Vivimos un momento en que se abre la disyuntiva para el país: continuamos en el bloque económico y político de América del Norte, o nos decidimos a integrarnos a otro grupo como por ejemplo el de los llamados BRICS con todas sus consecuencias, entre ellas una caída en el crecimiento económico quizá peor que la sufrida durante la pandemia, aún y cuando alguien pudiera interpretar que nos están empujando en ese sentido.
Al respecto se están lanzando señales cruzadas que generan incertidumbre y que, parece, se deben a una pugna interna entre los integrantes de los grupos al interior de la fuerza política hegemónica en el país. Entre las fuerzas moderadas de Morena y los llamados “duros” como el grupo que llevó a la jefatura de la CDMX a Clara Brugada y a quien impulsan rumbo a la sucesión de 2030.
Parece como si estos últimos desean envolverse en la bandera y lanzarse contra el “masiosare”, ese extraño enemigo, que caería como “anillo al dedo” para sus fines expresados alguna vez por la exdirigente Yeidckol Polevnsky o por el actual dirigente morenista en CDMX, Héctor Díaz Polanco.
Por una parte, la presidenta Sheinbaum en un primer momento intentó ser “el adulto en la casa” respondiendo a las amenazas del presidente electo de los EU Donald Trump con cifras y datos que de alguna u otra forma desmentían los dichos de este.
Desafortunadamente, junto a los datos se presentó una respuesta de otro tipo, más de carácter nacionalista según la cual a cada arancel que se estableciera de aquél lado se respondería con otro desde este, como si estuviéramos en una relación simétrica, cuando la realidad es que no existe esa equivalencia de fuerzas entre los dos países. Esta parte de la respuesta recibió un desconocimiento por parte de YSQ a través de su periódico favorito, lo que nos dice que no está de acuerdo con las corrientes puristas de Morena que al parecer tienen ya su propia dinámica.
Para nadie resulta un secreto que los hechos no significan nada en la estrategia de Trump, quien dirige un movimiento que en cierto sentido es un espejo de la llamada ideología Woke, la cual más que otra cosa es una especie de religión, en la que existen ciertos dogmas de fe, entre ellos, que México es un país que está “envenenando la sangre” estadounidense y debe pagar por ello.
Los seguidores de Trump parecen asumir, como los Woke, “que nuestro mundo está dominado por el mal, al que hay que perseguir con ímpetu y sin mucha esperanza de redención” como lo señala Jean Francois Braunstein. Vamos, una versión en la vida real de lo que sucede en el universo de Harry Potter, hasta con sus “sangre sucia” y todo, incluyendo reminiscencias de hace casi un siglo.
Esperemos que se tomen las decisiones correctas desde el punto de vista económico, aquellas con las que inicialmente se identificó la presidenta Sheinbaum y que la visión de los grupos duros de Morena no sea la que se imponga. Para bien y para mal, la fuerza política hegemónica tomará decisiones que nos afectarán a todos y no nos queda más que esperar y trabajar con vistas a futuro.