Durante mucho tiempo, los modelos de las ciencias sociales parten de lo que podría llamarse “el hombre racional”, un hombre que actúa en función de sus pensamientos y no de sus emociones, es un modelo que, aunque cuestionado en los últimos años, es la base de la mayoría de los análisis de los procesos sociales como, por ejemplo, las elecciones.
Que las cosas no son como esos modelos los refieren nos lo está mostrando Estados Unidos en este proceso electoral. Nos está gritando que los seres humanos no somos ángeles que solo, que no solo pensamos de forma racional, independientemente de mezquindades y bajas pasiones, que quizá lo hacemos desde nuestros miedos más profundos.
Creo que hoy queda claro que nuestras filias, pero sobre todo nuestros miedos, nuestras fobias, dirigen la toma de decisiones tales como ¿a quién elegir presidente, a quién como nuestro líder? Ojo, que no nuestro mandatario, con todas las diferencias que ello implica.
Antes de las elecciones del pasado martes, todas las encuestas aseguraban que Trump sería el gran perdedor de las elecciones y que Biden sería el presidente de EUA en una jornada electoral en que la diferencia sería muy grande.
No hay tal, hoy, para decirlo de forma tropicalizada, se está contando “voto por voto y casilla por casilla” y no habrá resultados hasta que en Nevada, Georgia o Pensilvania se termine el conteo, lo cual sucederá la próxima semana.
Pero independientemente de los resultados finales, lo importante para todos debería ser entender por qué un presidente como Trump, a quien los “expertos” califican como uno de “los peores” presidentes, como mentiroso y misógino, recibió casi 70 millones de votos.
Eso es importante, porque nos dice que hay “hechos” que unos perciben y otros no, que además, lo que se plantea como “datos duros” o como “hechos incontrovertibles”, al menos en las ciencias sociales, no son tales, ya que cada persona los procesa de acuerdo con sus experiencias, sus anhelos y sus necesidades, pero sobre todo, con sus prejuicios: en pocas palabras cada uno de nosotros ve lo que quiere y puede ver, independientemente de la realidad.
Trump supo pulsar esa tecla, supo sacar a relucir los miedos que todos tenemos y que se reflejan en la conducta, ya sea el miedo a perder el trabajo, la seguridad o, simplemente, a perder un modo de vida.
Pero la tecla no la trajo Trump, estaba ahí, él supo que estaba ahí y simplemente explotó lo que significaba. De esa forma hizo contacto con quienes hoy votan por él. Creo que las cosas van mucho más allá de la racionalidad, que tienen que ver con un nuevo, válgame la expresión, vacío existencial.
Más o menos como cuando Nietzsche declaró que dios había muerto, no lo mató él, sino que recogió el sentir de una era.
Así pasa hoy con Trump, estamos viviendo un momento de transición hacia una nueva realidad histórica, la cual se nos presenta como desconocida, caótica y amenazante, por ello intentamos asirnos a nuestras seguridades, a lo que nos da confianza, a un pasado que idealizamos.
No será sencillo el tránsito hacia ese futuro, viviremos momentos obscuros, más obscuros que los que estamos viviendo, nuestras certezas, el mundo en que nos habíamos acostumbrado a vivir, ha muerto y no sabemos qué está naciendo.
Creo que quien mejor ha explicado en nuestro país esta situación es Macario Schettino, hay que leerlo y volverlo a leer. Pues eso.