En 1980, Siglo XXI Editores y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM publicaban la serie "La clase obrera en la historia de México", dentro de la cual apareció el texto cuyo título reproduzco como cabeza de este artículo: "El futuro inmediato".
Hoy resulta relevante analizar ese texto porque estamos viviendo en ese "futuro" y, parece, que en 2024 se presentará un punto de inflexión que pudiera marcar el rumbo de las siguientes generaciones en México.
En ese libro, un joven Manuel Camacho analizó lo que nos podía traer el futuro como país de seguir con el trayecto cupular que mostraba el sistema político mexicano. Como lo señalé en mi artículo anterior, como país privilegiamos siempre una política cupular de la cual estaban excluidas las grandes masas populares. Ha sido el nuestro un sistema político piramidal en el cual la voluntad de los ahora llamados "poderes fácticos" resulta prioritaria.
En el libro citado, Camacho manejaba ya la posibilidad, como antes lo había hecho Daniel Cosío Villegas, de un desgajamiento hacia el interior del PRI, del régimen como señalaba el autor, debido precisamente al reacomodo de las fuerzas existentes y a que estas ya no necesariamente tenían el mismo peso que habían tenido anteriormente.
No sería un desgajamiento sin consecuencias, los grupos existentes hacia el interior del régimen intentarían conservar sus privilegios y, de ser posible, aumentarlos.
En principio, nos dice el autor, el régimen, con su partido incluido, fue absorbiendo a la sociedad civil, todo, incluyendo la transmisión del poder, se tenía resolver hacia ese interior, pero, al mismo tiempo, se generaba una exclusión, la de aquellos que no estaban conformes con el estado que guardaban las cosas en el régimen.
Puestos en este punto, las opciones que según Camacho tenía el régimen eran dos: excluir a los nuevos actores o incluirlos. La segunda opción, decía, abría la posibilidad de la viabilidad del sistema en el largo plazo.
Como analista, Camacho señalaba en su libro que excluir a los obreros y a la sociedad civil era el camino hacia una sociedad totalitaria, en la cual el derecho de organización, sindical o partidista, desaparecería, privilegiando la "mano dura" del Estado.
Señaló que desde su perspectiva, los dirigentes del régimen emanado de la Revolución Mexicana solo optarían por un escenario de este tipo "frente a una crisis en la que no tuvieran otra salida inmediata".
Al parecer, luego de la crisis económica de los años 70 e inicios de los 80, el régimen si bien abiertamente no tomó la decisión de transformarse en una "dictadura", si profundizó las medidas cupulares mediante las cuales se tomaron las medidas de choque, principalmente económicas, que se consideraron necesarias para salir de la crisis, incluyendo, por supuesto, la contención de los salarios de los trabajadores, que al final de cuentas junto con las clases medias, fueron quienes más resintieron los efectos de la crisis.
Estas medidas solo se fueron relajando en la medida en que la crisis fue quedando atrás y cuando se hizo cada vez más evidente que el modelo corporativista impulsado por el régimen de la Revolución era insostenible, como se evidenció con la salida de, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, del PRI.
En el 93 el régimen intentó enmendar el rumbo, impulsó la candidatura de Luis Donaldo Colosio, un priista que había sido el primero en reconocer la derrota de ese partido en una elección estatal, alguien que entendía que en el país era necesario un cambio de rumbo.
Al parecer, no todos dentro del sistema estuvieron de acuerdo con esa posibilidad y conocemos el trágico destino del político sonorense.
El caso es que el futuro nos alcanzó y al parecer nos encontramos otra vez en una encrucijada, con la diferencia de que hoy no está tan claro quién está de qué lado más allá de los discursos.
En esas andamos y entender lo que se juega en los próximos años puede ser la diferencia entre un país viable y otro que no lo sea.