Durante la semana fuimos testigos de varios linchamientos de presuntos delincuentes, entre ellos uno muy publicitado en redes sociales y medios de comunicación, el de un intento fallido de asalto en una combi del servicio público, pero también el de un linchamiento que termina en que el presunto delincuente es quemado vivo por quienes se vieron agraviados.
Aclaro, no voy a argumentar en favor de ningún delincuente, creo que deben ser castigados con todo el rigor de la ley, pero así, con todo el rigor de la ley, no más, pero tampoco menos. El argumento es más bien en favor de los ciudadanos de a pie, que muchas veces se encuentra totalmente desprotegido y a merced de quien quiera asaltarlo.
Entiendo el nivel de hartazgo que existe en la sociedad, una sociedad en la cual quien se atiene, nos atenemos, a las leyes, está, estamos, en riesgo debido a que el Estado no es capaz de ofrecer la seguridad necesaria.
No es de ahora, lo sé, viene de mucho tiempo atrás esta situación, pero ello no justifica que exista y que no se haga nada o se haga poco al respecto.
Entiendo también la rabia que siente quien es despojado de los pocos bienes que tiene y que sabe que las autoridades no harán nada al respecto y será él quien asuma las pérdidas y, en muchos casos, las heridas no solo físicas, sino emocionales.
Todo eso lo entiendo. Pero que entienda y comprenda eso, que en algunos casos comparta esa rabia y ese hartazgo, no quiere decir que justifique la actuación de quienes, después de evitar el asalto, descargaron su rabia en el asaltante.
Creo que, si hoy vivimos en una especie de ley de la selva, ya que el Estado no ofrece la seguridad que debería ofrecer, asumir que no hay otra opción es declarar que la civilización ha muerto, al menos en México.
Y entonces sí, se habrá soltado el tigre, ese con el que amenazaba López Obrador en caso de que él no ganara las elecciones de 2018 y la pregunta es, ¿Quién será capaz de volverlo a enjaular?
Vivir en la ley de Lynch, de ahí lo de linchamiento, es vivir en un doble riesgo: el que representan los maleantes y el que representan los “vengadores”.
¿Quien garantiza que no haya acusaciones falsas que desaten la furia contenida y esta caiga sobre personas inocentes, como ya ha sucedido muchas veces?
En fin, no es una situación sencilla, se entremezclan los sentimientos, se involucran los odios, las insatisfacciones, las frustraciones y al final, la mezcla nos regala escenas como las que hemos visto en los últimos días. Esperemos que no formen parte de la “nueva normalidad”.