiliente, aunque al presidente le parezca neoliberal la palabra, ya que ha pasado de ser un partido casi único a uno casi extinto en el periodo 2000-2012, donde todos los analistas escribieron alguna vez su esquela, a resurgir y ganar la presidencia en ese año y nuevamente a ser un partido casi testimonial en 2018.
El PAN tuvo una trayectoria distinta, surgió como respuesta a lo que hoy conocemos como PRI y al principio de su historia, no era la búsqueda del poder, sino precisamente su acotamiento el que impulsaba a sus miembros, de ahí que siempre fue considerado un partido de oposición per se.
Durante la época de Salinas de Gortari, un presidente que llega sumamente cuestionado por el supuesto fraude de 1988, el PAN se fortalece precisamente ante la debilidad de Salinas al inicio de su mandato y llega a decir que lo apoya porque gobierna con base en su ideario.
Luego de llegar en dos ocasiones a la presidencia, su éxito lo hace dividirse, sus miembros desean el poder y caen en los vicios que antes combatían. En 2018 se convierten en la segunda fuerza política, detrás de Morena y eso puede ser su debilidad: considerar que son La opción al actual partido gobernante.
El PRD se suponía la encarnación de la oposición prevista por Cosío Villegas, un desgajamiento del PRI que podría rivalizar con este. Sus mejores momentos fueron alrededor de su nacimiento, con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza y en 2006, cuando AMLO perdió la presidencia por escaso margen frente a Felipe Calderón. Después sus tribus se encargaron de dividirlo y el hoy presidente del país le dio la puntilla al llevarse a muchos de sus seguidores a Morena.
En 2021 los tres partidos llevarán a cabo una alianza limitada a la mitad de los distritos electorales con la finalidad de ser una especie de muro de contención contra el partido en el gobierno.
¿Qué tan exitosa será la alianza? Está por verse, no siempre las sumas de membretes se traducen en suma de votos, al contrario, en ocasiones representan la huida de los miembros más puristas de los partidos.
2021 podría ser el momento culminante para los tres partidos, el PRD si bien gracias a la alianza podría no desaparecer, puede transformarse en un partido marginal, cuya vida dependa de las alianzas que pueda realizar en cada elección.
El PRI puede tomar algo de aire si supera la votación que recibió en 2018, no es fácil, pero se siente optimista luego de los resultados de las elecciones locales en Coahuila e Hidalgo, veremos para qué le alcanza.
Por su parte, el PAN continúa con problemas internos debido a que sus miembros consideran que tienen oportunidad de obtener algunos triunfos importantes, al parecer no entiende aún que la división y el éxito probable son su mayor debilidad.
Si la alianza, así sea parcial, no logra sus objetivos, tendremos Morena para muchos años y las futuras elecciones podrían parecerse a las que ocurrieron en Venezuela hace unos días: con mucho abstencionismo y poca o nula oposición.